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(Juan Luis Cervera/ Estudiante de Periodismo en la UMA) Marina Dolgopol, directora de CEETA (Centro de Estudios Especializados en Trastornos de Ansiedad) en España, explica que el 53% de los usuarios de telefonía móvil sufre miedo o ansiedad cuando «pierden su teléfono móvil, se les agota la batería, el saldo, o no tienen cobertura en la red». Esto es lo que se conoce con el nombre de nomofobia.
Según un estudio realizado por Statista a personas mayores de 16 años, los españoles pasan 02:11 horas de media conectados a la red. Dicho análisis sitúa a España como el quinto país que hace un mayor uso del teléfono móvil.
Atendiendo a este estudio, cabe cuestionarse si los españoles padecemos o no una adicción al smartphone. Según la RAE, la adicción es la “dependencia del consumo de alguna sustancia o de la práctica de una actividad”, pero muchos psicólogos constatan que solo podemos hablar de adicción cuando se ejerza un uso problemático de la tecnología que derive en un síndrome de abstinencia.
En cuanto a una mala praxis tecnológica se refiere, la ciberseguridad se ve mermada. Nuestros datos personales quedan a merced de internet y de los hackers. Además, continuamente recibimos publicidad abusiva como consecuencia de las cookies.
Muchas familias han optado por tomar medidas, y es que los niños y niñas que se encuentran en etapa de crecimiento y maduración acostumbran a tener un dispositivo inteligente entre sus manos cada vez a más temprana edad, lo que provoca males de vista, además de afectar a su relación con el entorno social.
Los avances tecnológicos han facilitado y mejorado nuestra vida. En total, son 4.000 millones de personas las que utilizan internet, es decir, más de la mitad de la población mundial. Muchos adolescentes han encontrado en la tecnología una forma de apaliar los problemas y de esconder la realidad; jóvenes que pasan más de diez horas al día jugando a la consola, sin responsabilidades y sin inquietudes.
En muchos casos, estas aptitudes suelen estar relacionadas con el estrés, exclusión social o con una vida sedentaria. «Cada vez más niños y adolescentes acuden a los colegios con las consolas portátiles. Se aíslan y participan poco de los juegos de equipo», afirma Pilar Hernanz, psicóloga de educación y directora del gabinete de orientación del colegio Mater Immaculata de Madrid.
Otros se han convertido en adeptos de la propaganda de las redes sociales hasta el punto de volverse esclavos de su propia imagen. Instagram, Twitter, Snapchat e incluso Facebook han establecido cuáles son los parámetros de belleza: clichés, estereotipos, prototipos y todo lo que tenga que ver con la norma. Según una encuesta realizada por Tiendeo, las redes sociales ocupan a los españoles una media de 46 minutos durante las vacaciones.
No todo es contraproducente. Algunos estudios como “El potencial educativo de los videojuegos en la enseñanza de las ciencias sociales”, de García Lafuente, demuestran que los videojuegos reactivan la capacidad creativa. “Los videojuegos pueden ser utilizados como herramientas educativas”, declara Hoyos Melo, psicólogo de la Universidad Nacional de Colombia.
Según un informe de la administración de redes sociales Hootsuite y We Are Social que recoge los datos obtenidos en más de 200 países, 27 millones de españoles entran a redes sociales diariamente. La agencia Ipsos ha realizado una investigación dirigida por la doctora Nancy Etcoff, experta en el comportamiento de la mente humana por la Universidad de Harvard, que determina que muchos de los usuarios anteponen el uso del teléfono a la relación con sus seres queridos.
La satisfacción inmediata es otro “manjar” del que disfrutar, como puede ser, por ejemplo, pedir un Glovo o ver una serie de Netflix en un día, es decir; la tecnología ha dado a luz a la inmediatez.
El móvil ofrece multitud de posibilidades de uso, pues existen aplicaciones para apaciguar el aburrimiento, informarse, consultar dudas, contactar con nuestro hermano que vive en el extranjero, reservar una mesa para una cena de dos personas, buscar trabajo, llamar a emergencias, pedir un Cabify, solicitar una consulta e infinidad de cosas, pero… ¿Dependemos de la tecnología para ello?