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La Corporación Municipal celebra el 28-F en un solemne acto en la Casa de la Juventud. Han actuado la Banda Municipal de Música y el Grupo Municipal de Baile.
(Prensa Ayto Alh Torre) El alcalde de Alhaurín de la Torre, Joaquín Villanova, ha reivindicado el espíritu de tolerancia, respeto convivencia y altura de miras que marcó en 1980 la aprobación del Estatuto de Autonomía de Andalucía, en contraste con el llamado ‘proceso soberanista catalán’ que pretende la desconexión con España. El regidor, en su discurso institucional del 28-F, celebrado este mediodía en el Salón de Usos Múltiples de la Casa de la Juventud, debido a las adversas predicciones meteorológicas, ha subrayado que la inmensa mayoría de los andaluces y andaluzas se sienten parte de su país común, España, «sin complejos ni segundas lecturas», pero haciéndolo compatible y sin renunciar a sus fuertes raíces y convicciones como pueblo con identidad propia.
Villanova cree fuera de lugar el ánimo de desencuentro y confrontación que parte de la clase política de Cataluña quiere imprimir a su intento de «desconexión con España», usando incluso argumentos falsos e injustos contra el pueblo andaluz y el resto de comunidades del Estado para justificar su «deriva nacionalista».
«Los falsos eslóganes de ‘España nos roba’ o ‘Cataluña paga la barra libre de Andalucía’, que de forma torticera e irresponsable emplean muchos de esos políticos, han calado hondo en esa sociedad, buena parte de la cual, de origen andaluz, extremeño, murciano o manchego, ha contribuido en generaciones anteriores a engrandecer y hacer progresar esa magnífica región de España», ha criticado el alcalde.
Frente a ello, recalca Villanova, «tenemos el ejemplo de Andalucía, que es puerta del sur de Europa, puente con Iberoamérica, cuna del arte y la cultura, enlace entre Mediterráneo y Atlántico y vecina de África. Andalucía ha sido siempre ejemplo de convivencia, diálogo, tolerancia y solidaridad, algo que viene en nuestro ADN desde hace centurias. Lo mismo que Cataluña antes de entrar en ese delirio separatista. El pueblo catalán es muy grande, rico y diverso, algo de lo que no pueden presumir sus actuales políticos. El pueblo catalán se parece mucho al pueblo andaluz en cuanto a historia milenaria… Milenaria pero COMÚN E INSEPARABLE del resto del territorio español. Contar lo contrario es mentir», afirma.
La celebración del Día de Andalucía, que ha contado con la Corporación Municipal al completo y numerosos invitados, ha incluido las actuaciones de la Banda Municipal de Música, dirigida por Alfonso Ortega, que ha interpretado el Himno Andaluz, así como las piezas «Málaga, tierra ideal», «Cielo andaluz», «Tercio de quites» y «Ateneo musical», y de los Grupos Municipales de Baile, que dirige Lourdes Soto.
A continuación, reproducimos el discurso institucional de Joaquín Villanova por el 28-F.
«Hoy, 28 de febrero, se cumplen 36 años de aquella inolvidable jornada en que los andaluces y las andaluzas miramos decididamente hacia adelante, en el que comenzamos a transitar un camino propio y esperanzador. Ese camino de futuro dio su primer paso hace justo 38 años y tres meses, un 4 de diciembre de 1977, cuando millón y medio de personas reclamamos nuestra Autonomía en multitudinarias manifestaciones. Muchas personas, de hecho, están convencidas de que el verdadero día que los andaluces y andaluzas debemos festejar es precisamente el 4 de diciembre, porque fue la primera vez que la bandera blanca y verde brilló con luz propia en las calles y avenidas de nuestra querida tierra.
En 1980, el pueblo andaluz respaldó en las urnas el Estatuto de Autonomía. En 2007, tras un largo proceso negociador, se logró su actualización. Hoy, 36 años después, en una Europa, una España y una Andalucía muy distintas y complejas, toca hablar en serio de mirar hacia el futuro, sin olvidar el camino que hemos recorrido juntos; y lógicamente, si miramos hacia adelante, tendremos que hacerlo también unidos, sobre todo, porque se avecinan tiempos complicados en lo territorial, en la organización del Estado de las Autonomías.
Señoras y señores: todos los aquí presentes estamos orgullosos de ser andaluces, hablar en andaluz y sentir en andaluz. Tener conciencia de lo que fuimos y somos, con miles de años de historia a nuestras espaldas; cientos de civilizaciones y pueblos que penetraron a través del Estrecho, Mar de Alborán y Mar Mediterráneo y florecieron entre nosotros, y miles de artistas, filósofos, escritores, poetas… Y nada de eso implica ser nacionalista excluyente. Defender lo propio es legítimo y plausible. Desmerecer a los demás por no ser chauvinista, es una muestra de intolerancia.
La generosidad del pueblo andaluz, algo que está fuera de toda duda, también significa aceptar de buen grado lo que los demás nos puedan enseñar y también significa admirar a otros territorios, sean nacionales o internacionales, con o sin vínculos comunes en la historia, en las relaciones sociales o económicas.
