Tiempo de lectura aprox: 2 minutos, 12 segundos
(María Damiani)La magnitud que ha alcanzado la violencia en los últimos años hace que se encuentre actualmente entre las prioridades en salud.La educación y el entorno social y cultural desempeñan un rol decisivo en el desarrollo de las conductas violentas. Resulta más beneficioso y saludable para una sociedad no aceptar la violencia de ninguna forma y promover una cultura de valores, de respeto y de aceptación de las diferencias sociales.
La violencia en todos sus grados tiene consecuencias múltiples y, por consiguiente una gran repercusión en la salud mental, que puede derivar en depresión e intento de suicidio y también, en muchos casos se utiliza como un arma de dominación y control social. Una actitud violenta engendra más violencia y aumenta el temor.
El Dr. Etienne Krug, Director del Departamento de Prevención de los Traumatismos y la Violencia de la O.M.S., señala que «la violencia no es inevitable, ni constituye un componente intrínseco de la condición humana».
Esto me lleva a pensar que la violencia no forma parte de la identidad verdadera del hombre.
Es demostrable diariamente la influencia de los medios de comunicación en la conducta agresiva de las personas, y en especial entre los más jóvenes. Un 78% de la población adolescente y joven española piensa que las campañas de sensibilización contra la violencia de género ayudan a concienciar a la sociedad sobre este problema, y el mismo porcentaje cree que sirven para ayudar a las víctimas a tomar conciencia de su situación.
Pero existen también otras alternativas viables. Una de ellas es que las personas violentas pueden encontrar en la espiritualidad el pleno sentido de la vida porque ocuparse de lo espiritual determina lo verdadero concerniente a todos. A través de ella se puede llegar a la comprensión de lo divino en acción. Es esa espiritualidad basada en valores como el amor, la ternura, la compasión, la solidaridad, lo que ayuda a disminuir los actos de violencia ocasionados por manifestaciones de odio y rencor.
Un ejemplo de violencia fue el de Sury Victoria Prieto de Guadalajara, México que ante un acto abusivo trató de reconocer la inocencia de su agresor afirmando verdades espirituales y enfocando al abusador como una idea espiritual y verdadera que incluía pureza e inocencia y no podía dañar a otra idea espiritual. De esa forma pudo calmar su temor y hablar con el joven sobre esas ideas; él la escuchó, dejó de tocarla, le pidió perdón y se fue.
Responder al odio con amor es una cualidad amorosa inherente al hombre y puede convertir a cada uno en un verdadero instrumento de paz.
Mary Baker Eddy, teóloga e investigadora de la salud y la espiritualidad, abogaba: «El odio no puede horadar la paz ni penetrar la sólida armadura del Amor».
¿Quién no ha anhelado tener paz en todo sentido, o escuchado la frase «La paz está dentro de ti»? Las personas luchan contra sí mismos porque no encuentran esa paz. Es como si alguien tuviera un tesoro dentro de la casa sin saberlo y se pasa el día mendigando, cuando tiene la solución a su alcance, dentro de sí mismo.
No se trata de palabras, sino de acceder a esa quietud interna reconociendo la naturaleza individual como enteramente espiritual. Es posible sanar la violencia y experimentar la paz que reside en el corazón al comprender la unidad que cada uno posee con la Inteligencia suprema y ser su expresión completa. Dentro de esa Inteligencia no hay lugar para el caos y la violencia. Esto dará dominio sobre cualquier tipo de impulsos y la salud no se verá afectada.
Estar consciente en todo momento de la presencia y de la protección divinas es una herramienta segura para prevenir la violencia y para una sociedad más saludable.
María Damiani escribe acerca de la salud y el bienestar desde una perspectiva espiritual y es Comité de Publicación de la Ciencia Cristiana en España. Email: spain@compub.org Twitter: @compubespana Blog: http://saludyalegria.org