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Es la biblioteca del pontífice o del Estado Vaticano, hoy se calcula que contiene un millón seiscientos mil libros de todas las épocas, más de ochenta mil manuscritos, más de cien mil documentos impresos y fragmentos, trescientas mil monedas y medallas, veinte mil objetos de arte. El denominado Archivo Secreto del Vaticano, que está separado de la biblioteca desde el siglo XVII, contiene alrededor de ciento cincuenta mil volúmenes.
Deberíamos realizar algunas modestas reflexiones:
– Una biblioteca en sí, diríamos es un monumento de la humanidad, es diríamos, una parte de documentos, libros, objetos de todo tipo que acumulan diríamos una parte del saber y del sufrimiento humano a lo largo de los siglos, de aciertos y errores, de verdades y no-verdades, de bondades y no-bondades cristalizados en palabras o imágenes o sonidos de individuos y colectivos.
Desconozco si alguna persona o entidad conoce cuántas docenas o cientos de miles de bibliotecas y archivos existen en cada territorio, y por extensión en el mundo.
Google, hacia 2012 calculó que existen ciento treinta millones de libros diferentes, el Quijote sería solo uno, por muchas ediciones que se hayan realizado, en todo el mundo.
Cada libro de una biblioteca puede ser un mundo en sí mismo, abrir a un nuevo mundo al ser humano, pero una biblioteca, es el conjunto de cientos o miles o millones de mundos concentrados en un lugar y en un espacio.
– Decía Cervantes, que “no hay libro malo que no tenga algo bueno”, y yo añadiría, si se me permite, “que no hay libro malo que no tenga algo bueno, ni libro bueno que no tenga algo malo”.
Acumular la información, conservar la información que una mente o un colectivo, heredando siglos o milenios de tradiciones, es absolutamente necesario. Si recordamos la frase de Cervantes, debería ser un toque o aldabonazo, para plantearnos cuántos libros, editados o no, cuántos manuscritos, no publicados se perderán cada año, cada década, cada siglo.
Pueden que esos libros sean malos, pero tendrán algo bueno. Quizás, con las tecnologías de hoy, podrían permitirse, guardarse y conservarse, quizás en forma o vía Internet, sin entrar por ahora en las limitaciones y vulnerabilidades de estos sistemas…
Puede que uno entre cien de esos libros considerados malos, quizás uno entre mil, dentro de un siglo se vería algún nuevo aspecto de y sobre la realidad, sobre el trozo de realidad que esos libros aborden. Quizás hoy, la humanidad puede plantearse, que toda producción cultural, realizada hoy, se puede conservar para el futuro. Quizás antes, antes jamás se podía o podría plantear o replantear, pero quizás hoy sí.
– Cuándo pienso en las grandes bibliotecas del mundo, la del Vaticano sería una de ellas, siempre pienso, que pueden quedar legajos, manuscritos, páginas sueltas perdidas en algún cajón o anaquel, que debería recuperarse. Quizás existan pequeños tesoros escondidos, en bibliotecas y archivos del mundo, en bibliotecas reducidas particulares… Al final, no olvidemos, lo que hace un siglo aproximadamente sucedió en el Monasterio de Santa Catalina de Alejandría en el Sinaí, que estaban utilizando un manuscrito de la Biblia, si no recuerdo mal, una de las Biblias más antiguas del mundo, como papel para limpiarse las posaderas…
Hasta dónde sabemos, cada ciudad del imperio romano, de un cierto nivel, tenía su biblioteca, algunas enormes, como la heredada del imperio ptolemaico en Alejandría. Vinieron las épocas posteriores, y apenas ha quedado casi nada del mundo grecorromano, de mil años de civilización, al menos, sin entrar en la cuestión del imperio bizantino, han quedado obras de unos mil autores, unas miles de obras de todos los autores, más miles de fragmentos… Es decir, casi nada.
Esto debería servirnos de reflexión, para intentar, por un lado, todo lo que existe y se conoce que existe, primero saber lo que existe en el mundo, en cada una de las bibliotecas o archivos del mundo. Segundo, intentar pasar todo a nivel informático o escanearlo y después publicarlo en la esfera de lo virtual, y mostrarlo en Internet, pero esta solución tampoco puede ser la definitiva, porque si hubiese un accidente mundial informático, se perdería todo. Tercero, conservar todo lo que se realice, de una forma o de otra. Es decir, tener la voluntad de conservar todo lo que se produzca, aunque sea en imágenes, y para eso plantearse nuevos métodos para poder conservar todo, aunque sea en forma virtual…
O dicho de otro modo, existe mucho material, incluso en forma de libro, sea de papel o en soporte electrónico, que hasta ahora se indica que su perdurabilidad no pasa de veinte años, que no se conserva en las bibliotecas, quizás porque crean que es un material no apto, o no válido o sin valor. O dicho de otra manera, no se conservan libros publicados con depósito legal que consideren fotocopias, o muchas ediciones de autor o de autoedición, realizadas por editoriales mínimas, sin venta, o ediciones con soporte material electrónico o…
Para terminar, deberíamos hacernos la pregunta, al final, la industria cultural, tiene sus leyes y sus reglas y sus normas, y quizás, lo que interese al público o al gran público, y a los inversores de la industria cultural, no coincide exactamente con la verdad y el valor del pensamiento y del conocimiento en todos los temas. O dicho de otro modo, si solo se publicasen las matemáticas que entiende la población en general, no se podría conservar, miles de artículos científicos de la matemáticas, que solo entienden, solo conocen, solo les interesa a unas docenas de personas.
Posiblemente con la cultura en general, suceda lo mismo. Quizás obras, en distintas temáticas, que los promotores industriales, no pueden publicar porque perderían dinero, que el público en general, no les interesa, ni siquiera el público especializado en esos temas o interesados en ellos, quizás, existan obras, que no interesen a ninguno de esos sectores, pero que lleven en sí, innovaciones y concepciones y conocimientos, que en parte serán verdaderos y bondadosos, y la sociedad y la humanidad, tiene derecho a guardarlos y conservarlos, y quizás, dentro de cien años sean revalorizados…
Pero si estas obras, nadie las conserva, se perderán, qué quedará de ellas, pues posiblemente nada. Quizás solo suceda esto en una obra de cada diez mil. Pero dónde está o estará esa obra de las diez mil. Por tanto, habrá que conservar las diez mil, para que el futuro sea capaz de descifrar la una, esa una o esas tres…
http://personal.cim.es/filosofía © jmm caminero (28 noviembre-10 diciembre 2018 cr). Fin artículo 1.474º: “Creaciones: Biblioteca Apostólica Vaticana”.