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(Anna Cano/Estudiante de Periodismo en la UMA) Nos llevan bombardeando por todos los medios habidos y por haber desde hace meses. El alarmismo innecesario generado por los distintos canales de información deja expuesta, una vez más, la falta de ética periodística y los intereses de los medios privados.
Ahora la pandemia ha llegado a España y hasta los más escépticos comienzan a preocuparse: ¿y si al final no es tan inocuo como decían?
Los datos de Italia revelan una mayor tasa de mortalidad de la que se esperaba y los supermercados están siendo ‘saqueados’ desde el día de ayer: las estanterías vacías recuerdan a los tiempos comunistas en Polonia.
La Junta de Andalucía ha ordenado el jueves por la tarde que se cierren todos los centros docentes y hoy, Pedro Sánchez ha decretado el estado de alarma en España.
¿Vamos a morir todos?
Tarde o temprano sí, pero la probabilidad de que sea por el coronavirus es casi nula.
¿Entonces por qué se están tomando medidas tan drásticas?
La clave principal está en la alta tasa de contagios que tiene la enfermedad y que el sistema sanitario no está preparado para hacer frente a todos los casos que necesitan hospitalización. Para evitar que se saturen los hospitales, lo que se busca es reducir la curva de contagios, para que sea más proporcional y se pueda atender mejor a los casos más graves.
Nos piden que nos quedemos en nuestras casas para evitar ese nivel de contagios desproporcionado y han declarado el estado de alarma para poder hacer frente a una posible crisis, a priori, inevitable. El estado de alarma le permite al gobierno restringir el movimiento de personas, expropiar instalaciones privadas en caso de que las públicas no sean suficientes y asegurarse de que el mercado esté abastecido con productos básicos para toda la población.
El hecho de que cierren escuelas, locales y se apele a que las personas permanezcan en sus casas, no significa que nos vayamos de vacaciones a nuestro apartamento en la playa o de cañas a una terracita. Se trata, repito, de evitar todos los contagios posibles para evitar saturar el sistema sanitario.
—Pero a mí no me va a pasar nada si me contagio.
A ti quizás no, pero a tu padre que tiene problemas cardíacos o a esa amiga que tiene diabetes, se le puede complicar bastante la cosa. Señores: no sois el ombligo del universo.
Así que tengamos un poquito de sentido común y quedémonos en nuestras casas por el bien de todos, al no ser que de verdad queramos que esto se convierta en un drama sin precedentes.