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Luis Antonio de Villena (Madrid, 1951) poeta, escritor, articulista, crítico literario y artístico, ensayista, traductor, casi sinólogo, y, sobre todo poeta por y en Madrid.
A veces, pienso que los escritores, son como todas las personas, lo único, que ellos o ellas, reflejan en un papel, lo que la mayoría, a lo sumo, le cuentan a alguna amistad, o, también, lo llevan dentro encerrado en una cárcel o palacio de alegrías y tristezas.
Imagino a Villena, apellido que tiene resonancias renacentistas, como una persona que intentó, como todos, superar sus heridas de infancia y adolescencia, y, por otro lado, también buscar sus alegrías y sus felicidades.
Las personas que hemos leído o pensado o meditado o reflexionado mucho sobre el concepto de vida, biografía, biografías de distintos personajes-personas, de distintas materias y actividades, somos conscientes, que salvo los que el catolicismo eleva a los altares, los demás, tienen o tenemos muchas luces y muchas sombras. No es mi papel, aquí, engrandar y engrandecer, las sombras y obscuridades y negruras de las personas, de los poetas, de los escritores, de los pensadores, de los filósofos, sino mi modesto papel es recordar algunos retazos-hilos del tapiz de algunas vidas-biografías, de sus aportaciones a alguna materia, una especie de pequeño homenaje a esas personas de carne y hueso y nervios y conciencia y alegrías y tristezas.
Porque con sus escritos o poemas o narraciones, en el caso de Villena, y, con los focos de algunas realidades de su vida-biografía-pensamiento-actos, nos producen luces-sombras sobre nosotros mismos. Lo que, quizás, nosotros no nos atrevemos a pensar o sentir o dudar o concebir, lo podemos ver reflejado como una corrida de toros, en otra persona. Puede usted o su vecino, no sea consciente del sufrimiento que otros niños, semisalvajes, producen a otros niños. Pero aquí, en Villena, lo percibimos claro y evidente. Puede que este dato, que el protagonista, no le habría gustado vivir y padecer, puede ayudarle a usted a entender este tipo de sufrimiento-angustia-pena-desesperación y maldad humana, que Villena, y muchos niños y niñas, sufren generación tras generación…
Me indican, que mi escritura es demasiado piadosa o misericordiosa con otros seres humanos, sean poetas o pensadores o filósofos o artistas o científicos. Pienso, que Dios juzgará a cada uno, o cada uno, de existir Dios se tendrá que autojuzgar. Que mi papel, no es juzgar-sentenciar-condenar-sancionar, sino intentar entender y comprender trozos de la realidad. Y, en esas realidades están los seres humanos que las habitan. Porque al intentar entender y comprender a otros, aspectos de su existir, puede que me sirva para comprenderme mejor yo, para que usted le sea más fácil el autoentendimiento…
Por supuesto, como todo ser humano, no todo lo que veo en el mundo, me parece correcto en la verdad/realidad, ni me parece adecuado en la bondad/equidad, pero debemos intentar aprender y aprehender de todo, de todo lo bueno y bondadoso y verídico y verdadero… Debemos intentar aprender de los poetas, todo lo bueno, que nos pueden enseñar y mostrar. Y, de ese modo, intentar una comprensión más completa del mundo. Cada uno lleva arrastrando sus heridas y sus traumas y sus alegrías y sus felicidades de la infancia y de la adolescencia y de la juventud. Y, quizás, toda la posterior vida, es ese guión que a media escribimos nosotros, y, a medias, la historia y época y circunstancias y situaciones y los azares, pero siempre con ese gran foco de teatro y corrida de toros de la infancia-juventud…
Villena, me parece, que habría estado en su salsa en el Madrid Renacentista y en el Madrid de los Austrias, paseando con su espada y sus versos, y sus observaciones y sus pensamientos y sus acciones y su dandismo y su figura y sus voces y sus silencios… A veces, imagino que ninguno se ofenderá por indicar, que a mi parecer, Umbral y Villena tienen muchos puntos en común, y, muchos puntos diferentes. Pero uno en común, es que comprendieron que hay que triunfar en la Corte de España, en la ciudad de Madrid, otro, que quisieron vivir y existir en la escritura y de la escritura, que ambos, soportaron traumas profundos en su infancia y adolescencia, que ambos se sentían y eran escritores de raza y de gran calibre…
Dice Villena, en una conferencia, que vivir de la literatura y vivir bien de ella, solo lo hacen diez personas. Me parece, un juicio demasiado estrecho-rígido. Pienso que en el mundo, al menos, vivirán, con mayor holgura o menos, al menos unos centenares… Podríamos indicar, que lo humano es enormemente rico en aspectos y realidades. Y, los poetas nos enseñan algo de esa profundidad del ser y del estar humano. Después cada uno valorará la armonía moral o psicológica o antropológica o social de la veracidad y verdad y bondad y bien de cada proyección humana.
Quizás, la poesía sea como esas pequeñas fórmulas o ecuaciones de y con palabras que los escritores nos muestran, retazos de la existencialidad humana, del afán humano por vivir y existir y ser y estar. Villena nos refleja mucho de lo humano, de la humanidad.
Lo que digan los siglos de él y de su poesía y su escritura, eso, no podemos calcularlo hoy, pero pienso y opino y creo y estimo, que en esta segunda parte del siglo veinte, se ha dado una edad de oro-plata-platino-bronce de la literatura en español. Los siglos venideros dirán. Y, en esa generación está Villena, nadie le podrá quitar ese papel en el círculo del futbol literario del español
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Fin artículo 3.038º: «Villena, un poeta por/en Madrid».