Tiempo de lectura aprox: 2 minutos, 2 segundos
Mi esposo llegaba todos los días del trabajo y decía absolutamente escandalizado (pero en son de broma) «todavía están puesto los adornos de Navidad?». El sabe que hago lo que puedo. Y no fue hasta el día de ayer, viernes 13, que pude quitar todos mis adornos navideños, guardarlos en su sitio y regresar los adornos tradicionales a sus lugares. El árbol de Navidad, lo sacó mi hijo y hasta me ayudó a barrer las hojitas que habían en el piso donde antes estaba. De igual forma, él también me ayudó a bajar las cajas para guardarlo todo y a subirlas de vuelta, porque definitivamente, yo no habría podido hacerlo.
He aprendido a no desesperarme por las cosas que no puedo hacer. Si alguien quiere que algo se haga lo antes posible, entonces puede hacerlo él mismo. Si algo depende de mi, entonces será en mi tiempo y espacio, porque las leyes de la física funcionan diferente cuando se trata de mi cuerpo; los minutos, horas y días pasan a otra velocidad, y llego a mi destino en el momento exacto en que puedo hacerlo. Ni antes ni después.
Así que en este caso particular, mi consigna es: si soy yo quien tiene que quitarlos, entonces será… cuando pueda (es decir, cuando me sienta un poco bien), cuando quiera (o sea, cuando tenga el ánimo adecuado), y además cuando tenga tiempo, fuerzas y ganas. Una combinación que no se logra todos los días. Porque puede ser que cuando tenga ganas y desee hacerlo, no tenga el tiempo o las fuerzas necesarias. O cuando tenga el tiempo y los deseos, no me sienta bien. En fin, finalmente llegó el día en que se conjugaron todas las circunstancias y pude hacerlo. Y mientras me duraron las fuerzas, hasta pude hacer otras cuantas cosas en la casa.
Pero, ojo, hay que decidir lo que queremos lograr:
Queremos hacer algunas cosas, pero estar enteros mas tarde
Queremos terminar ciertas a pesar del dolor, porque son importantes para nosotros
Si queremos estar enteros mas tarde, hay que detenerse apenas el cuerpo te avisa que es el momento, o sea, cuando sientes la primera punzadita en la espalda, o te das cuenta de lo mucho que te duelen los pies. Prontamente, paramos, nos refrescamos, descansamos, hacemos lo que sabemos que puede ayudarnos o aliviarnos, y seguramente mas tarde, no estaremos en tan malas condiciones, y habremos logrado parcialmente nuestras metas para ese día.
Pero hay ocasiones en que uno decide seguir a pesar del dolor, hasta terminar ciertas cosas que consideramos importantes (porque sabemos que no siempre podemos hacerlo todo). En este caso, yo por ejemplo, estoy consciente de que si sigo, mas tarde no voy a servir para nada. Entonces, procedo a terminar lo que está a mi alcance dentro de mis prioridades y cuando el dolor ya se vuelve insoportable, paro, bebo agua, me refresco, me doy un baño con agua caliente (para relajar los músculos), si lo considero necesario me tomo un relajante muscular o una pastilla para el dolor, y me recuesto a ver televisión. Me desconecto del mundo y el resto de las cosas tendrá que hacerlas alguien mas o se harán otro día. Así de simple y sencillo.
Ya no sufro por lo que no puedo hacer. He aprendido a aceptar mis limitaciones y sentirme tranquila con mis decisiones. Si a los demás no les parece, es su problema, no el mío. Yo me siento contenta de haber podido lograr que hice, porque era mi meta para el día, y pude hacerlo. Pero afortunadamente, tengo gente en mi casa que la mayor parte de las veces entiende como funcionamos mi cuerpo y yo.
Moraleja: Deja para mañana lo que no puedes hacer hoy.
Mil Bendiciones para todos,
Mylene Wolf