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(Carlos Abásolo/Estudiante de Periodismo en la UMA) Puede que, en la sociedad actual, donde la cultura general ha entrado en un periodo de decadencia en favor de los productos opiáceos televisivos, las personas no conozcan a muchos de los grandes genios artífices de obras maestras.
Tal día como hoy -2 de septiembre de 2019- hace 46 años, J.R.R. Tolkien (o John Ronald Reuel Tolkien) falleció en la ciudad de Oxford a sus 81 años de edad, dejando un legado literario único e inigualable, que cambiaría para siempre las bases del género fantástico.
Nacido en 1892 en Bloemfontein, actual Sudáfrica, con solo tres años de edad, John, Junto con su hermano y su madre, Mabel Suffield, volvió a Inglaterra, país natal de la familia, por motivos laborales.
Arthur Tolkien, padre de la familia Tolkien, permaneció viviendo en Bloemfontein, donde falleció en 1896 a causa de fiebres autóctonas del continente africano. En 1904, Mabel fallece a causa de diabetes con tan solo 34 años de edad, dejando huérfanos a ambos hijos. Desde entonces, John y su hermano Hillary Arthur quedan a cargo del sacerdote Francis Morgan, buen amigo de la familia.
Su pasión por la literatura lo llevó a obtener una beca para al Universidad de Oxford, donde pudo cursar la carrera de Filología Inglesa. Durante sus años de estudiante, desarrolló la creación de nuevos idiomas, y como producto de ello, la creación de una nueva mitología, que posteriormente utilizaría en sus obras literarias.
Durante la Primera Guerra Mundial, participó en la guerra de trincheras -Batalla del Somme- el suficiente tiempo para enfermar y que tuviera que ser trasladado a casa. Sus vivencias en la Gran Guerra inspiraron las posteriores tramas bélicas de su universo literario.
Pasados unos años tras la guerra, en 1925, Tolkien fue nombrado profesor de Anglosajón en la Universidad de Oxford. Allí llevó una vida estable y monótona, y conoció al que consideraría su mentor Clive Staples Lewis (al que conoceréis por ser autor de la saga literaria “Las Crónicas de Narnia”), quien siempre estuvo a su lado durante sus andanzas literarias y de quien el propio John dijo que sin él no hubiera sido posible terminar la obra que comenzó.
A principios de 1930, tras la creación de diversas historias y cuentos de forma aislada, Tolkien prende la mecha dorada y comienza a escribir El Hobbit, una novela que en un principio no se encontraba ligada a la mitología y las lenguas que había concebido, recogidas en El Silmarillion, pero que decidió incorporar a ese universo todavía sin desarrollar, por lo que las aventuras de Bilbo y la compañía de Thorin ‘Escudo de Roble’ pasaron a ser la ‘Ópera Prima’ de Tolkien.
La editorial donde presenta la novela de ‘El Hobbit‘, no satisfecha con el carácter infantil de la obra, solicita a John una continuación para las aventuras del mediano.
Y es aquí donde comienza la forja, la creación, el nacimiento de una estrella: El Señor de los Anillos, que más que una continuación de las aventuras de Bilbo Bolsón, fue una culminación de El Silmarillion. En 1949, tras doce años de trabajo, Tolkien finaliza las novelas del anillo único.
Fue en esta obra donde plasmó toda la imaginación y la maestría que poseía, y que cambiaría para siempre la literatura fantástica.
Más de un siglo después del comienzo de la creación de su universo, Tolkien es considerado como el padre de la alta fantasía, sus obras han sido llevadas a la gran pantalla y han sido un éxito rotundo de taquilla.
Y de ‘El Señor de los Anillos‘… qué podemos decir, que no se haya dicho ya. La gran novela fantástica por excelencia que ha enseñado valores humanos, que siendo de un mundo fantástico, podemos extrapolar a la vida real, que nos enseñó el significado de epicidad, de bondad, de honor, de amistad… y que siempre vivirá con los que tuvimos la gran oportunidad de conocer y ser parte de la Tierra Media.
“Si diéramos a la comida, la alegría y las canciones más valor que al oro, éste sería sin duda un mundo más feliz”. –J.R.R. Tolkien-