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A veces la cotidianidad nos hace ver cosas con la pátina de una aparente normalidad y no nos paramos a analizar el calado real de lo que está pasando en el aquí y ahora y, sobre todo, las posibles consecuencias que puede producir en el futuro próximo en nuestras vidas.
Una frase espontánea y natural, pronunciada al aire de la cena por mi hija adolescente (esa época complicada en que de tanto estirarnos, centrarnos y adaptarnos en lo físico, mental y social, casi nos rompemos), me hizo reflexionar sobre la situación que vive en el seno de más de una familia y seguramente algún que otro padre/madre abnegada haya oído en su casa.
Dijo textualmente: “Hoy he pasado el peor día de mi vida, he estado casi todo el día sin internet, el móvil nada y yo aquí como una tonta”. Era presa real de un sufrimiento y una congoja GRATUITA e impuesta por una sociedad donde la inmediatez, la prisa, la imagen, la comunicación a tiempo real, el consumismo, el éxito como imperativo casi legal…. son determinantes hasta el punto de producir en una para mí todavía niña, en muchos otros aspectos ya toda una mujer, sufra por algo tan nimio, si vamos, por definición, a la raíz del problema real.
Tengo claro que la aprobación y la reafirmación social son muy necesarias para el ser humano que aspira a estar sano en lo emocional y en esas edades aún más si cabe, pero ¿a qué costa.?
Las relaciones por vía telemática muchas veces no son reales y de escasa tendencia a la revisión en caso de problemas, impostadas en casi todos los casos, donde ofrecemos una imagen construida en el intento sistemático de vender la mejor versión de nosotros mismos al mejor postor, tendentes a la duda sistemática que nosotros mismos sembramos, con perfiles falsos y mil y una maniobras envolventes,¿ dónde quedó la confianza?, o quizás la cambiamos por una cajita de posverdad, en un aciago trueque con las empresas de publicidad que manejan este inmenso jardín del edén de Silicon Valey. Expertas en comportamiento humano y consumidoras inveteradas de datos que nosotros mismos les facilitamos. Al final nos convierten, previa manipulación de nuestro supuesto “libre albedrio” en manejados consumidores, adictos a las nuevas tecnologías, seguidores de supuestos gurús que ahora llaman influencers, que nos invitan a abandonar la moral y la ética para buscar el éxito a ultranza, siguiendo sus grandilocuentes dogmas, amparados en un supuesto apostolado, cuajado de likes y seguidores, palmeros o followers (término de dejo a libre elección). Acuñadores de términos, creadores de tendencias. Cómicos de piel fina y estudiado repertorio, removedores de conciencias….
Nos han convertido o, mejor dicho, están convirtiendo a nuestros jóvenes en hipersensibles al Feed-Back, incluso al no poder mostrarse en público como son en la realidad, vayan a tomarle imágenes y luego piensen mal de ellos o hagan juicios de valor que les puedan perjudicar, el enfriamiento social de los jóvenes es patente y no solo por la pandemia, ya venía de antes.
Es más fácil quedarse en casa y vivir al calor de la comodidad de tu vida virtual donde compartes con otras personas realidades igualmente virtuales, ¿verdaderas?
Nos están convirtiendo en ultra consumidores de productos que ofrecen todo tipo de ventajas, pero es patente (incluso nos hemos acostumbrado a asumirla como mal menor) la influencia de las grandes marcas en nuestro pedido de manera subliminal, desde antes que se nos ocurra (en un acto de supuesta libertad), hacer el pedido. No nos engañemos.
Las estrategias del marketing y la publicidad llegan a neuronas que uno ni se acordaba el altillo donde la había puesto, en esa época precisa donde se ordena, clasifica y pule lo que con posterioridad nos servirá de eficaz y “ordenada” caja de herramientas, de donde extraeremos la mejor respuesta ante las exigencias y los problemas de la vida.
Instalados en la cultura de la prisa, debemos bajarnos un poco de ese enloquecido tren y recapacitar un poco.
¿Adónde vamos?, ¿Dónde estamos conduciendo generaciones enteras de nuestro futuro? En el azaroso y a la vez ilusionante mar de las relaciones humanas no hay reglas y la justicia viene a lomos de una tortuga marina.
Creo sinceramente, que los nacidos entre 1997 y 2012 que según dicen y en algún caso lo he podido comprobar, son valientes, defensores del medio ambiente, intolerantes ante la injusticia, empáticos y muy solidarios, deben optar a bastante más que a ser simples cooperantes de las grandes empresas que confunden clientes con personas.
Debemos insistir en que internet y las redes sociales deben ser utilizadas como herramientas para facilitar las relaciones humanas y la información, nunca para construir servilismos, peligrosas situaciones de aislamiento real y de impostura, desconfianza u otro tipo de situaciones de complicada catalogación. USO, nunca debe ser ABUSO. DESDE LA A a la Z. NO SE LO PONGAMOS MAS DIFICIL. SON LO MEJOR DE CADA CASA.