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El conjunto local protagonizó la mayor parte de las ocasiones del primer tiempo. Con la amarga sensación de la eliminación copera a pesar de poner en un aprieto a un equipo de nivel superior como el Córdoba y la derrota ante El Ejido, los coínos salieron dispuestos a empezar a contar los partidos, otra vez, por victorias. Y se autoproclamaron controladores del encuentro. Mientras, los de Víctor Quintero trataban de aprovechar las pocas oportunidades que concedían los blancos para, pese a ir perdiendo en puntos (si esto fuese un combate de boxeo), dar un golpe en forma de gol que dejase muy claro cuáles eran las intenciones de este Kent.
Sin embargo, el 0-0 se mantuvo durante muchos minutos. 16 de cronómetro para ser exactos y una media hora de reloj aproximadamente. Apareció Atienza para hacer el primero y poner por delante a los de Manolo Ramírez, que por primera vez en toda su vida celebró un gol en contra del Victoria Kent. Pero por desgracia para estos, no iba a ser el último, porque, además, ahora iba a celebrar el gol de un jugador que hace unos meses dirigía pero con la camiseta amarilla, Germán Morales, que diez segundos más tarde, en el último minuto de la primera parte, firmó la que, a la larga, iba a ser la sentencia para el cuadro visitante.
La Coineña había hecho méritos para irse por delante al descanso. El Kent se marchaba a los vestuarios con cierta sensación de castigo. No tanto el 3-0, que también, sino las formas. Los blancos no perdonaron e hicieron sangre cuando y como más duele. Con más heridas psicológicas que físicas, se veían obligados los jugadores amarillos a tratar de corregir los fallos del primer tiempo y buscar la que hubiese sido una remontada para dejar guardada en el género narrativo de la épica.
Fe, esperanza y pundonor. No quedaba otra. Dejar de creer a falta de 20 minutos hubiese supuesto, claro está, la derrota. Y, sin duda, la malísima y desafortunada idea de ofrecerle a tu máximo rival la oportunidad de que te someta a una vejación y una humillación de las que no se olvidan ni con el paso de varias generaciones. Porque perder la intensidad contra un equipo con tanto potencial ofensivo como la Coineña es como tirarse una mancuerna de 25 kilos en el pie antes de empezar a correr en la cinta: un suicidio y una estupidez, respectivamente.
La segunda parte fue distinta. Claro que no es lo mismo empezar 0-0 que 3-0. Algo tenía que cambiar de forma obligatoria. En uno u otro equipo. Incluso en los dos. Pero el que más cambió fue el Kent, que ahora iba a encontrar más espacios para llegar a la portería defendida por Bolilla. Intentos frustrados que quedaban en nada. La peor noticia era que no llegaba el gol. Y la no tan mala, que los coínos tampoco marcaban. Pero esa era secundaria.
En el minuto 37, con el juego de cinco, llegó la luz. Una luz en forma de gol. En gol de Claudio, que con esa derecha es capaz hasta de ponerle luz a la oscura carretera para llegar a Coín una vez ha caído el Sol. Pero si algo sabe Javi Atienza es que al aficionado coíno se le enamora con goles. Y este, que es un romántico del gol, es capaz de bajar la luna para volver a iluminar el camino del conjunto local, que esquivó un sendero de piedras y trampas en la segunda parte para, así, salir ileso de un disputado derbi que Atienza se encargó de adornar con dos goles postreros para configurar un resultado bonito y reluciente para los blancos, pero amargo y sonrojante para los visitantes. 5-1 y a seguir.
El partido de ayer fue especial. Reencontrarse en la pista con personas que han sido tan importantes para este club (Manolo Ramírez en especial, sin, por supuesto, olvidar a los jugadores), siempre es agradable. Este derbi sirve para reafirmar, incluso con este resultado, una idea: esta es la ruta que hay que seguir. En muchas ocasiones, para llegar a un destino se pueden seguir diferentes caminos. Sobre todo si hablamos de montañismo. Pero esto es fútbol sala. Y ese destino solo permite una única forma para alcanzarlo: la constancia y el trabajo, que harán que la cima cada vez se vea a menor distancia. Y hoy, aunque la clasificación no diga lo mismo, la cima se ve más cerca.