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No termina de sorprender e incluso preocupar la estrategia de algunas sensibilidades políticas para mantenerse en el candelero o procurarse un autobombo publicitario, instalados en un populismo constante y machacón.
Una estrategia que de repente se persigue consolidar en una repentina erupción de españolismo y un rebrote de añejo frentismo, donde se debería consolidar a estas alturas de la película, la tan deseada y oportuna conciliación entre bandos que se tiraron los tiestos (y algo más) hace más de 80 años y que aún no hemos terminado (desgraciadamente) de superar.
Autoproclamados como abanderados del verdadero ser y sentir del (según ellos) gen hispano, acusan una y otra vez con pertinaz encono al gobierno actual de pactar con terroristas e independistas, en esa descalificación que como martillo pilón adorna la opinión de unos motivados seguidores, que un día y otro también tocan a rebato, en calles, plazas, balcones y en esa enorme y pública pizarra de opiniones que se ha dado en llamar redes sociales, donde se empeñan en plasmar agujeros mediáticos y sentencias lapidarias. Es de poco práctico construir una moción de censura, sabedor que tienes muy pocas posibilidades de ganarlas. No deja de ser un extraño canto al sol o simplemente una retorcida forma de publicidad, gastando tiempo y dinero de las arcas públicas en dar trámite a esta presunta patochada.
La actual y consolidada democracia permite e incluso propicia que haya partidos que propugnen la independencia, retorciendo la condición del estado de las autonomías, yendo un paso más allá, propiciando un conflicto que aún está muy lejos de resolverse, pero abiertos a posibles pactos, que desde las diferentes posturas, se ven con diferente perspectiva y que el tan necesario pacto de estado, en situaciones como la que nos ocupa, podría haber evitado, sin duda.
Otro frente de acción de estos pretendidos salva patrias, es el procurar un inoportuno juego con los sentimientos de las personas que padecieron en sus carnes la dolorosa e injustificable sangría de los etarras y que bastante dolor rezuma, para que se erijan en defensores de estas personas (que por cierto no se lo han pedido) y su sufrimiento. Que ETA renunciará a las armas fue una victoria de la democracia que nació al amparo de la constitución del 78, que aprobamos por amplia mayoría los españoles.
El arco parlamentario propició que se les ofreciera la vía de la palabra y se les admitiera en ese multicolor foro que configuran las cortes parlamentarias, como un partido más y por tanto en la palestra de posibles pactos, al mismo nivel que los que se alinean en su bancada. Pero al parecer pactar con ellos es el devenir normal y recomendable de las cosas, lo otro, en cambio, es casi una herejía.
Necesitamos como nación, cicatrizar antiguas heridas de guerra, de una guerra incivil que todavía tiene asignaturas pendientes, conciliar opiniones y construir entre todos un futuro mejor para unos españoles que adolecemos a veces de sentido común, siendo muy proclives a los tentáculos del fanatismo y a encresparnos con demasiada facilidad. Por favor, no juguemos con sentimientos ni recurramos a proclamas inflamadas de odio, revanchismo y oportunidad política. El sufrimiento debe madurarse no utilizarse.