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Ante toda la avalancha de valoraciones -la mayoría negativas- del centenario del nacimiento del Partido Comunista de China -y por tanto de los cambios de China en estos cien años- no hay mejor tarea que focalizar en aspectos de la realidad que nos proporcionen verdadera luz frente a la ceremonia de la mentira y la confusión respecto a los contumaces hechos que caracterizan China y, a pesar de los pesares, sus avances.
Y establecer una comparación con los cambios en Estados Unidos, la única superpotencia mundial realmente existente. Porque nos ayudarán también a saber cuál es el mejor camino para nuestro país y para la vieja Europa si no quiere caer en la insignificancia geoestratégica.
La desindustrialización no aparece a primera vista como una disminución sustancial de la proporción de la industria manufacturera en el PIB de Estados Unidos. Pero sí aparece en el proceso de desaparición de muchos perfiles industriales, así como de los empleos relacionados y relevantes. Mientras el volumen de la producción manufacturera estadounidense sigue siendo importante, la inversión de EEUU en la economía real ha disminuido, y las consecuencias negativas que acarrea como son el cierre de muchas fábricas, la pérdida definitiva de empleos y los puestos de trabajo que se han trasladado a las empresas filiales estadounidenses en el extranjero.
La desindustrialización de EEUU lleva años gestándose. El porcentaje de mano de obra en el sector manufacturero ha ido cayendo desde el máximo del 28% en 1965 hasta el 16% en 1994. Durante la década entre 2000 y 2010, Estados Unidos perdió el 36 por ciento de puestos laborales en el sector manufacturero. Con la pandemia de COVID-19 en 2020 la tasa de empleo ha vuelto a los niveles de 2010. Y con el inicio de la recuperación de la pandemia la mayoría de los trabajos que reanudan su actividad están relacionados con el sector de servicios.
La desindustrialización estadounidense ha supuesto una destrucción directa no solo de la economía nacional sino también de comunidades enteras. La desindustrialización a largo plazo ha provocado la pérdida de trabajadores cualificados en el sector manufacturero. Sin otras oportunidades económicas alternativas, ha provocado el declive del sector de trabajadores industriales cualificados, generando mucha pobreza. La una vez gloriosa región fabril de los Cinco Lagos se ha convertido en una cadena de desolados cinturones de óxido. Porque el cierre de una fábrica siempre significa la caída de un pueblo.
Aunque los valores de las cinco principales empresas estadounidenses (Apple, Amazon, Alphabet, Microsoft y Facebook) han aumentado 1,28 billones de dólares desde principios de año, la inmensidad de la cifra esconde que solamente proclama el crecimiento de las cinco grandes empresas del sector industrial de la llamada economía virtual en Estados Unidos. Por ello, el reciente objetivo proclamado por la administración de Biden de impulsar las infraestructuras estadounidenses y reanimar el sector manufacturero tradicional se presenta cada vez más difícil y más distante de conseguir.
Y no es solo una cuestión de dinero. Es sobre todo una cuestión de si el resto de los sectores industriales, si la base económica de Estados Unidos, puede sostener su condición hegemonista y sus actividades como el único imperio realmente existente hoy en día en el planeta. El desarrollo de los países modernos siempre va acompañado de la industrialización y su declive suele comenzar con la desindustrialización. Aunque Estados Unidos tenga una ventaja, con la imposición del dólar como moneda de reserva mundial, para ser la superpotencia mundial, no puede impedir que el retroceso de su industrialización lastre la posición de su moneda como divisa dominante en el mundo, y que ello debilite la base económica del imperio.
La desindustrialización ha cambiado tanto la política interna como la externa en Estados Unidos. La actual relación China-EEUU en el campo económico es el resultado de la desindustrialización estadounidense. Sin embargo, Estados Unidos atribuye su fuerza económica decreciente al surgimiento de China, especialmente a la competencia provocada por la creciente industria manufacturera china. ¿Podrá Biden hacer que la industria manufacturera de EEUU aumente nuevamente a través de cambios en la política económica?
Porque la competencia entre China y Estados Unidos no solo tiene lugar en el campo de la alta tecnología sino también en la más amplia gama de sectores industriales. Y la economía real es la base. Ésta es la ventaja de China, aunque todavía en proceso de desarrollo y consolidación. Pero parece claro que China tiene ya una ventaja en la economía real.
La elección vital de Europa
Hoy en día Europa parece más bien un patio de juegos que un jugador geopolítico en el mundo. La causa de tal situación reside en el seno de la propia Europa. Aunque hace años fue un polo importante del mundo, en la actualidad acepta que Estados Unidos la trate como un vasallo, no como un aliado. Europa ha perdido su propio respeto, y también para el resto del mundo, al obedecer sumisamente, en la mayoría de las ocasiones, a Estados Unidos en los asuntos fundamentales mundiales, llegando, por tanto, a perder casi completamente su propia voz.
Estados Unidos necesita a Europa para saquearla y como una herramienta en su juego geopolítico contra China y Rusia. Si Europa desea volver a situarse en el centro del escenario mundial, la premisa sería una Europa fuerte. Pero para tener una Europa fuerte haría falta que el viejo continente lograra la autonomía estratégica respecto a EEUU y poder así convertirse en un polo del mundo multipolar que todavía se está fraguando. Europa debería abandonar sus ilusiones sobre Estados Unidos, liberar su mente de la retórica estadounidense y elegir qué es lo mejor para Europa.
La Unión Europea no debería resignarse a convertirse en un área mundial dependiente política y económica del ya viejo imperio. Porque la superpotencia estadounidense está caminando hacia su ocaso geopolítico.