Y además, la inmensa mayoría de los andaluces y andaluzas se sienten parte de su país común, España, sin complejos ni segundas lecturas. Ser andaluz y español es un privilegio y un honor que prácticamente todos compartimos de Despeñaperros para abajo.
Viene esto a colación porque estamos asistiendo en los últimos años a un fenómeno ciertamente complejo, que nos toca a todos, y que por desgracia propicia el enfrentamiento, la confrontación y el desencuentro. Me estoy refiriendo, amigos y amigas, al proceso soberanista catalán, impulsado por una clase política catalana más pendiente de experimentos e intereses egoístas que de atender a las verdaderas y reales necesidades de la sociedad catalana, como son la creación de empleo y la lucha contra la exclusión social, entre otros.
Mientras en España varias generaciones hemos luchado por mantener la concordia y el entendimiento entre los pueblos y comunidades, respetando la riqueza y singularidades de cada territorio, esa clase política, que representa a menos del 50% de la ciudadanía de Cataluña, ha decidido imponer al resto un camino sin retorno y excluyente. Podríamos debatir sobre porcentajes reales de quiénes y quiénes no están de acuerdo con la mal llamada ‘desconexión’ con España, pero lo que está fuera de toda duda es que han buscado un problema de enfrentamiento social, uno más, donde no lo había.
La propia incapacidad de muchos de los promotores e impulsores de la segregación catalana, adscritos a partidos políticos que lejos de gobernar con criterio y honradez han acumulado vergonzosos casos de corrupción política, es la que les hace asumir la independencia como su única tabla de salvación, como clavo ardiendo, engañando para ello a miles de personas legítimamente entusiastas con este proceso.
Los falsos eslóganes de ‘España nos roba’ o ‘Cataluña paga la barra libre de Andalucía’, que de forma torticera e irresponsable emplean muchos de esos políticos, han calado hondo en esa sociedad, buena parte de la cual, de origen andaluz, extremeño, murciano o manchego, ha contribuido en generaciones anteriores a engrandecer y hacer progresar esa magnífica región de España.
Algunos de esos iluminados separatistas han llegado incluso a la desfachatez de promover programas escolares y acciones culturales para reescribir la historia, de una forma lenta pero segura, incluyéndolos en los planes educativos de las últimas tres décadas, con el fin de crear una conciencia social en la que se perciba a España como un vecino molesto y solo preocupado por esquilmarlos con impuestos, y como una nación caduca a la que no quieren pertenecer.
Y eso, señoras y señores, es muy peligroso. Dividir de esa forma irresponsable a la sociedad acarrea graves consecuencias.
Recordemos que el siglo XX está repleto de ejemplos de nacionalismos en Europa que basaban el orgullo y conciencia propio de una comunidad o territorio en el odio y la desconsideración al país cercano o las regiones con las que conviven.
Estoy convencido de que todos hemos aprendido de los errores del pasado, aunque desde aquí quiero denunciar y criticar bien alto que no hace falta insultar a los españoles y andaluces para sentirse más catalán. No hace falta escenificar su falta de sintonía política y administrativa faltando al respeto de los ciudadanos que no se sienten nacionalistas, ni separatistas ni quieren desconexión alguna. ¿Es lícito no sentirse español en Cataluña? Por supuesto, nadie lo pone en duda. Pero lo que no aceptamos es que se nos insulte y se insulte a los catalanes no nacionalistas ni, mucho menos, que se salten las leyes y la Constitución a la torera para que esos políticos colmen sus ansias de poder, amparándose falsamente en una mayoría social que no tienen.
Y lo que es más grave: no es justo ni lógico que esos iluminados quieran tapar sus carencias como gobernadores, su incapacidad para acabar con la corrupción política catalana desde hace décadas, su torpeza para encarar la crisis económica con políticas sensatas y de lucha real contra el desempleo, envolverse en la bandera catalana, asociándose a opciones políticas diametralmente opuestas en lo ideológico y a cualquier precio, solo con la idea de materializar su obsesión: la independencia de Cataluña.
Frente a esa peligrosa espiral nacionalista, secesionista, excluyente e injusta con más del 50% de la población de Cataluña, solo defendida por políticos mediocres y personas exaltadas, tenemos el ejemplo de Andalucía, que es puerta del sur de Europa, puente con Iberoamérica, cuna del arte y la cultura, enlace entre Mediterráneo y Atlántico y vecina de África. Andalucía ha sido siempre ejemplo de convivencia, diálogo, tolerancia y solidaridad, algo que viene en nuestro ADN desde hace centurias. Lo mismo que Cataluña antes de entrar en ese delirio separatista. El pueblo catalán es muy grande, rico y diverso, algo de lo que no pueden presumir sus actuales políticos. El pueblo catalán se parece mucho al pueblo andaluz en cuanto a historia milenaria… Milenaria pero COMÚN E INSEPARABLE del resto del territorio español. Contar lo contrario es mentir.
