Una Argentina en Almodovar del río

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Las once de la mañana en Almodovar. El cielo cargado de nubes todavía nos daba tregua. El imponente castillo desde la cima, inspirador y silencioso, fue testigo de la historieta.

Llegué sin saber bien en qué parte del mapa me encontraba. Había perdido el tren que desde Sevilla me llevaría hasta Posadas y de ahí debía arreglármelas para llegar al acto de los Ateneos. Tomé entonces un tren a Córdoba y luego un taxi que me dejó sin un peso. Quería darle el libro a Antonio Gala. Había venido desde Argentina en busca de mis musos inspiradores, dos lúcidos andaluces (uno de alma), que me tienen escribiendo hace año y medio: Jesús Quintero y Antonio Gala. Agradecerles por la inspiración, por haberme hecho levantar de la silla, salir al mundo, poner el cuerpo y animarme a vivir. A Quintero ya había logrado verlo en Sevilla así que mi esperanza era que el loco fuera a Almodovar, se apiadara de esta porteña y me llevara de vuelta.

Ya en el pueblo un muchacho muy simpático de la organización me brindó un lugar en el trencito que nos llevó hasta el lugar. Estaba todo preparado para recibir al maestro. A lo lejos vi llegar a Jesús, loco andalú, la admiración que siento por ese señor que se atrevió a hacer las cosas de manera diferente es enorme, aunque él diga que la vida a eso lo llevó… el carisma es el carisma y la locura, a mi entender, un regalo divino. Una semana antes habíamos estado charlando en su casa durante horas, sí, me abrió sin conocerme las puertas de su casa, compartimos una pizza, incluso prometió leer una obra teatral de mi autoría que le traje para quizá programarla en su teatro. Yo estaba anonadada con todo lo que me venía pasando desde que vi aquel vídeo catártico: «No os molestéis, conozco la salida». Allí Jesús desde su genialidad hace aflorar al mejor de los Gala. Quedé enloquecida con ellos y fue entonces que empecé con la idea de contactarlos, no sabía para qué pero necesitaba escribirles, vincularme con ellos.

Nos enseñan a creer que tenemos que saber a dónde queremos llegar, para qué queremos algo así que intenté encontrar el motivo ¿Por qué quería dar con estos señores? ¿Me había agarrado el amor platónico? ¿Necesitaba una meta inalcanzable que me mantuviera viva? ¿Un destino desconocido me esperaba en España? La verdad es que por más esfuerzo que puse no logré desmenuzar el misterio de semejante «atracción fatal» así que decidí seguir el impulso y contacté a la fundación. Rápidamente conseguí la dirección de Antonio y empecé a escribirle. Mandé la primera carta a la calle Macarena y enseguida escribí una segunda, una tercera… Paralelamente seguía intentando dar con Quintero pero no resultaba fácil. Buceaba yo por el océano de la web en busca de un correo, de un teléfono. Y fue entonces que algo pasó, algo que pocas veces uno es capaz de soportar por ansiedad, por la estúpida idea de que lograr el objetivo es lo importante: la búsqueda empezó a ponerse interesante así que me senté a escribirla. «En busca de Jesús Quintero», se llama el blog de esta aventura.

Desde entonces mi pluma fue presa de una demencia loca y de la colina que no se detiene. La necesidad de escribir era tal que cuando se agotaba la inspiración me veía obligada a hacer algo para generar nuevos aconteceres. Así fue que me animé a llamar a Jesús por primera vez: por la necesidad de seguir escribiendo. Así fue que se me ocurrió ofrecerle mi obra de teatro y empezaron entonces a aparecer los motivos del misterio, me di cuenta de que quería más que nada estrenar en el teatro Quintero, hacer algo junto a él, conocerlo de cerca. Así conocí a Coto Matamoros, a Javier Salvago, a Santiago Pont Lezica, ex productor de Jesús en radio Sevilla y dueño actual de una interesante radio Argentina, quien se entusiasmó con llevar al loco de nuevo a Buenos Aires. Vivir para escribir y escribir para vivir, la cosa empezó a retroalimentarse. En el interín el blog le llegó a Juan José Campanella, maestro del cine al que admiro mucho y con quién terminé escribiendo una serie de televisión. Todo por seguir un impulso.

Pude darle el libro a Antonio, finalmente. Charlamos brevemente y hasta nos reímos juntos. Y me fue posible volver a Sevilla, el loco se apiadó de mí y volvimos en el auto con Jesús Vigorra. Ayer conocí a Farruquito, pude conocer a Jesús de cerca, su lucidez, su arte, todo esto es increíble. Y a esta altura ignoro si soy yo la autora de lo que viene sucediendo o el destino ya me lo tenía reservado y mi papel fue simplemente seguirle el juego. Aún quedan cinco días en Sevilla, veremos qué me escribo para continuar el cuento.

Marinafiloc.blogspot.com