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Aunque el levantamiento fascista en España -imposible sin el apoyo decisivo de la Alemania nazi y la Italia fascista, y, por supuesto, el dejar hacer de las otras potencias imperialistas europeas y estadounidense- fuera la antesala de la segunda guerra mundial, la clave de la coincidencia entre Kyiv (Kiev en ucraniano) en 2022 y Madrid en 1936 está en el sufrimiento y la resistencia de los pueblos español y ucraniano en su lucha por la libertad y la independencia.
Porque lo que pasa ahora en Ucrania es una invasión. Es una invasión imperialista. Es una invasión criminal ejecutada por una potencia imperialista con capacidad nuclear. El responsable es Putin y los oligarcas que le sostienen, apoyados en los aparatos más negros herederos de la antigua KGB.
Hace 80 años los nazis de Hitler asesinaron a 100.000 personas en el barranco de Babi Yar, hoy la Plaza de la Independencia en el centro de Kyiv, la capital de Ucrania. Hoy los misiles del ejército ruso de Putin han destruido la torre de televisión en la misma plaza de Kyiv. Otra gigantesca explosión arrasaba la Plaza de la libertad en el centro de Járkov, la segunda ciudad en importancia de Ucrania.
Sus tropas están lanzando ataques cada vez más agresivos contra infraestructuras civiles, casas y barrios residenciales. Han colocado en la diana a toda la población, incluidos mujeres y niños que no han podido huir. Putin está convirtiendo Ucrania en una inmensa Babi Yar. Los muertos civiles ya se empiezan a contar por miles. Los refugiados que huyen de la guerra sobrepasan ya el millón.
Ciudades como Járkov, Mariupol, Jersón y Kyiv están siendo bombardeadas sin piedad, y sobre la capital ucraniana Putin anuncia un diluvio de fuego y destrucción. Son los nuevos Gernika.
Por eso, entonces y ahora, cualquiera que justifique esta invasión imperialista es un colaboracionista de los invasores. Por eso, entonces y ahora, cualquiera que busque argumentos para rebajar la naturaleza de los crímenes de Putin está apretando el botón de los misiles, el disparador de los cañones de sus tanques.
Por eso, hoy decir ¡No a la guerra! es denunciar la invasión imperialista rusa de Ucrania. Es denunciar que el Kremlin ocupe militarmente un país soberano, pretenda derrocar a sangre y fuego, con tanques y misiles, a su gobierno e imponer por la fuerza la amputación de una parte de su territorio.
Por eso, es necesario que toda España, toda Europa, todo el mundo sea un clamor: ¡fuera tropas rusas de Ucrania! y ¡solidaridad con el pueblo ucraniano!