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María Damiani.-Cuando se descubre un gran tesoro, no es inusual ver las noticias en las primeras planas.
Los descubrimientos de objetos espectaculares de gran valor histórico y artístico terminan en museos o colecciones privadas. Pero, además de estas obras maestras de la cultura, hay tesoros que están disponibles más universal y libremente y que son ampliamente beneficiosos para nuestra vida diaria. Me refiero a los tesoros espirituales —la dádiva del poder y el amor del Todopoderoso— que se encuentran en nuestro interior y alrededor. Aprendemos acerca de ellos por medio de pensadores espirituales y profetas a través de los tiempos. Como cristiana, me fijo en particular en Cristo Jesús, quien, según el evangelio de Lucas, dijo: “… he aquí el reino de Dios está entre vosotros” (Lucas 17:21). ¡Eso es algo a tener en cuenta!
De vez en cuando, nos encontramos luchando con problemas casi imposibles de resolver. Pero esa dádiva está a la mano para darnos la seguridad necesaria y respuestas. Aprecio mucho lo que un miembro de la Junta Directiva de mi iglesia, la Iglesia de Cristo, Científico, dijo en una reunión reciente de miembros de todo el mundo: “La razón por la cual la Biblia es “la buena noticia” es debido a que está llena de ejemplo tras ejemplo de situaciones en las que el pueblo parecía encontrarse en situaciones imposibles. Sin embargo, gracias a lo que entendían acerca de su amor por Dios, nunca se trataba de lo grave que se veía la situación, sino que siempre se trataba de cómo el pueblo respondía al poder y la presencia de Dios en sus vidas”. ¿No es este mensaje, es decir, el “poder y presencia de Dios en nuestras vidas” que es el tesoro o reino que se encuentra en nuestros corazones, realmente la “buena noticia”? Es la “buena noticia”, porque podemos descubrir la presencia sanadora de Dios no solamente en un pasado distante, en tiempos bíblicos. Los tesoros del amor sanador de Dios están disponibles ahora mismo.
Este mensaje de la inmediatez del tesoro espiritual de la presencia del amor de Dios en nuestras vidas —y de la esperanza y curación que provienen de conocer y vivir esta preciada verdad— es algo que la Fundadora de mi iglesia, Mary Baker Eddy, enfatizó en su obra principal: el libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras. Por ejemplo, ella notó: “El hombre comprende la existencia espiritual en la proporción en que sus tesoros de Verdad y Amor [Dios] son ampliados”. Esto se corresponde con las palabras de San Pablo en su segunda carta a los corintios cristianos: “… no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas”. Estos tesoros espirituales más profundos y duraderos no se encuentran en lo superficial de la vida; no pueden llegar a conocerse por medio de nuestros sentidos físicos.
¿Cómo y dónde se encuentran? Lo que yo reconozco, paso a paso, es que el orar a Dios, el estudio espiritual, la adoración y el humilde esfuerzo por poner en práctica lo que aprendo espiritualmente en mi vida diaria abre el corazón y el entendimiento, y nos permite experimentar un mundo espiritual nuevo: el reino de Dios dentro de nosotros. Este proceso podría describirse como despertarse por completo.
El mundo, hastiado de noticias penosas y graves, necesita de este despertar; necesita de la luz y la esperanza que nacen de descubrir que los tesoros de antaño están a mano, ahora y aquí. Podemos aprender a ver más de lo que Dios ve en nosotros mismos, nuestros vecinos, comunidades y en nuestro mundo. Eso nos remite a las palabras del primer capítulo de la Biblia: “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera”.