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Asistimos en las últimas semanas, con cara de asombro e incredulidad a una verdadera invasión de senderistas en la Sierra de las Nieves. Sin duda, invitados por una insinuante primavera que florece a cada paso, el auge exponencial de este tipo de actividad que se hace palpable cada fin de semana, siendo para muchos una ideal válvula de escape para mentes y cuerpos que necesitan respirar un poco de libertad, ante la férrea prisión preventiva a la que nos somete esa pandemia que no termina de irse nunca y en que en muchos casos ha cambiado nuestras costumbres y nuestra realidad, marcando nuestras vidas para siempre.
No es muy peregrino e incluso ilusionante, pensar que esa desacostumbrada afluencia a nuestros pueblos, puede constituir un revulsivo para sus deterioradas economías y que de paso pueden ofrecer a los visitantes la belleza de sus paisajes, una exquisita gastronomía, sus costumbres y tradiciones seculares, rincones de ensueño y la añeja hospitalidad de sus gentes. En un lugar donde cultura y naturaleza hacen un perfecto maridaje.
Sin embargo, dejar a los ayuntamientos solos ante esa verdadera avalancha de personas, es como poco, una temeridad. Se hace necesario, casi imperioso, que las diferentes administraciones propicien, de manera inaplazable un amplio paquete de medidas para abordar esta ilusionante, pero a la vez peligrosa situación. Los recursos municipales son escasos para unos consistorios endeudados y que con muchas dificultades sacan adelante unos presupuestos endebles, sangradores del pecunio de sus convecinos como inevitable solución, ante el exiguo aporte de ingresos que reciben sus arcas.
Urge planificar, regular y estructurar de manera adecuada ese tsunami de visitas a un entorno natural que tenemos el deber de proteger. Dar a conocer su singularidad y sus múltiples posibilidades para los amantes de la naturaleza, no deja de ser un encomiable objetivo.
Debemos preservar y disfrutar a la vez de esta maravilla, con un adecuado abordaje técnico y organizativo. Puntos de aparcamiento y recepción con información pormenorizada, donde se definan claramente las diferentes posibilidades de uso y disfrute. Estructurando los recorridos por niveles de dificultad, donde se ofrezcan monitores y se firme un compromiso al iniciar la ruta. Habría que valorar la posibilidad de establecer un número máximo de visitantes, e incluso establecer la implantación de reserva previa para el uso de instalaciones y senderos. Nunca la masificación fue sinónimo de calidad y seriedad en los planteamientos, más bien de todo lo contrario.
Tenemos que ser capaces de dotar de la necesaria calidad a una actividad tan bonita y gratificante en el incomparable marco de una sierra que está punto de vestirse de largo para recibir el tan ansiado título de Parque Nacional, que le otorgará por méritos propios, el máximo nivel de protección a este capricho de la naturaleza que nos regalaron nuestros ancestros y que debemos legar a los que nos sucederán en un futuro que está a punto de comenzar, en las mejores condiciones posibles.
No es necesario elucubrar mucho para darse cuenta que a los diferentes ayuntamientos que forman la mancomunidad, les ha pillado esta marea brava con el pie cambiado, pero largas colas de coches que dificultan la vida diaria de los vecinos, gentes dispersas por el monte sin el más mínimo control con el consiguiente peligro añadido, manadas de senderistas que desconocen en una gran parte las más mínimas medidas de protección del medio ambiente y de cómo actuar en situaciones de urgencia…. Son cada fin de semana, la realidad de unos pueblos que necesitan adaptarse a unas circunstancias que, si no se objetivan y planifican las necesarias medidas de forma rápida y eficiente, tendrán a largo plazo unas consecuencias nefastas, porque a corto, ya la están teniendo. UN ABSOLUTO DESCONTROL.