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Juanjo Garbizu nos trae y presenta su nuevo libro. Este escritor y creativo publicitario donostiarra nacido en 1961, al que no le ha temblado la mano a la hora de citar ciertas modas en la montaña, ha creado un manifiesto que no va a dejar indiferente a nadie. Ya su anterior libro (Monterapia, 2012), nos hizo ver a muchos, los aspectos de la montaña que se estaban perdiendo. Slow Mountain, Editorial Diéresis 2016, toca muchos temas actuales en la montaña. Pero sobre todo y ante todo, creo que va abrir los ojos a muchos. Los apasionados de la vieja escuela montañera van a tener una buena arma arrojadiza. Nos hace ver que la montaña actual, no solo se compone de números y records.
Cuatro años después de Monterapia, un libro que me impactó y que he releído, te atreves a tocar este tema. ¿Qué te hace lanzarte a escribir este libro?
Monterapia abordaba reflexiones muy variadas sobre el mundo de la montaña y una de ellas era precisamente el tema de las prisas. Tenemos asumido llevar un ritmo de vida bastante acelerado de lunes a viernes, sobre todo en lo relativo al mundo laboral. En contraposición la naturaleza en general y la montaña en particular se nos presenta como una especie de burbuja espacio-temporal donde poder desestresarnos de nuestra cotidianeidad. Sin embargo, en los últimos años estamos asistiendo a cómo las prisas y la competitividad se están también trasladando a la montaña. Incluso a nivel mediático los Trails parecen acaparar la atención de las publicaciones de montaña. En este contexto y con una línea continuista a Monterapia, creía necesario realizar una reivindicación por una montaña más tranquila, reflexiva y contemplativa.
Me resulta curioso, que el libro empiece en el «país del slow» en un viaje al Atlas. ¿Es desde ese momento, cuando salta la chispa y te aventuras definitivamente a escribirlo?
No, porque cuando viajé al Atlas hacía ya unos meses que había comenzado a escribir el libro. Bien es cierto que precisamente por ello estaba yo muy receptivo a todo lo relativo con la filosofía slow y, sin haberlo buscado de forma intencionada, descubrí toda una manera de entender el tiempo en Marruecos. En contraposición se sucedieron varias anécdotas entre los componentes de nuestro grupo —todos ellos personas fantásticas— que dieron pie a lo que constituiría el primer capítulo de mi libro, aunque cronológicamente no fuese el primero que escribí.
En nuestra sociedad, el modo FAST, está en auge. Los queremos todo ya. ¿Reivindica este libro todo lo contrario a la vida que llevamos, no solo en la montaña?
Por supuesto. A raíz de publicar en 2012 mi primer libro, un periodista me definió como «pionero del Slow Mountain». En ese momento yo no había oído hablar del movimiento Slow, pero lógicamente me interesé por él y descubrí que encajaba a la perfección con la filosofía que emanaba de Monterapia. Por ello en mi segundo libro, Slow Mountain, intento reflexionar sobre la vorágine que guía nuestro día a día. Hay muchas reflexiones, secundadas por estudios científicos, que demuestran objetivamente cómo cada vez vivimos más deprisa en todos los ámbitos de nuestra vida. Y las tecnologías digitales, cada vez más rápidas y asfixiantes, son en buena parte culpables de ello.
Juanjo, nos haces ver como la gente que iba al monte ha ido cambiando en los últimos años. ¿Qué crees que está pasando para que todos, o casi todos quieran hoy día ir corriendo al monte?
Por un lado nuestra sociedad se ha vuelto más y más competitiva. Nos exigimos cada día más y hacemos nuestra aquella locución latina del Citius, Altius,Fortius (más rápido, más alto, más fuerte). Ya no interesa tanto el camino y disfrutar de él, si no el objetivo, la meta, la cima. También la sociedad actual vive un culto al cuerpo desmedido. La publicidad ha creado cánones de belleza con anatomías esculturales más propias de deportistas profesionales. A resultas de ello modalidades deportivas como el running gozan en la actualidad de millones de adeptos en todo el mundo, ya que es una manera muy efectiva y asequible de mantenerse en buena forma física. Y ahora, muchos de estos corredores han encontrado en la montaña una nueva y sugestiva «pista» donde llevar a cabo su actividad, incluso de una forma aún más intensa.
