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El párroco de Alhaurín el Grande cumple 50 años de sacerdote
(Redacción) Natural de Pamplona, Francisco Javier Hernández Pastor, fue ordenado en Monachil (Granada) a los 24 años. Sus enseñanzas son sencillas, agudas e incisivas. El pueblo le ha rendido homenaje con cariño y respeto.
Con la autoridad que le dan los años, ¿cómo define la figura del sacerdote?
Es una llamada que uno siente por dentro, no es una predisposición. Se trata de un puente entre Dios y los hombres, pues lleva los hombres a Dios y Éste a los hombres.
¿Cómo se sobrelleva la soledad que impone el celibato?
Hay que tener las ideas claras, pues dejas mujer, dejas hijos, dejas familia, dejas herencia… dejas todo. Y entonces si no llenas tu corazón con algo que merezca la pena las pasas canutas. Entonces ya no es tanta soledad. Se llena tu corazón de Jesús, de su mensaje, de su Evangelio y de su misión. Además nosotros los agustinos recoletos tenemos la suerte de vivir en comunidad. No es lo mismo que un cura diocesano, que todos viven solos. Aquí estamos cuatro. También Jesús renunció a una familia propia para dedicarse al mensaje del Evangelio.
¿De qué forma rebate el dicho español sobre el trabajo del cura?
Pues que vengan aquí y vean lo que trabajo yo, que no paro. En junio estaba agotado, porque nuestra Parroquia es grande. Este año han hecho la Primera Comunión 203 niños. Luego están las cofradías y hermandades. Se atiende a mucha gente y eso lleva mucho trabajo. Un trabajo que nadie ve es el del archivo. Aquí se deja constancia de todo lo que se lleva a cabo.
¿En qué medida le afectan los problemas que la gente viene a contarle cada día?
Me afecta porque veo cómo la gente sufre, mucho, mucho, mucho. De muerte de seres queridos, de separaciones, de divorcios. Gente que lo ha pasado muy mal. Procuras que no te afecte mucho porque, si no, no puedes atender a otros. Verdaderamente comienzas a entrar en las familias y ves los problemas que hay. Cada miembro es una realidad distinta.
¿Cuál es su opinión sobre las religiones en general?
(Gesticula con las manos). Creo que estamos cayendo en un sincretismo. Cojo de aquí lo que me parece, de aquella también. Suelto de esta religión lo que no me gusta. Esa falta de coherencia no puede ser. Lo que estoy viendo es que mucha gente se está yendo a las religiones orientales buscando paz interna y relajación. Esas cosas son buenas pero no son religión. No son un encuentro con Dios. Jesús cuando estaba en la Cruz no estaba relajado. Estaba sufriendo y rezando. Enseguida manipulamos lo que no nos conviene. Todas las religiones son buenas en cuanto que ayudan a ser mejor persona. Pero insisto en que no se pueden manipular. Por ejemplo, si uno busca la religión budista que cumpla en serio sus preceptos.
Usted es un experimentado misionero que ha estado 11 años en Brasil y ha conocido al hombre en su estado natural. ¿Cómo nos valora esa etapa de su vida?
Estábamos en la desembocadura del Amazonas. A ocho días de camino en canoa con motor en la popa estaban los indios en estado natural. Lo interesante es que estos indios sabían muy bien que no había que matar, que no había que robar, que había que respetar las cosas del otro, que había que honrar a los antepasados… y nadie se lo había enseñado. Lo cual quiere decir que los Diez Mandamientos están en el corazón de todo el mundo, porque somos imagen de Dios. En las misiones cualquier cosa que haces te produce satisfacción personal porque la pobreza es muy grande. Ahora hace poco que están saliendo sacerdotes nativos.
Precisamente padre Javier, ¿cómo animaría a los alhaurinos a seguir su mismo camino en la fe cristiana?
Yo animo a los jóvenes y no tan jóvenes de aquí. Que no tengamos que venir de Navarra, Palencia o Salamanca. Tú no sabes la alegría que da cuando a la gente le enseñas a amar, le enseñas a vivir los valores… lo que pasa es que ahora prima el materialismo: pasarlo bien y estas cosas tiran más. Pero hay que vencerlo. En el colegio se orienta más a profesiones para ganar dinero, pero no para el sacramento del Orden Sacerdotal. Aquí no se gana dinero.