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(Miguel Gallardo Elena) Una realidad que, de forma sibilina y constante, a base de incesantes descargas de idearios, alusiones y mensajes subliminales, intenta seducir a cada minuto nuestra opinión. Pseudo héroes mediáticos que graban sentencias en paredes reales y virtuales, abanderados de causas que nos venden como la sexta esencia realidades ocultas y sobre todo, alarmantes para una sociedad que se tambalea, según ellos, a cada minuto.
Se nos está imponiendo a cada momento el llamado FRENTISMO, donde la moderación, el sentido común y el criterio personal no tienen cabida. Así mismo, asistimos impotentes y con la clara sensación de que alguien maneja la puesta en escena de esta peligrosa tragicomedia social; el flagrante intento de dividir a los ciudadanos de este gran país en bloques antagónicos.
Verdaderos conductores de radicalismos se alimentan de forma constante y casi feroz de un populismo encrespado, saliendo a la caza de incautas mentes de fácil manipulación, para convertirlos en tropel de acólitos con poco o ningún sentido de crítica y no muy complicados de influir en pensamientos y acciones que sus idolatrados “cazadores” les insertan, con marcados tintes de una especie de síndrome de Estocolmo permanente que se manifiesta por una voluntad férrea de seguir al abanderado, con la ceguera e intensidad propia del esclavo mental, que solo obedece y defiende hasta lo insospechado, las ideas y las opiniones que les han inculcado al dictado y donde la propia reflexión queda amputada y el sentido común, ni está, ni se le espera.
Porqué tenemos que elegir entre el estás conmigo o estás contra mí.? Porqué el centrismo y la moderación no pueden subsistir donde izquierdas y derechas están siempre a la gresca, afilando sus garras dialécticas con el manido “y tu más” como arma arrojadiza y el constante revivir de heridas pasadas.
Una ausencia total de respeto por la opinión y los argumentos del otro se ha instaurado en nuestra clase política que con demasiada frecuencia se traslada a nuestras calles, nuestros colegios y nuestra siempre adicta a modismos, vida cotidiana.
Son el insulto, el señalamiento y la inquisitiva acusación uvas de la mejor cosecha argumental de nuestros electos próceres.? Políticos mediocres de gestión y de planteamientos en un hemiciclo o parlamento cualquiera, colorido puzzle de sensibilidades y filiaciones de escasa o inoperante función, salvando la excesiva tendencia al insulto y al menosprecio del rival, en vez de afrontar las medidas que deberían tomar en un país de acuciantes necesidades sanitarias, económicas, educativas sociales y culturales. Azotado por el desgarrador látigo de una pandemia que no cesa y por la escasa altura política y la inaceptable diarrea verbal de sus dirigentes.
Quién mueve los hilos.? Miedo me dan radicalismos incontrolados y populistas, aderezado por la mediocridad política y la hidra que a nivel sanitario nos muerde con avidez cada día.