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Desde la Grecia, que sepamos se otorgan premios a la actividad cultural y de producción y de interpretación simbólica y conceptual del mundo.
Esquilo, Sófocles, Eurípides fueron ganadores de grandes premios en la tragedia-teatro de Atenas. Supongo que antes, después se ha ido heredando esta tradición, durante siglos-milenios, de una forma y/u otra. Ahora existen en España, dicen que miles de premios de todas las clases, variedades, géneros, formas, estilos, tendencias, geografías, propósitos y fines…
Podríamos indicar, para clasificar que los premios, entre muchas divisiones-taxonomías-clasificaciones posibles, existen los que se otorgan a una producción cultural y a una persona, diríamos como homenaje, a toda su trayectoria. Y, están los premios que se van adobando y asomando en el camino, como pequeños refrigerios en el calor de la tarde, serían compensaciones para continuar los espacios de autoría o investigación o creación cultural, para que el mulo-burro-asno continúe produciendo…
También están todos esos premios y concursos, que muchos autores, nuevos y medionuevos o medioviejos se presentan, para que les abran algunas puertas o caminos o ventanales al hecho cultural. Diríamos que son premios, no al final de la trayectoria, ni en el medio, sino al principio. Quiere una persona ocupar un lugar en una faceta cultural, y, empieza enviando a concursos, y, es valorado su trabajo. Pueden ser jóvenes o medianos o, incluso en la tercera edad. Porque olvidamos que pueden existir personas que están arando el campo de una actividad cultural, un año o dos o tres lustros, pero puede ser varias décadas, y, no se han comido nada más que algunos trozos de azúcar.
Desde provincias –me temo que también desde muchos barrios de las grandes ciudades-, siempre se observan los grandes premios y los grandes concursos y las grandes medallas y los grandes acontecimientos culturales, con nostalgia y melancolía y con expectación. Quizás, esta sociedad y país está muy dividido en todos los aspectos, entre los grandes centros del poder –político y económico y social y cultural y religioso…-, y, después, cientos o miles de entidades geográficas de segundo nivel, -en la práctica, en la cultura, sucede lo mismo…-.
El gran escritor y poeta y conferenciante Antonio Gala, que según los datos que dispongo está enfermo, redactor de artículos y columnas periodísticas durante toda su existencia. El incipiente cartujo del espíritu que terminó siendo un cartujo de las palabras y de la oratoria. Quizás, el mayor orador poético y literario y entrevistado/entrevistador de la segunda mitad del siglo veinte de estas tierras de Castilla y de Andalucía y de Aragón y de Cataluña y de España… en un artículo que tituló Los Premios, publicado hacia los años ochenta, nos narra las vicisitudes de/con distintas opiniones, como siempre, con una gran poética y una gran narración de ese mundo interior y exterior. Gala, Antonio Gala, se habría merecido el Nobel, si este país-sociedad, país-paisaje-paisanaje según fórmula de Unamuno, fuésemos más agradecidos…
Sé que estoy, en mi trayecto/ría final de mi existir, -expreso esta frase, porque en las normas del articulismo, es de buena erudición, narrar algo de uno mismo, método y realidad y vivencias que no me agradan demasiado, pero de todas formas son cosas pequeñas…-.
Por tanto estoy en la tercera edad, no sé, ni cómo y el cuándo de mi final en esta tierra y aire y agua y fuego. No sé, en qué/cómo condiciones y estructuras y realidades. Debo indicar, que toda la vida, de forma rutinaria, de vez en cuando, unos años más y otros menos, me he ido presentando a premios de poesía, de novela, de cuento, de relato, de ensayo, de pintura…
Y, en estos últimos años de concursos de artículos o columnas periodísticas de opinión o literarias. Creo y estimo que será, salvo alguna excepción, el último género, que intentaré ocupar un pequeño lugar. Lo digo claramente, me presento a los premios de columnismo, para entre otros fines, si me otorgan alguno/s poder presentar el curriculum, para que algún medio nacional, quiera a bien publicarme de forma rutinaria, y si es posible diaria…
Yo sugeriría, porque indicar, aconsejaría, quizás sea demasiado, a los premios algunas realidades o vertientes pequeñas. De antemano, pensamos en su responsabilidad y en su moralidad de acepción y de otorgamiento. Indicaría, que cuando terminan y se producen los fallos, informen a las personas que se han presentado del resultado final. Es muy sencillo, hoy con correos electrónicos. Segundo, que cuándo se produzca las bases del siguiente premio, al siguiente año, que a las personas que se han presentado alguna vez, se les envíen las bases de forma electrónica o en papel… Tercero, indicaría, que los que obtienen el premio, siempre será refrendado por una entidad pública o privada, se cree una pestaña o etiqueta en su Web oficial, dónde se vaya acumulando, información sobre premiados y sus obras. Así, algunos premios que están en el tiempo algunos años, es fácil consultarlos, es una riqueza cultural que queda para años y décadas posteriores…
Muchos niegan y reniegan de los Premios. Pero díganme, quién, rechazaría el mayor premio que exista en su mundo y en el mundo, de su categoría. Díganme quién rechazaría el Premio Nobel de Literatura, en el ámbito de la Literatura, -me dirán que Sartre…-, quién en la Arquitectura, quién en el Columnismo de Opinión, quién en la Pintura, quién en la Filosofía, quién y en quién…
http://www.facebook.com/cuadernossoliloquiosjmm © jmm caminero (04-25 enero 2023 cr).
Fin artículo 3.392º: «Los premios y tú/yo».