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Madrid es como una cebolla, unas capas van floreciendo y engrandeciendo sobre otras. Madrid una ciudad de estratos de recuerdos y sueños y realidades y presentes y pasados.
Desde la infancia, posiblemente antes de los diez años, que visitamos sus plazas y calles y aceras por unos motivos, hasta ayer por otros, ambos similares. Los recuerdos se almacenan y se olvidan. La ciudad añorada y la ciudad habitada por el pensamiento y los recuerdos y deseos.
Se van acumulando lugares y recuerdos y personas y deseos y anhelos. Ya, algunos de esos actores y agentes, cercanos a tus ojos y corazón, ya no están en esta tierra. Ahora, van emprendiendo otras personas y otros habitantes esas cercanías. Siempre recorriendo Madrid, con las manos y con el pensamiento y el deseo. Madrid una cebolla de capas de Madrid. Cada etapa en una dimensión y en un lugar y en un tiempo y en una edad y en unos fines…
Algunas veces de paso, hacia otro lugar, otras veces, quedarse y detenerse, un día, para la realización de un fin y finalidad. Otros, varios, para estar o ser en esta escultura e instalación y performance de ciudad. Madrid es más que nosotros, nosotros somos más que Madrid. Cada ser que la pisa o la sueña, lo hace de un modo. Cada uno con sus experiencias y sus lugares y sus dolores y sus alegrías. Recorres aquel lugar, un día después, un año, diez años, treinta años, cuarenta años, cincuenta años. Y, es otra ciudad en la misma ciudad.
Nace del corazón de todo. Esa capitalidad. Los nuevos tiempos de Felipe II, dónde habría que crear un lugar fijo de aquel imperio que se ha ido desmoronando desde 1640. Si Toledo no se hubiese rebelado, aquello de las eternas guerras de las comunidades, seguramente Toledo habría sido la capital de España, habría sido la villa deseada del centro de este pequeño mundo de Celtiberia y de los besos a esas tierras de aquellos lejanos mares de América. Habría sido entonces, habría seguido siendo durante siglos. Hasta el ahora. Pero aquella rebelión-guerra de las Comunidades, le costó a Toledo ser la capital de este pequeño y gran mundo.
Van llenando y rellenando sus puertas y aceras de piernas de distintos lugares, cada varias décadas, cada generación arriban a sus brazos y besos y fuentes personas de lugares distintos, durante generaciones, ya en el recuerdo, de las comarcas y aledaños de los alrededores, después en el siglo veinte, de toda la Península, ahora de fuera de esta Iberia tan grande y tan misteriosa.
Madrid es un misterio y un enigma, como lo es España. Siempre se está planteando y replanteando y creciendo y recreciendo y siendo y dudando y redudando de sí mismo y de sí misma. Nosotros los escritores, aquellos que llegaron a estas tierras, aquellos que han anhelado arribar a sus vientres. Porque Madrid tiene varios estómagos, varios corazones, varios vientres, varías entrañas de diversas clases. Madrid es la inmensidad de los pequeño y de lo grande pequeño. Todos somos en Madrid, de alguna manera.
Nosotros los escritores, potenciales escritores, todos hemos deseado alguna vez, beber de esas aguas, degustar de esos panes de Madrid, de esos silencios de Madrid, de esas sed de Madrid, de esos dolores y sufrimientos y angustias y penas y alegrías y felicidades de Madrid. Todos si quieren triunfar deberían ir a Madrid, es el axioma que durante siglos ha recorrido el espinazo de las cabezas de todos los artistas de todos los géneros.
Y, desde la quinta de Lope de Vega, Cervantes, Góngora, Calderón, Tirso de Molina… todos, como oleadas de maremotos han ido atravesando sus zanjas. Cada uno, con su rostro y sus esperanzas y sus estilos y su arte y su saber. Pero muchos son los llamados y pocos los escogidos. Para muchos ese viaje, el de la vocación literaria o artística lo hemos fabricado desde provincias. Miles de cartas. Decenas de viajes, para intentar, pero siempre se ha roto la rotura de la esperanza. Nunca se ha llegado. Decenas de viajes por una finalidad concreta y al mismo tiempo combinarla con esa vocación de las letras o los colores o los saberes o las ideas o el conocimiento…
Ahora, en la última etapa del existir y del ser y del vivir y del revivir. En esta última fase de mi ser, en esta inmanencia del mundo, estoy intentando el último intento. Ahora, ya, desde hace unos años, a ver si mi cabeza y palabras, me quieren aceptar en el periodismo literario de opinión. El último género de esforzarme en la palabra y en las ideas y en las imágenes y en los colores.
Madrid como lluvia de recuerdos y de ser y de estar. Cada vez que mis ojos lo besan con los sonidos. Cada vez recitas algún trozo de su paisaje. Y, cada vez, ya con tanta capas, recuerdas algo del pasado. Ya, aquellos seres cercanos y queridos ya no viajan por este mundo terráqueo, ya esperamos y deseamos estén en el Viaje del Ser del Primer Principio.
Madrid un enorme árbol que va desentrañando los vientos de la historia. Que ayer fue y ayer de siglos y mañana será, mañana de siglos. E irá como un corazón bombeando ideas y colores y esperanzas y personas. Y, como en las playas, irán arribando regimientos de personas, para intentar ser y estar en sus arenas y en sus vientres. Madrid y lo ilimitado de lo limitado. Madrid la ciudad dura y blanda. La ciudad real y la de los sueños…
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Fin artículo 3.848º: «Recorriendo en sueños y recuerdos de Madrid»