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(David Pasarin-Gegunde Linares) Muchas son las variables que condicionan el mercado inmobiliario en un determinado territorio como pueden ser los tipos de interés, el nivel de nuevas construcciones, los movimientos migratorios o la natalidad. Desde el final del coronavirus se viene produciendo un aumento de precios generalizado a nivel nacional (especialmente en el centro de las grandes áreas urbanas), que se intensifica en el caso de la capital malagueña y la Costa del sol.
Esta situación tiene una peculiaridad muy significativa en el caso del municipio de Torremolinos, destino gay por excelencia desde hace décadas que está viviendo un auténtico resurgir en estos últimos años fruto de la entrada en decadencia de otros destinos como Sitges y del buen hacer de la iniciativa privada y pública a nivel local.
Este posicionamiento de Torremolinos como destino turístico mundial para el colectivo LGTBIQ+ tiene implicaciones en el mercado inmobiliario esencialmente en dos ámbitos: la compra directa de propiedades y el incremento del alquiler turístico. Ambos vectores incrementan el nivel de precios generando un notable crecimiento de la demanda en todo el municipio, pero, especialmente, en el eje formado por la urbanización La Nogalera (autentica zona cero) y el hotel Ritual.
Existe la afluencia de público gay esencialmente norte europeo con un gran apetito por la compra de propiedades con dos perfiles claramente diferenciados: los nómadas digitales y los jubilados, rentistas y personas con altos patrimonios. Compradores mayoritariamente gays están realizando adquisiciones de propiedades en el distrito centro de Torremolinos incrementando los precios de un determinando tipo de propiedad: apartamentos de uno o dos dormitorios, vistas al mar y cercanía a la estación del tren.
La segunda derivada de este boom inmobiliario “rosa” estaría formado por un incremento de los apartamentos turísticos orientados al público gay, especialmente centrado en la urbanización La Nogalera, que permite unos niveles de ocupación durante todo el año que rozan el 100% gracias a las reservas vía plataformas digitales y a las estancias de larga duración durante el invierno de público esencialmente nórdico, germano o incluso canadiense.
Todos estos factores auguran un prometedor futuro para el sector. La deslocalización de este segmento hacia destinos más económicos como Marruecos o Túnez, como sucede con el turismo heterosexual, está claramente limitado por las necesidades de libertad y tolerancia que requiere el propio colectivo inexistentes en la mayoría de los países al otro lado del estrecho de Gibraltar.
Sería también altamente insólito que pudieran surgir ciudades competidoras como destino masivo gay en otros países europeos habida cuenta de cierta ola de neconservadurismo que sopla en el viejo continente y que impide que otros destinos como el sur de Italia, Hungría o Servia pudieran convertirse (vía precios más baratos) en posibles competidores en el segmento del turismo LGTBI.
Nos encontramos pues ante una nueva Belle Époque para el ambiente en Torremolinos que se traducirá en diferentes ámbitos y que desde luego tendrá un determinante y significativo impacto en el mercado inmobiliario local.