Y no olvidemos tampoco a las redes sociales y el consabido «postureo digital». Vivimos más de cara a la galería que nunca y por ello cuando salimos a la montaña queremos encadenar el mayor número posible de cimas en una jornada y acumular un desnivel positivo que epate a propios y extraños en Facebook.
El modo Fast, tú en el norte lo has vivido antes que nosotros en el sur, ¿Que se te viene a la cabeza, cuando ves a los «trailrunners» corriendo por las cumbres?
Antes de nada quiero decir que respeto cualquier manera de disfrutar la montaña, siempre y cuando no se dañe el entorno natural. Si la gente quiere correr por la montaña, me parece perfecto. Otra cosa muy distinta son las carreras de montaña, donde los parajes naturales se ven ocasionalmente transformados en circuitos de competición. Lógicamente nunca iré a caminar por una zona donde sepa que ese día se va a desarrollar una prueba de este tipo porque, entre otras cosas, no me gustan las aglomeraciones en la montaña.
El problema es el incremento espectacular de los Trails y los Ultra Trails, con pruebas cada vez más exigentes y marketinianamente más atractivas. Comentaba no hace mucho un runner profesional que se está llegando a una saturación tal en el Calendario que resulta difícil escoger a qué prueba presentarse, ya que muchas coinciden en fechas. Ello nos lleva a que cada vez resulte más fácil encontrarte con 500 personas, por poner una cifra, corriendo durante un fin de semana por una zona del Pirineo o de Sierra Nevada, y aunque tienen todo el derecho y permisos correspondientes para hacerlo, pues al montañero tradicional, como puede ser mi caso y el de miles de personas, nos lleva a sentirnos desplazados en un medio en el que llevamos muchos años disfrutando al margen de modas imperantes.
¿Es verdad que al monte vas de excursión, no de trekking?
Me encanta el término excursión, por lo que tiene de nostálgico y reivindicativo. Está en la antípodas de la montaña rápida y competitiva actual, por eso intento rescatarlo del olvido. La mayoría de la montaña que practico son excursiones, en tanto en cuanto que básicamente se desarrollan en una jornada, sea en las montañas del País Vasco o en las de mi querido Pirineo. Pero también he realizado travesías en el Pirineo o en los Alpes. Y un trekking como tal en el Tíbet hindú, en el Valle del Zanskar. Y un par de expediciones, como en Kilimanjaro o Aconcagua.
Yo me considero un tachacumbres. Pero hay un dato que me hizo investigar un poco y me sorprendió muy gratamente pero, cuéntales a nuestros lectores, ¿En qué consiste el concurso de la federación vasca los Cien Montes y qué diferencia hay con los tacha cumbres?
Es una práctica que fue creada hace más de sesenta y cinco años, pero que curiosamente sigue vigente en la actualidad. Básicamente consiste en ascender cien cimas diferentes que figuran en un Catálogo oficial y de esta manera convertirte en Montañero Centenario, con Diploma y todo. Pero contrariamente a lo que en un primer momento pueda parecer, este «concurso» no alienta la filosofía del tachacumbres, ya que las cien cimas han de completarse en un mínimo de 5 años y en un máximo de 10, y en ningún caso se podrá ascender a más de una de las cimas catalogadas en la misma jornada, ni tampoco culminar más veinte en un año. Con todo ello queda muy claro que se pretende promover la afición por la montaña de forma dosificada pero constante, y al mismo tiempo se invita a conocer cumbres y zonas lo más diversas posibles.
Hace unos años, escribí un artículo que se llamó, Cicatrices. Fue muy criticado por cierto sector deportivo. Trataba del daño que se le está haciendo a los montes con tantas carreras de ámbito deportivo y lucrativo. ¿Qué opinión te merece que ya no se conformen con los caminos y senderos de toda la vida y tengan que crear nuevas alternativas que provocan daños en el medio ambiente con la consiguiente cicatriz?
He leído versiones muy contradictorias sobre la erosión real que las carreras de montaña provocan en las sendas ya existentes en nuestras montañas. Lo que sí he podido constatar personalmente, y de ello hablo en mi libro, es que la necesidad de arañar segundos o minutos al reloj nos está llevando desgraciadamente a la proliferación de atajos que provocan numerosas cicatrices (me gusta el término que empleas) en las laderas de nuestros montes. La senda de toda la vida, que sabiamente zigzaguea por las lomas, resta tiempo a los runners y como alumnos avezados recuerdan aquello de que el camino más corto entre dos puntos es la línea recta y deciden trazar nuevas y disparatadas sendas. Es la cultura, cada vez más en auge, del dichoso kilómetro vertical. Cuanto más vertical, más gente atraerá.
