Tiempo de lectura aprox: 1 minutos, 37 segundos
(Mar Bassa González) El pasado 5 de octubre fue el día internacional de la docencia. Según la Real Academia Española, la enseñanza es un «conjunto de conocimientos, principios, ideas, etc., que se enseñan a alguien». Esta profesión es de las más antiguas en la historia de la humanidad. Sin embargo, es también de las que están menos valoradas por la sociedad.
Los atenienses fueron el primer pueblo en enfrentarse a la educación, llamada paraideia. Los maestros eran los sofistas -su significado es hombre sabio- y enseñaban disciplinas variadas utilizando el arte de la retórica y la oratoria. En Atenas se crearon nuevas escuelas de enseñanza. Las más destacadas fueron el estoicismo y el epicureísmo.
Los profesores tienen un papel determinante dentro de la sociedad. Después de la familia, son las personas de las que más aprendemos, incluso sin darnos cuenta. Nos ayudan a crecer profesionalmente. Y no solo eso, también lo hacen en el crecimiento personal de cada uno. Son determinantes en nuestra vida y tienen una gran influencia sobre nosotros.
Desde preescolar hasta la Educación Secundaria, EGB, bachillerato, FP o la universidad, hemos coincidido con muchos docentes. Han estado casi igual de presentes en nuestra vida que nuestros padres. Seguro que más de uno le ha llamado “papá” o “mamá” por error a alguno de ellos en un momento de su vida. Aquí una servidora que cayó en la graciosa anécdota.
Tantos maestros nos han enseñado… A algunos no les queremos recordar, o sí, porque “no nos caía bien” o el famoso “me tiene manía”, pero esas experiencias no se olvidan. Algunos han dejado más huella que otros. Siempre vamos a recordar con cariño a aquellos que han sido decisivos, determinantes y un apoyo en un momento concreto de nuestro aprendizaje. Ese profesor -o profesora- que no solo nos ha enseñado, nos ha transmitido valores, también ha sido un apoyo y una inspiración para alcanzar tu meta.
Seguro que si alguien te pregunta por tu educación, te acordarás de esa persona y de todo lo que te ha aportado para llegar a ser quién eres. Se les recuerda con cariño a la mayoría. Incluso con nostalgia. Pero, por el contrario, no es una profesión que esté tan valorada como debería serlo. En sus manos está el futuro. Son los encargados, en gran medida, de formar a las sociedades futuras, de cambiarlo todo, de formar a los jóvenes y que adquieran ciertas habilidades.
Ahora que no son nuestros docentes, les podemos tener como grandes amigos, como personas ejemplares e inspiradoras que contribuyeron a nuestro cambio personal y profesional a lo largo de nuestra vida.
Agradecer a un maestro es la mejor respuesta que puedes tener, porque con todas sus enseñanzas y consejos, nos han ofrecido su ayuda y han puesto todo su esfuerzo. Y, recordarles lo importante que han sido para nosotros en nuestro aprendizaje, es nuestro deber.
Autor: Mar Bassa González