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M.I. y Rvdº. Sr. Fray Enrique Bermejo, Custodio e los Santos Lugares.
Rvdº. P. D. Manuel Santana.
Hermanos y hermanas de Jesús. Peregrinos que habéis querido acompañarnos en Tierra Santa.
Cerramos, esta noche, la Peregrinación a los Santos Lugares que la Real Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno ha realizado, en este año de 2019, a Tierra Santa. Cumpliendo un viejo sueño acariciado durante muchos años por varias Juntas de Gobierno, hemos tenido el orgullo, el honor y la alegría de cumplir con este ansiado momento. Un orgullo, un honor y una alegría que esta noche ha querido compartir con nosotros una persona tan ilustre como Fray Enrique Bermejo, Custodio de los Santos Lugares y, tal vez, uno de los mayores expertos en Tierra Santa.
Cumpliendo el mandato bíblico, llegamos hace cuatro días a este bendito lugar del mundo en el que Jesús, el Divino Maestro de Nazaret nació, creció, inició su vida pública, predicó la Fe que profesamos y murió para redimirnos a todos, Resucitando al tercer día. Tal y como había prometido…
Tras aterrizar en Tel-Aviv, y como aquellos primeros peregrinos de la Edad Media que llegaban en barco, nuestra primera y obligatoria parada fue el Monte Carmelo. Un monte coronado por un templo en el que bajo los pies de la Virgen del Carmen y en la entrada de la gruta de Elías, los místicos versos de San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús, unos compatriotas que además del idioma de la Fe, hablaban también la lengua universal de la literatura, nos dieron la bienvenida. Desde ese momento comencé a sentir que, de alguna forma, nosotros también formábamos parte de este bendito rincón del mundo.
Juntos, nos hemos asomado a la vida del Maestro desde la altura del Monte Tábor. Juntos hemos navegado por el Mar de Galilea, cantando el Himno de nuestra Hermandad y llevando al viento esa bandera morada, que siempre ondea en nuestros corazones y que, junto a nuestra Fe, representa a ese mismo Jesús que reina en San Sebastián y cuya imagen nos ha acompañado rezando el Vía-Crucis por la Vía-Dolorosa con ese “Estandarte Peregrino” que, ya lo podemos decir, ha visitado las tres ciudades Santas de la Cristiandad. Roma, Santiago y, ahora, Jerusalén… Un hito que quedará grabado, para siempre, en nuestra historia.Un hito más en nuestras vidas…
Yardenit, junto al río Jordán, donde vivimos un nuevo bautismo, el Monte de las Bienaventuranzas, Cafarnaum, Caná, en Galilea, donde ocho parejas renovaron sus matrimonios, la Nazaret donde el Ángel del Señor anunció a María, la Jericó del Monte de las Tentaciones y la Higuera de Zaqueo, el Desierto de Judea, el Huerto de los Olivos, y su Basílica de la Agonía, el Muro de las Lamentaciones… Todos estos son ahora nombres, y lugares, que han cobrado para nosotros un nuevo significado gracias a unos días que se resumen en una mañana en el Belén de la Natividad y en una tarde en la Basílica del Santo Sepulcro.
Hermanos, hermanas… Ha llegado la hora de concluir esta Peregrinación que nos ha servido para dar paso a la Cuaresma y también como preparación para vivir con intensidad la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. Siguiendo el Evangelio de San Marcos, juntos hemos subido ya a Jerusalén… Juntos hemos peregrinado a Tierra Santa… Gracias a todos por haberlo hecho posible.
Jerusalén, 28 de febrero de 2019