Soy consciente que este tipo de comentarios no gustan a los corredores ni a los organizadores de los Trails, pero guste o no, es objetivamente indiscutible que en los últimos años estamos siendo testigos de la proliferación de estas cicatrices verticales que atraviesan las sendas centenarias de nuestras montañas. Cicatrices que no solo las generan los corredores, todo sea dicho de paso, si no los montañeros que también tienen mucha prisa por descender lo más rápido posible de la cumbre.
¿Hasta qué punto crees que, deportistas como Kilian Jornet o Nuria Picas han influido en el modo FAST en la montaña? Hay un dato en tu libro, nombras a un tal Ueli Steck…
Como en todo deporte aquí también existen unas figuras que se convierten en referentes de la actividad, aglutinando a miles de seguidores que de alguna manera intentan emularles. El caso de Kilian Jornet es además más evidente, ya que creo que estamos frente a uno de los atletas más excepcionales de todos los tiempos. Incluso la medicina moderna que se queda atónita frente a su capacidad anaeróbica. Pero claro, Kilian solo hay uno y a veces hay gente que se olvida de ello y trata de imitarle. E incluso a veces estos deportistas se olvidan de sus propias cualidades excepcionales y realizan declaraciones tan desafortunadas como las que recientemente ha hecho Kilian sobre el Everest, presentándolo como algo casi al alcance de cualquiera que tenga el dinero como para pagar una de las expediciones comerciales que operan en la zona. El gran problema de todo ello es la frivolización y banalización de la montaña. Que Kilian haya completado la ascensión del Cervino en menos de tres horas en absoluto ha de dar a entender que es una montaña rápida de ascender y al alcance de cualquiera.
En este momento el senderismo es el tercer deporte más practicado en nuestro país y el Pirineo Oscense recibe cuatro millones de senderistas al año. Basta que un pequeño porcentaje de ellos, al ser testigos de las proezas de esta élite, distorsionen la realidad de lo que es la práctica del montañismo para que el helicóptero del GREIM no pare de rescatar a gente en apuros.
¿Crees que tu libro es un buen punto de inicio para cambiar ciertos hábitos en la actual montaña?
Yo creo que mi libro plantea reflexiones, a partir de las cuales cada uno puede sacar sus propias conclusiones y de ellas puede incluso llegar a modificar ciertos hábitos. Hay que gente que va deprisa por la montaña, incluso corriendo, que me ha comentado que el libro les ha hecho darse cuenta de ciertas cosas. Y como apuntabas anteriormente, es también una reflexión que va más allá de la propia montaña. Nuestro día a día está plagado de cumbres de todo tipo que queremos conquistar y ello nos lleva a focalizarlas de tal manera que nos olvidamos de vivir, de disfrutar, de pararnos a mirar a nuestro alrededor y emocionarnos con pequeñas cosas que están realmente a nuestro alcance.
Para finalizar, he de destacar de tu libro, el MANIFIESTO SLOW, ¿A quienes se lo recomendarías?
A muchas personas. A los que yendo con los amigos tratan de competir con ellos y demostrar que están en mejor forma física. A los que solo tienen ojos para la cumbre y olvidan que lo más importante es disfrutar del camino. A los que van retransmitiendo su excursión en tiempo real en las redes sociales en vez de disfrutar del momento. A los que van tan ligeros de equipaje, para poder ir más rápido, que renuncian al placer de un buen trozo de queso en una cima. A los que atraviesan raudos un bosque sin detenerse a escuchar los sonidos o abrazar un árbol. A los que desdeñan las montañas bajas y amables, y solo sienten interés por las grandes cimas, cuanto más desafiantes mejor. En definitiva, a todos los que acuden a la montaña de forma acelerada y no paran hasta llegar arriba.
Las últimas líneas son tuyas.
Me gusta pensar que tanto Monterapia como Slow Mountain son libros reaccionarios, ya que van a contracorriente de las tendencias actuales, pero reflejando a su vez el sentir y el pensar de miles de aficionados que reivindicamos que la montaña es muchísimo más que deporte.
Una entrevista de Noel Gonzalez para, Revista Lugar de Encuentro. 2017. Texto registrado po el autor y Sycaventura Sport Group. Fotos, Copyright Autor & Noel Gonzalez.