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(Comunicación Survival) En Brasil se está desarrollando un caso histórico sobre los derechos territoriales de los xokleng, un pueblo indígena que fue violentamente expulsado de su territorio en los siglos XIX y XX para dejar paso a los colonos europeos.
Hay mucho en juego. Si ganan, los xokleng podrían finalmente recuperar una parte importante de su tierra ancestral. De lo contario, la sentencia podría sentar un precedente con consecuencias devastadoras para los pueblos indígenas de todo Brasil.
El caso se centra en la demarcación del territorio indígena “Ibirama La Klãnõ” (en el estado de Santa Catarina, al sur de Brasil), que se ha suspendido a raíz de una demanda presentada por un grupo de residentes no indígenas y una empresa maderera que opera en la zona.
Los demandantes han basado su recurso en la llamada trampa del ‘Marco Temporal’, un argumento también apoyado por Bolsonaro según el cual los pueblos indígenas que el 5 de octubre de 1988 (día en que se promulgó la Constitución brasileña) no habitaban físicamente sus tierras, ya no tienen derecho a vivir en ellas. Según los demandantes, a partir del 5 de octubre de 1988 los xokleng solo vivían en pequeñas porciones de su territorio original, por lo que ya no tendrían derechos sobre gran parte de la zona.
A principios del siglo XX, el Gobierno brasileño alentó a los europeos a asentarse en tierras indígenas y les asignó grandes partes de los territorios de los xokleng y de otros pueblos indígenas. También financió la llamada “milicia de caza de indios”, que aceleró el acaparamiento colonial de tierras. Especializada en el exterminio de los pueblos indígenas, la milicia persiguió duramente a los xokleng.
“Los pieles rojas están interfiriendo en la colonización: esta interferencia debe ser eliminada, y de la forma más rápida y completa posible”, exigían los colonos alemanes de la época. Molestos por los intentos de los xokleng de defender sus territorios, los colonos a menudo los atacaban con “expediciones punitivas”.
El territorio xokleng fue disminuyendo de tamaño progresivamente a lo largo de varias décadas, y en los años 70 se construyó una presa en la pequeña parte que quedaba.
Si el Tribunal Supremo de Brasil aplica la tesis del “marco temporal” en su sentencia haría definitivos los efectos de estas expulsiones sufridas por los xokleng y otras posteriores. Pero no solo eso: legitimaría siglos de expulsiones sufridas por los pueblos indígenas en todo Brasil con consecuencias devastadoras para muchos otros pueblos indígenas del país y su capacidad de reclamar sus territorios ancestrales. Permitiría el robo de tierras que son legítimamente propiedad de cientos de miles de personas indígenas y también pondría en duda la validez de los territorios indígenas existentes.
Brasílio Priprá, un destacado líder xokleng, dijo : “Si no vivíamos en una determinada zona del territorio en 1988, no significa que fuera ‘tierra de nadie’ o que no estuviéramos allí porque no queríamos. El ‘Marco Temporal’ refuerza una violencia histórica, que a día de hoy nos sigue marcando”.
Las organizaciones indígenas y sus aliados, entre ellos Survival International, comenzaron a plantear sus temores sobre la “Trampa del Marco Temporal” en 2017, calificándola de ilegal porque viola la actual Constitución brasileña y el derecho internacional, que establece claramente que los pueblos indígenas tienen derecho a sus tierras ancestrales.
El presidente Bolsonaro está haciendo retroceder los derechos indígenas, intentando: borrar su derecho a la autodeterminación, vender sus territorios a empresas madereras y mineras, y “asimilarlos” en contra de su voluntad. Survival International y los pueblos indígenas están luchando codo con codo para detener el genocidio de Brasil.
Fiona Watson, investigadora de Survival International, ha declarado hoy: “La historia de los xokleng muestra lo absurda que es la ‘trampa del marco temporal’: los pueblos indígenas han sido expulsados, cazados y asesinados en Brasil durante siglos. Los que ahora exigen que para tener derecho a sus tierras las comunidades indígenas tenían que haber estado habitando físicamente sus territorios indígenas el 5 de octubre de 1988, tras el fin de la dictadura militar, están negando su historia y perpetuando su genocidio en el siglo XXI”.