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Francisco Pacheco (amante de la naturaleza) Ave esbelta y de gran tamaño. El plumaje de sus partes superiores, cabeza, cuello, alas y pecho es de color negro. Las partes inferiores de color blanco; mientras que sus patas y pico son rojos.
La cigüeña negra es un ave migradora, que inverna en África tropical y la India. Aprovecha las corrientes de aire caliente para ganar altura planeando y ahorrar energía en vuelos de larga distancia. Como no hay corrientes térmicas sobre el mar, las cigüeñas negras, junto con otras especies de aves planeadoras (principalmente rapaces) se concentran en los puntos más cercanos al continente africano para cruzar el Mediterráneo a través del Estrecho de Gibraltar o el Bósforo. Pueden volar entre 100 y 250 km diarios.
En la época de migración se dirigen hacia el sur. Entre finales de agosto y mediados de septiembre, se la puede ver ocasionalmente en el Paraje Natural de la Desembocadura del Guadalhorce, en Málaga. Además, algunos individuos podemos observarlos en nuestros ríos Guadalhorce y Río Grande a las que pertenecen estas fotografías.
Es más rara, más silvestre y más solitaria que la cigüeña blanca y rehúye la compañía humana. En sus migraciones es capaz de volar entre 100-250 km diarios, aunque hay ejemplares que llegan a los 500 km. Emigran de mediados agosto-final de septiembre y retornan hacia la mitad de marzo.
Come principalmente peces, ranas, culebras, ratas de agua, insectos (escarabajos, hemípteros y libélulas) y materia vegetal.
La cigüeña negra anida en árboles y acantilados de bosques despoblados. Ocupa nidos de años anteriores o ambos sexos construyen un nido voluminoso con ramas musgo, hierbas verdes y gramíneas, siempre cerca del agua. La puesta, de abril a junio, consta de 3-5 huevos blancos y ambos progenitores los incuban por espacio de 38 a 42 días. Los polluelos son alimentados por sus padres y son capaces de volar al cabo de 65-70 días.
Se ha observado a cigüeñas negras matar a uno de sus polluelos, generalmente al más pequeño, en épocas de falta de alimento. Al reducir el tamaño de la nidada se incrementa las oportunidades de supervivencia del resto de polluelos. No se atacan entre ellos, y el método de alimentarles de sus padres (regurgitando gran cantidad de alimento a la vez) no permite que los más fuertes se puedan imponer a los débiles, por lo que el infanticidio paternal es una forma eficiente para reducir el número de bocas a alimentar.