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(María Damiani) ¿Cómo se puede experimentar auténtico regocijo? Casi todo el mundo se hace esta pregunta en algún momento, ya sea explícita o implícitamente. Todos anhelamos regocijo y satisfacción duraderos, pero a veces nos resultan difíciles de alcanzar. En esos momentos en los que parece que los problemas no tienen solución, o cuando simplemente tratamos de encontrar la mejor manera de sentirnos contentos, hay una respuesta que va más allá de meras ilusiones o esperanzas fugaces. El regocijo verdadero y duradero se encuentra en Dios, la fuente de todo bien, cuyo manantial de amor y regocijo es constante.
Este versículo bíblico de Filipenses: “Regocijaos en el Señor siempre” (Filipenses 4:4) nos recuerda que, independientemente de la situación o circunstancia, al recurrir primero a Dios podemos encontrar fortaleza en Su gracia para regocijarnos. También podemos leer en Salmos cómo David, el rey y profeta bíblico, podía decir que su corazón estaba alegre, a pesar de la adversidad, porque había descubierto su conexión con Dios. Escribió: “Alegraos en Jehová y gozaos, justos; y cantad con júbilo todos vosotros los rectos de corazón” (Salmos 32:11). Estos versículos, y muchos otros en las Escrituras, señalan el camino hacia un regocijo real y duradero que tiene sus raíces en la naturaleza de Dios, quien declaró que su creación era completamente buena (véase Génesis 1:31).
Entonces, ¿cómo se logra este tipo de perspectiva espiritual? En mi caso, he descubierto que es importante estar en comunión diaria con Dios mediante la oración y reconocer humildemente la omnipresencia y omnipotencia del Dios viviente. Al orar, esta afirmación me ayuda a comprender mejor y darme cuenta de que la bondad de Dios rodea y abraza a todos sus hijos, y todos podemos sentirla. Confío en que es posible para todos experimentar una verdadera sanación y una alegría duradera por medio de la oración.
He descubierto que orar de esta manera es poderoso y efectivo para lograr cambios reales en mi vida, y estoy agradecida. También he aprendido que la oración es mucho más gratificante cuando bendice a todos, incluso más que a mí misma. Ser parte de una comunidad de fe más grande fomenta vínculos amorosos que sirven para elevar a todos los implicados y hace que la alegría sea mucho más fácil de obtener. Este tipo de iglesia no está dormida ni moribunda, sino viva y sana, porque su propósito activo y perdurable es traer luz y elevar a la humanidad.
Recientemente, en una asamblea anual de La Iglesia de Cristo, Científico, en Boston, EUA, a la que asistí en línea, un miembro de la Junta Directiva expresó que sentía que si Pedro, el discípulo, estaba en lo cierto cuando declaró que Jesús era “el Cristo, el Hijo del Dios viviente”, y si el Cristo es la fuente de la Iglesia viviente, entonces la Iglesia debe estar tan viva ahora como siempre lo estuvo o lo estará.
Estoy comenzando a ver que es por eso que la idea espiritual de Iglesia es tan esencial. Los cimientos de la iglesia cristiana son las palabras y obras de curación de Cristo Jesús. Así que una Iglesia viva es aquella que sana y bendice a toda la humanidad. Sus cimientos no se apoyan en el beneficio personal, sino, por el contrario, en el trabajo altruista. Se apoyan en el Cristo, que es la manifestación pura de Dios, o el Amor. Mary Baker Eddy, la Fundadora de la Iglesia de Cristo, Científico, escribió que la Iglesia es “una forma de santidad” y “el cemento de la sociedad”.
Jesús compartió sus enseñanzas del amor incondicional y el poder sanador de Dios en toda Galilea, y eso fue lo que atrajo a las multitudes a su lado. La revelación espiritual ha sostenido a los cristianos a lo largo de los siglos cuando se han reunido para compartir la verdad, la luz divina que va más allá del mero razonamiento humano y no se limita a una denominación en particular.
Esta luz gozosa, disponible para todos, acentúa un sentido más profundo de hermandad que nos une a todos, a toda la humanidad, porque somos dignos de la alegría y el regocijo que nos fortalecen e inspiran nuestras vidas.