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“Debajo de las multiplicaciones
hay una gota de sangre de pato
Debajo de las divisiones
hay una gota de sangre de marinero
Debajo de las sumas, un río de sangre tierna;
un río que viene cantando
por los dormitorios de los arrabales,
y es plata, cemento o brisa
en el alba mentida de New York”
Federico García Lorca
El origen del virus es biológico pero los efectos de la pandemia tienen un doloroso carácter de clase social.
El coronavirus arroja ya un creciente saldo de varios millones de contagios y la cifra de fallecidos sigue su persistente y siniestro camino hacia el medio millón. Es la primera epidemia de alcance global que afecta a todos los rincones del planeta, a EEUU y a China, a los países dependientes y a los independientes, a los cinco continentes.
Ciertamente, el origen del virus es natural pero las consecuencias para cada uno están marcadas por un abismo de clase social, que no es nada natural. La clase social a la que perteneces determina tus posibilidades de contagio y tus probabilidades de sobrevivir. Y si esta crisis tiene unos efectos mucho más demoledores que la de 2008 es porque se ha paralizado o semiparalizado, de golpe, la producción y distribución de mercancías, la base de toda la economía capitalista.
Unos han optado por mandar a los obreros de vuelta al trabajo, pese a los riesgos, para salvaguardar sus ganancias. Lo que ha puesto de manifiesto quiénes son los trabajadores esenciales y cómo se puede prescindir de banqueros y oligopolios. La dimensión de las pérdidas anunciadas, y del descenso de la tasa de ganancia, anticipan la virulencia de la crisis capitalista que la pandemia va a generar. Una feroz batalla por dilucidar quién va a cargar con ellas.
Es decir, colocar la bolsa por encima de la vida, en frase de Paul Krugman, “morir para salvar el Dow Jones”. Por eso, EEUU reanuda la producción a pesar de ser el país con más muertos del mundo y de que la cifra de sus fallecidos aumenta constantemente. Ya dijo Trump que podría haber de 100.000 a 250.000 muertos en Estados Unidos, pero no era razón para paralizar la producción.
No es un Trump excéntrico. Es una decisión consciente de la burguesía monopolista estadounidense. Es un simple cálculo de pérdidas y ganancias, “no es nada personal”. Según dicho cálculo, “el coste de una vida humana perdida sería de 9,3 millones de dólares”, por lo que, para ellos, será más rentable dejar morir hasta 500.000 personas que el coste que les supondría paralizar la producción para evitarlas.
Eso sí, todas las burguesías monopolistas del planeta están imponiendo un masivo endeudamiento del Estado, para que asuma las pérdidas -manteniendo sus beneficios- y las “socialice”, es decir, obligue a toda la población a pagarlas. Estamos viviendo la mayor inyección de dinero público en la economía de toda la historia del capitalismo. Son 29 billones de dólares los recursos públicos que ya se han movilizado. Y esa cifra va a aumentar.
Pero, en los hechos, quien se lleva principalmente el dinero público no somos la mayoría de la gente, los que realmente lo necesitamos. En EEUU, el 70% se lo llevan los bancos y oligopolios. Y en Europa, el BCE va a entregar 3 billones a los bancos a tipo negativo, es decir pagándole dinero por recibirlo, todo un subsidio. Quien va a recibir más ayudas de la UE va a ser Alemania, al imponer el criterio de población y de contribución al presupuesto comunitario. Las ayudas solo podrán utilizarse para lo que la UE diga, y serán a cambio de “realizar las políticas y reformas adecuadas”. Los préstamos de la UE los deberemos devolver, pero también las ayudas “a fondo perdido”.
Un inevitable y mayor endeudamiento con la ayuda de Europa pero para aceptar nuevos recortes. Lo que nos quieren imponer -como si fuera algo “natural”- es un proyecto basado en tres ejes: un masivo gasto público del Estado, en base a un mayor endeudamiento., utilizando algunas medidas sociales -renta mínima- para ocultar que ese dinero va a dirigirse principalmente a proteger los negocios de la oligarquía y el capital extranjero.
La imposición de nuevos recortes, que además estén blindados. Ya Patricia Botín ha declarado que “el Estado del bienestar no se puede pagar indefinidamente con deuda”. Y ha exigido un “acuerdo político” para emprender “cambios estructurales” con amplios consensos para que sean irreversibles.
Y la apertura a una mayor entrada de capital extranjero, aceptando que un rescate europeo con condiciones será inevitable. Porque están dispuestos a entregar una porción mayor de la riqueza nacional al capital extranjero. Y reclaman una mayor intervención exterior de la UE para que imponga nuevos recortes.
Este proyecto ya está cuantificado y tiene plazos: imponernos una nueva “década de recortes”. Que viene acompañada de una cortina de humo, una orquestada ceremonia de la confusión, donde toda la atención debe concentrarse en las manifestaciones de Vox o en cualquier nuevo escándalo diario que saquen para que lo principal quede oculto, impidiendo que tomemos conciencia de lo que se nos viene encima.
El Banco de España o la AIReF ya han anunciado una década de recortes. Son organismos de la oligarquía española, pero principalmente de los centros de poder mundial y europeo. El Banco de España es ya una sucursal del Banco Central Europeo, y la AIReF fue una imposición del “rescate” de 2012 y producto del siniestro cambio del artículo 135 de la Constitución. Tales elementos han cuantificado los recortes: entre 6.000 y 10.000 millones cada año. Eso supondría que, contando los diez años, se ejecutarían recortes por un valor cinco veces superior a la suma de todos los recortes ejecutados en sanidad desde 2010.
Pero como ha sucedido desde 2010, lo que ocurra en España va a estar determinado por la disputa entre el avance del proyecto hegemonista de saqueo y degradación y las resistencias que levanta a su paso. Y vuelve a tener el mismo punto débil que en 2010: su proyecto, ahora si cabe con mayor agresividad, atenta contra los intereses fundamentales del 90% de la población española.
A pesar de los intentos por minimizarlo, a cada salto en los recortes le ha sucedido un avance del viento popular y patriótico. Un viento que ha sido, y sigue siendo, un protagonista activo en la lucha contra los recortes, y que en los años pasados ha obtenido victorias, como la derogación de la reforma de las pensiones de Rajoy y la subida del salario mínimo. Un viento que sigue expresándose en una mayoría progresista que condicionado la actual política española. Un viento creciente que respalda las medidas encaminadas a redistribuir la riqueza.
“No, no; yo denuncio,
yo denuncio la conjura
de estas desiertas oficinas
que no radian las agonías,
que borran los programas de la selva,
y me ofrezco a ser comido por las vacas estrujadas
cuando sus gritos llenan el valle
donde el Hudson se emborracha con aceite”
Federico García Lorca
Eduardo Madroñal Pedraza