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(Juan Luis Cervera/Estudiante de Periodismo en la UMA) En ocasiones, los anunciantes de los medios no se limitan a que éstos sean un mero soporte publicitario, sino que tratan de evitar la publicación de asuntos que vayan en contra de sus intereses. Pongamos el ejemplo de los mayores almacenes de España. Encontrar el nombre de El Corte Inglés en cualquier medio de información al margen de la publicidad suele ser complicado.
Muchos directivos, respaldados en los ingresos publicitarios que genera esta entidad, han tratado de silenciar una serie de escándalos que conciernen a esta empresa. Sin duda, El Corte Inglés ha gozado de una excelente imagen entre los consumidores. ¿Será porque rozan la excelencia? Sea como fuere, la empresa dirigida hoy en día por Jesús Nuño de la Rosa controla gran parte de la esfera informativa.
Uno de los escándalos tiene que ver con lo ocurrido con el libro escrito por Javier Cuartas, Biografía de El Corte Inglés. Dicho autor dedicó diez años de su vida a escribir unas 800 páginas que editó Espasa Calpe y en las que se trataban algunos amaños y negocios fraudulentos por parte del hipermercado.
Se tiraron 20.000 ejemplares y ninguno de ellos llegó a las estanterías de las librerías. Supuestamente, se vendieron todos antes de ser distribuidos, aunque, por suerte, una editorial asturiana y otra catalana se hicieron con algunas tiradas.
En 2006, el entonces director de El Economista, Carlos Salas, publicó un reportaje sobre la discriminación laboral que sufrían las mujeres que trabajaban en El Corte Inglés. Tuvo así que justificarse ante quienes le acusaron por atacar a la empresa por el simple hecho de no recibir ingresos publicitarios de su parte.
En palabras de Salas: «Ni se me pasó por la cabeza preguntar cuántas páginas de publicidad nos iba a pagar El Corte Inglés en estos días. Tampoco las contaré el día en que publiquemos las buenas noticias sobre la empresa de Isidoro Álvarez. Solamente le pediré al equipo de redacción que haga su trabajo».
Este caso lo protagonizó un jefe del departamento de El Corte Inglés que acosaba a las trabajadoras. Sin embargo, muchos medios de información optaron por encubrir el nombre de la entidad a la que pertenecía. Estos son algunos de los ejemplos de lo que la prensa publicó en aquellos días:
En cambio, pocos medios optaron por citar el nombre. Este es el caso de InfoLibre, aunque no fuese en el titular, sino en el subtítulo:
Días después, El País atribuyó el cargo a El Corte Inglés.
Pero… ¿Es fundamental precisar el nombre de la empresa por parte del periodista a sabiendas? La respuesta es que sí, pues, de no hacerlo, estaría llevando a cabo una mala praxis periodística en forma de sesgo informativo.
Otro trompazo ético llegó tras el atentado de ETA en Hipercor. Los medios de incomunicación prohibieron a los redactores recordar que Hipercor era una empresa de El Corte Inglés y, por tanto, que se asociase una marca con la otra.
Existen otros casos de grandes marcas cuyos escándalos han sido silenciados, o al menos amortiguados, en el trato periodístico recibido. Entre ellos, ejemplos como el de la compañía Coca-Cola, que vendió agua del grifo como embotellada tras añadirle una serie de compuestos químicos.
Kellogs obtuvo el premio a una de las peores marcas por el alto contenido en azúcar y sal que llevan principalmente sus productos dirigidos a los niños.
Mattel tuvo que retirar medio millón de juguetes por ser tóxicos.
Nestlé fue acusada de emplear mano de obra infantil en sus plantaciones de cacao, además de participar en la deforestación de bosques.
Otro ejemplo de manipulación tuvo lugar el 11 de marzo de 2004 tras el atentado yihadista en Madrid: en las primeras horas, los principales soportes informativos, presionados por dirigentes gubernamentales como Aznar, Eduardo Zaplana y Ángel Acebes, atribuyeron el suceso a ETA.
A las 15:00 horas, los TEDAX y el Comisario General comunicaron que la autoría no podía ser de esta célula terrorista debido al hallazgo de explosivos Goma-2 Eco y una cinta escrita en árabe con referencias al Corán.
Marc Amorós, periodista especializado en la detección de bulos y noticias falsas, apuntó a la cercanía de las elecciones como propulsor de esta intervención política. Posteriormente, El Mundo, Telemadrid y Cope orquestaron una ‘investigación periodística’ para contrarrestar las pruebas encontradas por los especialistas en el lugar de los hechos.
Este empeño por descontextualizar la realidad se convirtió en una teoría de la conspiración con consecuencias reales. La publicación de noticias falsas de forma consciente reside, según Jordi Rovira, en el ámbito económico: “Ir a la contra para un medio es mucho más rentable”.
Esta campaña continuó incluso tras conocerse la sentencia del caso y puso en duda la credibilidad de las instituciones, además de manchar la profesión del periodista. “Para combatir el terrorismo, se precisa colaboración ciudadana y si se pone en duda la rigurosidad de los cuerpos de seguridad, todo se viene abajo”, concluyó Sánchez Manzano; acusado por los medios anteriormente mencionados de desmontar el escenario de ETA cuando, por aquel entonces, era comisario del Cuerpo Nacional de Policía.
El Premio Nobel de la Paz en 2001, Kofi Annan, nos ha dejado una frase para el recuerdo: “Ninguna sociedad democrática puede existir sin una prensa libre, independiente y plural”.