Una mente sana a cualquier edad

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columnista

(Wendy Margolese) Cuando los «Baby Boomers» (personas nacidas entre 1946 y 1965) entren en el crepúsculo de su vida, los sistemas de atención a la salud mental serán inspeccionados minuciosamente, pues los estudios sugieren que un alto porcentaje de este grupo puede comenzar a experimentar demencia.

Los informes locales en las noticias expresan preocupación por los inadecuados servicios de salud mental que existen para enfrentar esta creciente necesidad. El costo del cuidado de los ancianos amenaza el gasto de atención a la salud del gobierno, no solo en este país, sino alrededor del mundo.

¿No es desalentador sentirse parte de un grupo que, según las estadísticas, está condenado a experimentar este desafío a su salud? Si nuestra salud y memoria dependen de las condiciones corporales, y los medicamentos y la cirugía no pueden ofrecer esperanza alguna, es posible que nos sintamos realmente perdidos.

No obstante, la gente está encontrando soluciones. Muchas personas mayores están conscientes de que la espiritualidad, la fe y el asistir a la iglesia tienen un impacto positivo en su salud. Una activa investigación está comenzando a encontrar sólida evidencia que apoya estos descubrimientos. La búsqueda de soluciones espirituales tiene mucho sentido, dado que la Biblia incluye un extenso registro de curaciones espirituales de todo tipo de problemas de salud, incluida la enfermedad mental. La vitalidad de la curación espiritual, con sus resultados comprobados, puede traer soluciones a lo que parece ser un problema incurable.

En una ocasión, un hombre demente que era violento y autodestructivo enfrentó a Jesús. Esta persona tenía muchos demonios mentales, descritos como «Legión» (Marcos 5). A pesar de lo difícil y lo imposible que parecía ser este desafío, Jesús sanó al hombre. La gente se sorprendió mucho al encontrarlo sentado tranquilamente, «vestido y en su juicio cabal».

Si pudiéramos empaquetar para vender sin necesidad de receta el tratamiento que Jesús usó para esta condición, sería el de mayor venta. Sin embargo, su tratamiento no fue una poción milagrosa. Él llegaba al pensamiento de las personas que sanaba de una forma que no necesitaba de ninguna investigación sobre la condición física o biomédica. Saber que el hombre era la creación perfecta de Dios –no lo que parecía a los sentidos– efectuó un cambio en el estado mental: de la demencia a una mente y cuerpo sanos.

¿Por qué se entremete el escepticismo en la búsqueda de la salud cuando esta se realiza en el extenso registro de curaciones espirituales de la Biblia? Pienso que se debe a que no puede explicarse en el actual paradigma de un ambiente de laboratorio bajo un microscopio. No obstante, lo que le ocurre al corazón y a la mente y al espíritu de aquel que ha sido sanado mediante la comprensión de Dios y Su amor por Su creación es una experiencia que no deberíamos simplemente descartar con incredulidad y duda.

Los síntomas de demencia varían, pero un factor prominente es la pérdida de la memoria. Esta falta de memoria angustió mucho a una persona. Ella relata cómo fue sanada después de que había llegado al punto de sentir que estaba perdiendo la razón; cuando se volvió muy difícil recordar las cosas.

En el relato publicado de Linda, ella incluye este versículo de la Biblia, que se transformó en su constante compañero: «Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús» (Filipenses 2:5). Como estudiante de la Ciencia Cristiana, ella había llegado a comprender que esta Mente es divina; y, como tal, incluía cualidades como agudeza, percepción e inteligencia imperecedera.

En armonía con las enseñanzas de la Biblia, esta Ciencia la ayudó a comprender más plenamente que Dios es la Mente única, suprema e infinita. Y como resultado del poder creativo de Dios, Linda percibió que su verdadera identidad, como la de todos nosotros, era espiritual. Por lo tanto, la única fuente de pensamiento y actividad mental de cada uno de nosotros es un reflejo de la Mente divina.

A medida que su pensamiento iba cambiando, ella se sintió cada vez más «en su juicio cabal»; un estado que siempre había sido suyo por ser la hija amada de un Creador amoroso. Ella recuperó la memoria; pudo recordar lo que estaba haciendo, los nombres de las personas, e ¡incluso dónde había dejado las llaves del auto!

En Romanos 12:2 dice: «No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta».

Sin darnos cuenta, aceptamos la opinión popular de que con la edad vienen el deterioro y los desafíos mentales. ¡No necesitamos aceptar esto! ¿Qué ocurriría si la bondad fuera la realidad de la vida? La oración sincera –una renovación del pensamiento– puede reconciliarnos con la bondad de Dios y transformar nuestra vida. Confiar en nuestro entendimiento espiritual acerca de Dios para mantener nuestra salud y bienestar ha sido un apoyo durante siglos, y no ha perdido nada de su eficacia a ninguna edad.

Wendy Margolese escribe habitualmente para un blog comunitario de Metroland acerca de la relación entre el pensamiento, la espiritualidad y la salud. Actúa como Comité de Publicación de la Ciencia Cristiana en Ontario, Canadá. Artículo publicado originalmente en Inside Halton, @InsideHalton