Tiempo de lectura aprox: 3 minutos, 3 segundos
Unos padres que quieren para sus hijos la educación de calidad que, sin duda, merecen y además supone una obligación inherente a su condición de progenitores, amparada por un marco legal donde el absentismo escolar puede ser sancionado con multas, penas de cárcel o incluso, en caso extremo la pérdida de la patria potestad.
Se enfrentan en estos días a una difícil y complicada decisión. Por un lado les llegan mensajes que invitan a la insumisión en una vuelta al cole, que como poco es improvisada, donde los gobernantes no han hecho los deberes en tiempo y forma, dejando para Septiembre atropelladas soluciones a algo totalmente previsible hace meses, adornadas por una falta de previsión y de concreción evidentes. Donde cada comunidad autónoma se quiere autoadjudicar la versión mejorada de los planes del gobierno central, dejando entrever la posibilidad de que podamos estar en manos de visionarios o autores de fórmulas magistrales que puedan responder a los intereses de cada comunidad autónoma . Un gobierno que transmite la auténtica necesidad de llevar los niños a las aulas, evidenciando la presencialidad como piedra angular del sistema educativo y subrayando la equidad y la igualdad de oportunidades como el necesario ADN de una escuela pública que en los últimos tiempos ha recibido demasiados latigazos, menosprecio y ninguneo de las distintas administraciones, y que tristemente AMPAS, colectivos profesionales y padres se han acostumbrado normalizarlo, instalados en una cómoda apatía vestida de conciliación.
Pedagogos y psicólogos ensalzan la socialización como motor para el desarrollo de niños y jóvenes, además de lo conveniencia de una relativa normalización de situaciones de prevención en unos centros educativos que los recibirán, siendo por la situación determinada por la pandemia muy diferentes a los que dejaron en marzo y donde se hace necesario, casi imperativo, aparcar miedos y alarmismos, casi tan peligrosos y contagiosos como el propio virus COVID-19 , salvando las distancias.
Son frecuentes comentarios que pretenden desnatar la situación con preguntas punzantes del tipo: “Si habéis tenido todo el verano a los niños jugando en los parques con otros niños, a que viene esos miedos a estas alturas”, aderezado por unos negacionistas que hasta hacen manifestaciones.
En este inestable e incierto contexto surgen distintas plataformas que en un ¡¡ BASTA YA¡¡ de falta de medios, promesas incumplidas, falta absoluta de previsión en una asignatura que los políticos han dejado para Septiembre y no progresa adecuadamente, docentes rehenes y sufridores de una situación potencialmente peligrosa que trasladan a padres y personal de servicios complementarios, reticentes a asumir presuntas heroicidades ( por supuesto huérfanas de pluses de peligrosidad), caracolas y diferentes déficits estructurales de medios materiales y humanos, Ayuntamientos que se ponen de lado con el manido capote de la diferentes competencias, mil veces utilizado como excusa, intentando justificar nulas actuaciones ante problemas y necesidades acuciantes en los centros escolares de su municipio, llenos de futuro y por supuesto de futuros votantes de esos que hoy dejan de lado o atienden a medias.
En esta situación que si bien no es de ahora, porque la dura realidad aventaja a la planificación educativa en, al menos, una década y donde la palabra tabú es claramente RATIO. Al parecer nadie habla de soluciones, de auténtica necesidad, si hablamos de prevención y buen criterio educativo. ¿Es realmente impronunciable, inabordable, inasumible, inaceptable?.
El vaso de la paciencia y la moderación se ha visto colmado por la incierta realidad sanitaria. Mil veces vestido por la administración de diferentes y a veces peregrinas e imaginativas razones para dejar a la Educación Pública en los asientos traseros de la planificación de recursos de un erario público, que demasiadas veces se desvía a intereses particulares (lo que también hemos normalizado para nuestra vergüenza) antes que a invertir en futuro, en este caso educacional y de formación. La situación sanitaria ha venido a poner la espoleta en una bomba recalentada en exceso por lustros de dejadez y falta de inversión adaptada a las necesidades reales, enmarcado además en la evidencia de no poder sumir el riesgo 0 por parte de las distintas administraciones educativas y sanitarias, donde la prevención es la única arma en el devenir diario.
Dicen que la protección de la salud de nuestros menores prevalece ante la obligación de procurarles esa educación que tanto enfatiza la normativa vigente como necesaria y obligatoria, igualmente que resulta sobrecogedor que en unas instituciones educativas que están creadas para formar personas felices, sean precisamente los lugares en el que algunos alumnos encuentran dolor, angustia, desesperación e, incluso, la muerte en los casos de acoso escolar. Si es obligatorio ir a la guerra señores políticos, dennos fusiles y balas, no solo banderas, uniformes y cánticos de positividad.
En una realidad donde los comportamientos irresponsables alimentan los rebrotes, se nos sugiere como necesario, casi irrenunciable, enviar a nuestros hijos a un cole potencialmente peligroso y claramente estresante a nivel psicológico, con unas normas muy definidas, explicarles que es por su bien y restarles miedo e incertidumbre, esos que debemos esconder ante ellos como verdaderos referentes (se nos supone) de firmeza, buen criterio y constructores de sólidas y siempre oportunas decisiones. Aguantando impasibles ante esas caritas tristes, llenas de dudas y preguntas: ¿Cuándo volvemos al cole?, ¿Cuándo volveré a ver a mis amigos?, ¿Cuándo va a terminar esto?, ¿Por qué no podemos ir a casa de la abuela.?
Os invito a una profunda reflexión, pronto os llegará la GRAN PREGUNTA.
Miguel Gallardo.Presidente.FEDERACIÓN COMARCAL AMPAS COSTA DEL SOL.