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La problemática del escritor es compleja y sencilla: o escribe o no escribe. Y, dentro de ella, es valorado o no valorado su trabajo. Y, recibe dinares o dólares o no por sus palabras.
Existe un último paso, si un escritor ha alcanzado laureles, y sus bolsillos se han ido rellenando como el pozo con las suficientes divisas, está la última pregunta, ¿perdurará mi trabajo, se preguntan, lo expresen o no, los últimos lustros de su existencia?, ¿conocen a muchos colegas, que en décadas anteriores, alcanzaron cimas de importancia y notoriedad, después fallecieron, o si les acuchilló una larga enfermedad, sus nombres dejaron poco a poco, de presentarse en los papeles y en los audiovisuales?, ¿podría poner muchos nombres, pero no lo haré, hágalo usted mismo…?, ¿la gran pregunta, se dicen, mi trabajo existirá en la memoria de los manuales de literatura o filosofía o…, dentro, de dos o tres siglos?, ¿qué valor le otorgarán unos y otros?
La suerte de los escritores, ya que escriben, y, pueden demostrarlo, que no alcanzan dividendos, ni fama, ni notoriedad, es que esas últimas preguntas de su última etapa de la existencia, no tienen que hacérsela, porque saben, que su trabajo, tal y como está, ahora mismo, la industria cultural, saben que su producción será olvidada, perdurará, algunas décadas en los herederos, y, después, en los traslados se volatizará como el humo de una fábrica antigua… -la sociedad, no tiene todavía, una organización cultural, que pueda conservase, originales y copias, para que las generaciones futuras, puedan acercarse a ello, de los escritores que no tuvieron fama en vida, escritores a nivel regional, local o comarcal o provincial…-.
Según, te va la feria, así cada uno narra su experiencia, pero Manuel Jabois, nos relata, en un loable y buen artículo publicado en el Diario de Pontevedra, del 21 de marzo del 2010, titulado: Váyase tranquilo, Camba. Que el maestro Camba, maestro de todos los articulistas de hoy, y de ayer, aunque no lo digan, era de los pocos autores, que no les gustaba escribir, parece ser, según él mismo contó muchas veces, y que no tenía ese orgullo o esa vanidad o esa soberbia o ese complejo de inferioridad y superioridad, que por lo general, tienen todos los escribientes y escribanos y escritores, alcancen medallas o no…
Nosotros, todos, lo digamos o no, si quieren utilicemos el enunciado, lo expresemos o no, o si quieren tengamos el don de grandes musas o alguna muy pequeñita, egregios escritores o fracasados escritores, tenemos que luchar con muchas dialécticas internas, entre otras, cuánto aceptarás del sistema y cuánto no, cómo rellenarás en qué cantidad de forma y en qué de fondo, si utilizarás una lengua ácida o de pomelo agridulce o de dulces pasteles de mieles, si estarás en una trinchera o en otra, o en un terreno del medio, para que todos las balas cruzadas te las otorguen a ti, si deseas construir una producción, que en tus limitaciones, llegues a la profundidad de tu ser y de tu estar, individual y colectivo, aquello de la búsqueda de veracidad y verdad y bien y bondad y algo de belleza, si redactas pensando que tus melones de palabras, puedan servir, solo para unos días, o, con vocación que puedan estar dentro de varios siglos, al lado de las de Quevedo, Boscán, Feijoo, Galdós…
Todos estos temas y más, un escribiente-escritor-escribano-polígrafo tiene que hacerse, consciente o semiconsciente o inconsciente. Según responda, así será. Unos, unos dirán que también existe el talento, el azar, los encontronazos buenos y regulares con otros, del mismo oficio o de los que gestionan. Incluso el lugar donde habitas, también la lengua, hoy, en algunas lenguas, por muy universales que sean, se valora menos lo escrito. Dicen, que lo mismo redactado en lenguas minoritarias de Europa, alcanzan más presencia, por eso de la identidad de los pueblos, pequeños o grandes, por eso del trufado de literatura y política…
Camba, Umbral, Ruano, Vicent, Pemán, Plá, Montalbán y, otros cien de después de 1940, son nuestros maestros peninsulares, de todos, de todos hemos aprendido, lo digamos o no, en el género del articulismo. Incluso, el que no le agradan los temas, le puede parecer bien el estilo, para aquellos que no le gustan el estilo de algunos autores o autoras, les interesan los temas. De todos hemos aprendido y aprehendido. A mí, no me importa indicarlo, a semejanza, de Camba, pienso que no hay que darse importancia, porque miles y cientos de miles de escritores antes que nosotros han respirado este aire, y, pocos conocemos de sus nombre. Hay que ser humildes.
También hemos aprendido de las varias generaciones, que nacieron antes de 1940. Y, también, unos en mayor medida, otros en menos, de los que nadaron en otras aguas fuera de la Península, pero todos, hemos degustado los cocidos de las grandes obras maestras, de las humanidades, de la filosofía y la literatura, de Occidente y del No-Occidente. Todos debemos a los demás, casi todo lo que hemos escrito, algo hemos aportado, aportado todos, mucho o poco. Pero casi todo es copiado o inspirado en otros.
Yo, creo como Camba, que Camba llevaba razón, la verdadera medalla del intelectual y del creador es la humildad y la modestia. Yo, creo, que si aporto algo, de todo lo que escribo, es un uno por ciento, creo que no llega, lo demás es aprendido y aprehendido de todos los que me han precedido, de todos los que están conmigo ahora mismo… Paz y bien…
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Fin artículo 3.157º: «Camba y escribir o no escribir».