«La paradoja de Epicuro y el dilema de Job y, VI»

Epicuro - Wikipedia

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Nos reímos, le ponemos zancadillas reales o metafóricas, les cerramos las puertas a un individuo que escribe, en definitiva, el trabajo que realiza no tiene lugar en la cultura humana. Pero después, sucede que ese individuo trabaja, por ejemplo, en medidas posibles para evitar de accidentes de tráfico.

Pero los mismos que le cerraron todas las puertas, y le dejaron en total invisibilidad, les ocurre un accidente a un biznieto de ellos, y entonces, se dicen, Dios no existe, porque mi biznieta se ha quedado paralítica en un accidente de tráfico. Pero no se acuerdan, que quizás, si ellos, no les hubiesen cerrado tantas puertas, a esa persona que escribía sobre este tema y sobre otros muchos, quizás, se habría encontrado una solución. Es decir, el mal, que lo causamos nosotros por comisión o por omisión, después, cuándo sucede, le echamos la culpa a Dios, y encima, decimos o pensamos que es una prueba de la no existencia de Dios. Esto sería, diríamos otra forma de explicar el problema de la Paradoja de Epicuro…

– El siglo veinte con las grandes descubrimientos a y en todos los terrenos, grandes realidades culturales y, en todas las especialidades humanas, también trajeron «campos de trabajo, campos de concentración, campos de exterminio», en distintas geografías físicas y culturales del mundo.

Se ha utilizado en estos ochenta años, de multitud de formas y maneras, que cómo existieron los campos de exterminio, Dios no existe. Y, olvidamos, que Dios, exista o no exista, no fue el que creó esos campos de exterminio. Es más, todo campo de exterminio, va en contra de las normas morales naturales, de las normas morales racionales, de las normas morales religiosas, de las normas morales del cristianismo…

Debemos pensar, no olvidemos, que los grandes campos de concentración, que en Eurasia surgieron en el siglo veinte, nacieron en regímenes sociopolíticos que eran ateos, sin Dios, tanto en sus teorías o ideologías, o en sus prácticas.

De ahí, que muchos pensadores creen, que aunque no existiese Dios, el ser humano y la humanidad necesita el concepto de Dios, un Dios racional y moral, porque es como una especie de contrapeso al poder omnímodo de las instancias reales de las sociedades. Es diríamos una contraprestación, un equilibrio, una especie de crítica y análisis de la realidad sociopolítica. Y, si en una sociedad se instala un poder sin Dios o sin religión, entonces, ese poder no tiene un contrapeso. Y, el contrapeso es necesario para el equilibrio de la realidad social y política, tanto en Oriente como en Occidente, especialmente, de las grandes ideologías religiosas.

– No podemos y debemos olvidar, que al menos, siguiendo la formulación de Aristóteles, «somos animales racionales», Tomás de Aquino, nos diría «que animales racionales con alma».

Al ser animales racionales, toda persona, tiene que intentar armonizar, la realidad física-biológica-fisiológica de su naturaleza, con su naturaleza racional-voluntad-libertad-conciencia. Y, si estimamos que tenemos alma-espíritu inmortal, con esta tercera dimensión del ser humano, de cada ser humano. Pero sin dejar de ser una «realidad única y unida substancialmente», no somos tres cosas sino una unidad.

Esa animalidad, que compartimos con el resto de primates y simios y animales, en mayor o menor medida, siempre está luchando por emerger, o diríamos, ser la que lleva toda la dirección del yo o de la persona. La lucha de cada persona es intentar armonizar la racionalidad con la animalidad, la animalidad con la racionalidad. Y, si se es creyente con la «espiritualidad del alma inmortal». De la desarmonización nacen y surgen enormes males, es decir, de no saber compatibilizar lo inconsciente con lo conciente, etc.

– Ante la paradoja de Epicuro, si se me permite, expondría el siguiente planteamiento para terminar, que se puede exponer de diversidad de modos y maneras, digamos una contraparadoja a Epicuro:

En síntesis:

1º Todo o casi todo el mal humano o moral es responsable el ser humano.

2º Casi todos los males existentes son males morales o humanos, incluso los naturales, con una moralidad más correcta se podrían haber resuelto en parte o totalmente.

3º Por consecuencia, exista o no exista Dios, no podemos echarle la culpa a Dios del mal moral o humano que nosotros realizamos.

Desarrollándolo se podría formular del siguiente modo:

1º El ser humano es responsable del mal moral o mal humano (también del bien), por eficiencia o deficiencia, por omisión o por comisión, por exceso o por defecto.

2º Casi todos los males existentes en el mundo, son males morales, es decir, males producidos por los humanos, a nivel individual o colectivo, teórico o práctico, de una generación o de varias.

3º El mal físico o natural, incluso el mal «ontológico» o limitaciones de la misma realidad o naturaleza, se podrían «disminuir ostensiblemente», si el ser humano tuviese un nivel moral y ético más alto y elevado, racional y prudencial y más verídico y verdadero y bondadoso.

Es decir, «si el ser humano fuese más moral, a nivel individual y colectivo, tendríamos niveles más altos de conocimientos teóricos y prácticos», por lo cual, podríamos resolver multitud de realidades, que nos producen males, por ejemplo, formas de gobierno colectivo más eficientes, curaciones de cientos de enfermedades, menos sufrimientos, etc. Aunque, sin negar que el sufrimiento-angustia-pena humana, nunca será resuelta totalmente…

4º Por consecuencia, exista o no exista Dios, no podemos echarle la culpa a Dios, cuándo el ser humano «tiene unas leyes de la naturaleza», unas «leyes morales naturales», unas «leyes morales reveladas por las religiones, de sentido común y racionales», y, unas «leyes morales religiosas bíblicas».

Es decir, si no seguimos unas normas morales mínimas, después, no podemos echar la culpa a Dios, de que Dios no interviene en la humanidad, que no existe o no es Omnipotente, Omnibenevolente, Omnisciente…

5º Por consecuencia, el mal, en gran medida, es creado por el mismo ser humano, por diversidad de razones, teóricas y prácticas, racionales e irracionales, individuales y colectivos, por fines e intereses de multitud de sentidos.

Y, ese mal que el ser humano crea, después, no puede echarle la culpa a Dios, sea Dios un ser existente o no existente. Porque si admitimos las morales naturales y las morales, por ejemplo, del cristianismo, «ha refrendado unas normas morales», que de seguirse, el mal y los males se reducirían enormemente…

Que yo, tenga sobrepeso, y por tanto, más posibilidades de tener un accidente biológico o enfermedad grave, no puedo echarle la culpa a Dios. Quizás, no toda la responsabilidad sea mía. Pero no puedo echarle la culpa a Dios, porque incluso sufra un mal grave, y de alguna manera, después tenga consecuencias en generaciones futuras, descendientes de mí, o incluso, en otros seres humanos, porque no podré seguir pensando diez o veinte años, digamos, aprovechar el último tirón de mi existencia, y, recapitular, algo de todo lo producido durante décadas.

¡Que un hijo no cumpla las normas del padre, de su padre, no puede echarle la culpa a su padre, porque él o ella caiga en errores graves, encima que no cumple las normas mínimas que su padre biológico le ha enseñado! ¡Lo mismo sucede con Dios, si cumpliésemos los diez mandamientos de Moisés, la mitad de los males, por no decir, aún más, que sufrimos los humanos desaparecerían, ralentizarían, debilitarían, disminuirían…! ¡Paz y bien y verdad…!

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Fin artículo 2.347º: «La paradoja de Epicuro y el dilema de Job y, VI».