LIBRO: ‘Yo, madre de un adicto’

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«Nada está perdido si se tiene el valor de proclamar que todo está perdido y hay que empezar de nuevo».

Con esta cita de Julio Cortázar empieza su libro Desirée Bujanda Misle, madre autodidacta en el mundo de la adicción y codependencia «por un giro inesperado en su vida», como lo expresa la autora. Su vehemencia en la lucha contra el estigma, le conduce a escribir un testimonio que recoge la experiencia vivida con su hijo adicto. En palabras del prologuista, «la autora se propone compartir su experiencia porque el proceso de la recuperación familiar requiere información clara, directa y digerible, que haga posible la aceptación de la enfermedad, para convertirse en aliados del tratamiento».

Bujanda no se anda con rodeos y desde la primera página se define como «una mamá codependiente emocionalmente de mi hijo adicto». La autora sabe que solo reconociendo el trastorno que sufre la familia a causa de la convivencia con el adicto, pueden empezar a recuperarse: «Aprendí a entender la enfermedad, a rescatar el amor al hijo, a sanar en familia, y a soltar culpas, estigmas y prejuicios». E insiste en que «sí es posible ayudar al adicto, sí podemos ayudarnos a nosotros mismos».

Al principio relata cómo se sintieron al descubrir que su hijo consumía. Sus dudas, su angustia, su búsqueda de culpables en los demás. Como la mayoría de los padres de personas adictas, consideraron «que sus amigos eran culpables de la adicción, a quienes veíamos como personas indeseables y tóxicas», sin embargo, más tarde «fue surgiendo un sofocante sentimiento de culpa que nos atormentaba, que no nos dejaba vivir, que nos empujó a buscar en un baúl lleno de muchas cosas, de infinidad de recuerdos, momentos, eventos, que nos hizo recorrer la vida desde el nacimiento de nuestros hijos».

A medida que conocemos su historia, vamos identificando muchas de las inquietudes que compartimos en las terapias de familia, los primeros pasos de unos padres perdidos y el espíritu de una madre que va a tratar de tener el control de cada uno de los detalles. «Mi esposo y mi hijo mayor acudieron a consulta con el psiquiatra, para lo cual les di instrucciones. Desde el primer día asumí el control y planificación de lo que debíamos hacer, pero ignorando que nada dependía de mí ni de mi afán de control». Ella, como la mayoría de nosotros, sintió durante un tiempo una intensa vergüenza que como define, «me hizo sentir, por una parte indigna y atemorizada frente a la posibilidad de ser descubierta y, por otra, culpable porque pensaba que era inaudito que una madre sintiera vergüenza de su hijo».

Hay pasajes en el libro en los que descubrimos el poder del autoengaño, nuestra capacidad para negar lo más evidente, incluso el resultado de una prueba de orina: «Llamé al médico y le dije que el laboratorio no es confiable. También hablé con el bioanalista, le refuté y le dije que entendiera lo importante que era para mí que el resultado fuese fiable, sin posibilidad de errores». Bujanda se va «desnudando» en cada una de las páginas. Sabe que solo así puede ayudar a que otros padres se vean identificados en el proceso. Como también es consciente de que la única manera de acabar con el estigma es haciendo visible la realidad sin miedo.

Mientras avanzamos en la lectura, la incertidumbre, la angustia por no saber si el hijo reconocerá por fin su adicción y las constantes referencias con las que uno se identifica, hacen que no se pueda abandonar el libro ni un minuto. Poco a poco, la historia se va resolviendo y con ella la autora nos va dando una valiosa información sobre cuáles son los pasos que hay que dar para lograr una recuperación total.

Un libro indispensable para el que esté viviendo de cerca la adicción de un ser querido. Una joya para aquellas personas que, como nosotros, han pensado que amando mucho se puede salvar al paciente. «»El que ama asiste», no controla, no persigue ni es cómplice… Visualizar y aceptar esto es muy doloroso, pero es verídico. Como en la adicción, en la coadicción también nos domina la negación. En mi caso fui criada por una madre que nos decía que el amor era mayor mientras más abnegado, sufrido y controlador era. De esta manera nos modelaba su patrón de comportamiento en el amor, la codependencia emocional».

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