La vida es una mueca

Tiempo de lectura aprox: 2 minutos, 28 segundos

(Antonio Gambero Galdeano) Estresado. Mareado. Con ansiedad, pero me mantengo. Son las 23:14 y acabo de enviar ese trabajo de la universidad que tanto me ha costado hacer. Todavía no me manejo muy bien con esto de los trabajos ‘online’ en grupo. Soy más del contacto con la gente. Estar en la facultad escribiendo con mis amigos cada uno nuestras partes mientras pedimos un capuchino de avellanas en la máquina de cafés entre medias. Resoplidos, exhalaciones, risas, caras divertidas. Todo muecas, cómo no.

Ahora ya no hay nada de eso. Hago quedada de Skype con los compañeros, mi teléfono está enchufado a la corriente 24/7 y los ruidos por la mañana hacen que no me concentre. Nunca me ha gustado trabajar en mi casa. Me desespero. Muecas, como no.

Frunces el ceño. Piensas que no te mereces nada por lo que estás pasando y la situación te desespera. Pero llega tu hermana y te propone un plan.

  • Tío, voy a hacer magdalenas con plátano y avena. Es una receta fit, a ver si así adelgazamos un poco, ¿Te apuntas?
  • Bueno, no tengo nada mejor que hacer. Va.

Me sorprende mucho. Ella nunca es así. Más bien al contrario. Demasiado arisca. Pero vamos a hacerlas.

Al principio me aburre mucho ¿Batir huevos? ¿Mancharse de harina? ¿Para qué? ¿Acaso la cuarentena me está afectando hasta tal punto de tener que hacer esto?

Pero mi hermana pone esa canción de J Balvin que tanto me gusta oír.

  • Vamos ¡Menéate un poco!
  • Tú lo que quieres es grabarme para subirlo luego a tu Instagram, ¡Que te conozco!
  • ¿Yo? ¿Pero por quién me tomas? ¿Por una hermana que te quiere putear?

Abusa siempre que estoy con ella: (Oh)

Hazle caso, si no te estrellas (Oh-Oh)”

Y de repente esas muecas de aburrimiento, desesperación y ansiedad pasan a ser de resoplidos, risas y felicidad. Mi hermana y yo empezamos a bailar mientras encendemos el horno, no sin exclamar minutos después un grito que retumba por toda la casa cuando olemos algo no muy prometedor.  Las magdalenas se han quemado. Mamá nos va a pegar la regañina del siglo. Muecas de felicidad se tornan a miedo y nervios.

  • No nos hemos dado cuenta. Ha sido sin querer.
  • Bueno, os lo dejo pasar si me dejáis unirme a vosotros ¡Que yo también puedo ser moderna!

No nos los terminábamos de creer. Y como si no hubiese pasado absolutamente nada, empezó a seguirnos el ritmo, bailando incluso mejor que nosotros.

Si no hubiera cuarentena, cualquiera diría que va a ir al centro a bailar esta noche.

  • Bueno, vamos a probarlas. A ver si por lo menos están pasables.

Las quitamos del horno apagado hace unos minutos y me dispongo a coger una de las magdalenas. Todavía queman.

  • ¿Y bien? ¡¿Cómo están?!
  • (Frunco el ceño) Malísimas.
  • El carbón de los Reyes estaría más bueno que eso. Dice mi hermana.

Y las risas vuelven a contagiar toda nuestra casa. Esto es lo nunca visto. Muecas de mal sabor y de risas se combinan con un momento familiar que muy pocas veces hemos podido tener.

  • Mamá, ¿Por qué no te has enfadado? Le dije antes de cenar ese mismo día.
  • Muy simple hijo. Era la primera vez en mucho tiempo que os veía hacer algo juntos. Estabais tan felices bailando y cocinando. No podía arruinaros eso (Empieza a llorar).
  • Mamá….

Y de esta manera, mientras mi madre se emociona con algo tan simple como hacer magdalenas con mi hermana, el abrazo justo antes de que mi hermana salga de la ducha. Muecas de emoción, ilusión y tranquilidad rodean nuestra cara.

Vamos a cenar. Pero con la tranquilidad de que, de alguna manera u otra, la cuarentena ha sacado lo mejor de nosotros. De mi hermana, mi madre y yo.

Es curioso cómo, incluso en los momentos más agobiantes en donde no vemos más que desánimos, podemos vivir algo que jamás olvidaremos.

Porque en eso consiste la vida. De muecas. Esas muecas de desagrado al probar las magdalenas quemadas, al quedarte estupefacto con proposiciones que nunca has oído de tu hermana, al darte cuenta que tu madre también puede sorprenderte….

En definitiva, esas muecas que nos marcan el camino. A la felicidad de ti y los de tu alrededor. El dejarse llevar para que el futuro te sorprenda. Y como un pronóstico de lo que iba a ocurrir, J Balvin lo decía.

“Hazle caso, si no te estrellas (Oh-Oh)”

¿Y ahora qué? ¿Vas a seguir lamentándolo más?