Tiempo de lectura aprox: 1 minutos, 33 segundos
(Redacción: Mar Bassa, Fotografía: Juan Manuel Torres) A veces es más difícil que una película te haga reír a que te haga llorar. Operación Camarón es una de ellas, la espera ha valido la pena y ese hype ha superado las expectativas sin caer en lo cliché y en el humor fácil. Para tranquilidad de muchos espectadores, no se ha quedado solo en las cinco buenas secuencias que se plasman en el tráiler, sino que se mantiene en determinados momentos a lo largo de la historia.
Y no solo es humor y comedia, sino que se mezcla con otros géneros: drama, acción, e incluso, thriller. Una película en la que te lo pasas bien los 105 minutos que dura y te entretiene desde el principio. Sebas (Julián López), un policía novato “enchufado” por una cadena de favores familiar, con aspecto de pringado y dotes de concertista clásico, es perfecto para infiltrarse como teclista en ‘Los Lolos’, un grupo de flamenco-trap que va a tocar en la boda de la hija de un traficante gaditano.
El reparto es desternillante y se implican mucho en su papel: Natalia de Molina, Carlos Librado, Miren Ibarguren, Canco Rodríguez, Paco Tous, Adelfa Calvo y Manuel Burque auguran una película a la altura de su carrera y de las expectativas, consiguiendo crear un ambiente despreocupado y distendido en el que la risa es la protagonista con cada una de las ocurrencias de la trama.
También hay que destacar que se aborda el narcotráfico desde un punto de vista realista, sin banalizarlo, y choca con los momentos más cómicos, pero sin romper el ritmo y visibilizando un problema real de la zona y del país. Otro punto a remarcar es que tratan el machismo desde la industria musical, en este caso la banda de flamenco-trap, y se empodera a la mujer, que en muchas ocasiones está cosificada o sexualizada. Y no solo a nivel musical, sino en general, puesto que la mujer cobra más protagonismo y tiene más relevancia de la mano de Natalia de Molina -con una actuación sublime- como mánager, y de Miren Ibarguren como inspectora.
Por último, cabe resaltar que, aunque esté ambientada en Cádiz, no se ha imitado o burlado del acento gaditano, sino que se ha trabajado con locales para “traducirlo del castellano al gaditano” y que se aproxime lo máximo posible al habla de la zona, pero que el resto del país también pueda entenderlo sin caer en la jerga. Esto es más chocante sabiendo que los guionistas, Manuel Burque y Josep Gatell, han sido los responsables. Siendo gallego y catalán, respectivamente.
Sin duda, esta película es oportuna para pasar un buen rato mientras las luces de la sala están apagadas, no pensar en nada más y reír. Reír un montón.