Andalucía y Cataluña están más unidas de lo que parece y no solo porque muchos andaluces se trasladaron entre los años 50 y 70 para buscar un mejor porvenir laboral. No. Andalucía y Cataluña comparten ese espíritu mediterráneo y esa tradición de tierra productiva en arte, cultura y tolerancia. Y compartimos también un orgullo propio que nos ha servido para haber superado estereotipos y etiquetas injustas a base de esfuerzo y gracias a una generación que se exigió más a sí misma y que exigió respeto a quienes nos miraban mal.
Esa autoestima sigue intacta a día de hoy y, sin creernos más que nadie, por supuesto, nos funciona para seguir exportando progreso y creatividad por los cuatro costados. Pero esa autoestima, elevada a la enésima potencia y reconvertida en soberbia y altivez, es la que está condenando a la clase política catalana actual y la que está hipotecando el futuro de los millones de catalanes, cosa que no pasa en Andalucía.
Señoras y señores: No quiero que se malinterpreten mis palabras. La crítica que hoy reflejo en este glorioso Día de Andalucía no es más que para aquellos políticos parciales, miopes e injustos que se creen el ombligo del mundo y no les importa dividir a la sociedad. Y por ello, apelo al espíritu de tolerancia y concordia de los andaluces y andaluzas, en este 28 de febrero, para mandar un mensaje de esperanza a Cataluña y a los catalanes: todos, en nuestra diversidad cultural, étnica, política, socioeconómica y vital, podemos convivir, sin exclusiones ni recelos.
Todos podemos pertenecer a una España rica en matices y respetuosa con sus peculiaridades territoriales. Los andaluces lo sabemos desde hace décadas y estamos orgullosos de ello. Y mal no nos ha ido. No solo sabemos y queremos convivir con el resto de España, es que somos receptores de turistas de todo el mundo, muchos de los cuales deciden quedarse a vivir entre nosotros; es que somos generosos con la inmigración africana, europea y latinoamericana; es que somos solidarios con quienes peor lo pasan, como es el caso de los saharauis o, más recientemente, con los refugiados sirios, a quienes estaremos encantados de recibir en cuanto traspasen nuestras fronteras.
Los andaluces somos eso que se ha dado en llamar ‘Ciudadanos del Mundo’ por nuestros múltiples y variados orígenes y nuestra riquísima evolución, llena de vínculos con tantos y tantos pueblos del planeta. Por eso, en un día como hoy, me atrevo a alzar la voz para aconsejar que ese, y no otro, es el camino de la concordia.
Una Europa dividida y una España dividida nos debilita. Imaginad a nuestro viejo continente sin la presencia de Gran Bretaña como socio de la Unión Europea, e imaginad a España sin Cataluña. ¿A que no imagináis una Andalucía sin Málaga, por ejemplo?
Y es que, recordaréis que durante un tiempo, hubo un movimiento en nuestra provincia, lamentable por cierto, en el que se oyeron voces que invitaban a la segregación malagueña de Andalucía, con el vago argumento de que lo que aportábamos al PIB andaluz en materia de ingresos por el turismo no nos era devuelto porcentualmente en forma de inversiones.
Fijaos: exactamente el mismo argumento que emplean algunos políticos catalanes hoy en día. ¿Y dónde queda, amigos y amigas, la solidaridad interterritorial, que figura en la Constitución, en los Estatutos y en las leyes, como argumento esencial para entender la articulación del aparato administrativo del Estado de las Autonomías, que tanto progreso nos ha traído desde 1978?.
En definitiva, quiero que mi mensaje sea entendido e interpretado en su justa medida: convivencia, respeto, tolerancia y altura de miras. Todo lo demás es provinciano y peligroso. Y eso ha de aplicarse en Andalucía, en Cataluña y en cualquier otro lugar de España o Europa.
Para terminar, quiero rescatar unas sabias palabras del gran genio de la Literatura Española Pío Baroja. Como todos ustedes saben, Pío Baroja es un donostiarra universal y adelantado a su tiempo, Epígono cultural de la llamada Generación del 98, y cuya familia y herederos siempre han tenido y tienen esa pasión por Andalucía. Y también pasión por un rinconcito tan querido por nosotros y tan cercano como es Churriana, donde los sobrinos del escritor, Julio y Pío Caro Baroja, este último fallecido hace pocas semanas, vivieron tantos años, en la célebre Finca Carambuco.
Como digo, Pío Baroja pronunció estas sabias palabras: «El carlismo se cura leyendo y el nacionalismo se cura viajando». Palabras apócrifas que hoy inundan las redes sociales atribuidas a otro grande las letras españolas, Don Miguel de Unamuno, que en teoría varió los sustantivos de esa acertada frase: «El fascismo se cura leyendo y el racismo se cura viajando». Sea cual sea la autoría y construcción real de la frase, el resumen es el mismo que acabo de formular en este discurso del 28 de febrero: Leer, viajar y conocer: el mejor remedio para la ignorancia y la intolerancia.
Muchas gracias.
Viva Andalucía.
Viva España.
Viva Alhaurín de la Torre».