Tiempo de lectura aprox: 46 segundos
(Juan José Acedo) El domingo 11 de julio, dentro de la programación de los Atardeceres Larios, en El Balneario, era el turno para el primero de los dos conciertos que ofrecía Mikel Erentxun. Dado que casi nos daba igual que a la misma hora Italia e Inglaterra se estuvieran jugando la Eurocopa, qué mejor plan que disfrutar en un marco incomparable del repaso a 35 años de carrera de este genial artista.
Mikel estuvo inconmensurable interpretando sus últimos trabajos y sus hits más legendarios. Nos hizo viajar por una calle de París sin salir de Málaga, mirar la vida con esos ojos negros o preguntarnos dónde irán cien gaviotas por la bahía mediterránea.
Estuvo cercano, amable, simpático, risueño y bromista, pero también emotivo, como cuando hizo una versión muy personal de “Agua”, de Jarabe de Palo, recordando a Pau Donés.
Se le notan las tablas sobre el escenario. Si no, que se lo pregunten a su guitarra cuando le dio algún que otro problemilla. Un golpe seco y solucionado. Nos contó que la pandemia le sirvió para aprender a tocar el piano. Como él mismo dice, no es lo mismo que con la guitarra, pero se defiende.
En definitiva, un viaje por toda una vida que nos transportó a lo más profundo de nuestro ser y que tendrá continuidad hoy lunes. Mismo sitio, misma hora, mismo Mikel Erentxun.