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Somos españoles, pero también somos -hemos sido y seguimos siendo en nuestra vida colectiva- saharauis, palestinos, yemeníes, y un larguísimo desgrane de pueblos en lucha por la defensa de su independencia frente al hegemonismo y al resto de las potencias imperialistas del mundo. Tenemos su sangre, somos hermanos. Ahora también tenemos sangre ucraniana. Y no se puede utilizar una sangre hermana contra otra sangre hermana. Ahora todas las excusas y todos los contextos, todos los “ni confirmo ni desmiento” son, objetivamente, ponerse de parte de los criminales rusos.
Hay no suficientes sino demasiados testimonios verificados por periodistas procedentes de una variedad de países y de distintas fuentes informativas, entre ellas varias españolas, muy valiosas. Hay cientos de periodistas en Ucrania y al menos 5 han muerto, 35 han sido heridos. Sí, podemos confiar en sus crónicas sobre que el ejército invasor es el autor de los asesinatos y la destrucción en Ucrania.
En el transcurso de una guerra, es preciso ser cauto para distinguir los hechos de la propaganda. Pero los abominables crímenes de guerra -que ya sabemos que han cometido las tropas de Putin- tienen toda la credibilidad procedente de quienes se juegan la vida para informar de la verdadera realidad.
Como las atrocidades cometidas por el ejército norteamericano en Vietnam, Irak y Afganistán, este es el rastro de asesinatos, horror y crueldad que deja a su paso el ejército ruso, heredero de las criminales tradiciones del socialimperialismo soviético -y solo por detrás de la superpotencia estadounidenses-, la segunda máquina militar con más sangre y muerte a sus espaldas del planeta.
Cuando el contexto es un crimen
Se citan los crímenes en Yemen, Palestina y Sáhara. Crímenes son, y hay, y ha habido, muchos más, pero no son ningún contexto ni ninguna excusa para no condenar radicalmente -sin ningún pero- la invasión militar rusa y volcarse en el apoyo a la lucha armada del pueblo ucraniano.
Y -lo que es más curioso y venenoso- no se cita entre ellos a Siria donde recientemente Rusia también ha cometido crímenes de guerra, donde no ha tenido el ‘problema’ de la presencia de la prensa de todo el mundo como testigos leales a la verdad. Pero hay testimonios de la destrucción de la ciudad siria de Alepo por el ejército ruso. Porque haberlos, haylos.
Por ejemplo, en Bucha -un suburbio sin infraestructuras militares ni especial importancia estratégica- donde, tras la retirada rusa, se han encontrado cientos de civiles ejecutados y sus cuerpos han permanecido abandonados en medio de las calles o en sus viviendas. Hay que estar podrido por dentro para que lo que se le ocurra a alguien, al ver las imágenes de Bucha en Ucrania, dedicarse a esparcir mierda y mentiras para librar de responsabilidad a los criminales de guerra rusos.
Y las fotos y vídeos no las publica “el régimen de Kiev», las publican los reporteros de todo el mundo que trabajan en Bucha. Rusia habla de “montaje” en Bucha Los supervivientes llevan incomunicados del mundo exterior 6 semanas y no tienen tiempo para ‘montajes’, ellos son los testigos de lo ocurrido y los periodistas presentes les creen a ellos, no al ministro ruso de Exteriores, Lavrov.
Una muy lamentable confusión
La confusión de una parte de la izquierda ante la guerra de Ucrania -ante la brutal invasión de Ucrania- es muy lamentable. Siempre con dos versiones, aunque en el fondo tienen los mismos principios. Está la versión de difusor de la propaganda rusa, y está la de crear dudas sobre la autenticidad de los crímenes. Ambas versiones están de parte de los criminales. Porque además los dirigentes rusos no son comunistas son socialfascistas, como lo fue la URSS de la invasión de Checoslovaquia, el golpe en Polonia y la ocupación de Afganistán.
Sin embargo, se está desarrollando una movilización ciudadana masiva en Europa, incluyendo también a Rusia, donde los valientes manifestantes son detenidos por protestar contra la invasión, y que se enfrentan a penas de entre diez a quince de años de cárcel acusados de «desacreditar» a las fuerzas armadas rusas.
El criminal “contexto” en Rusia
Porque ¿quién manda en Rusia? Atribuir a un individuo el horror en Ucrania es llevarnos a la locura social. Detrás de Putin está la clase dirigente rusa que, incapaz de competir económicamente, sólo puede mantener su ‘mercado cautivo’ -con las ex Repúblicas soviéticas- a base de cañonazos.
En Rusia tiene el poder una burguesía monopolista de Estado, lo mismo que en España, en Alemania y en EEUU. No es un grupo de oligarcas ni una suma de magnates. Es una clase dominante, estructurada, organizada y jerarquizada, que detenta la propiedad del gran capital, que tiene el monopolio del aparato del Estado imperialista ruso. Una burguesía monopolista que tiene objetivos y proyectos, para Rusia y para el mundo.
Los principales nódulos de la clase dominante rusa se han formado casi sin excepción de los restos de la burguesía burocrática soviética, que tras la implosión de la URSS en 1991, se abalanzaron con furia sobre las fuentes de riqueza del país.
¿Qué proyecto tiene burguesía monopolista rusa?
La burguesía monopolista rusa lleva décadas tratando de recuperar un espacio de dominio exclusivo, un área de influencia vedada, más o menos equivalente al antiguo territorio soviético, que le permita multiplicar su influencia global, como una de las potencias determinantes en el mundo multipolar que se está gestando. Recuperar Ucrania para su órbita es el pivote, la clave de bóveda, para ese proyecto, y ese es el motivo de la actual invasión. Han lanzado esta agresión, largo tiempo preparada, aprovechando las condiciones y debilidades de una superpotencia norteamericana sumida en su ocaso imperial, que en agosto tuvo que salir vergonzantemente de Afganistán.