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(Miguel Gallardo) A través de los siglos la vida sexual de los humanos ha sufrido muchas vicisitudes, donde las creencias, la religión, las leyes, las costumbres y un sin fin de circunstancias han tenido una presencia determinante en la realidad de cada época.
En la actualidad, se habla mucho de libertad sexual, de diferentes colectivos y de las diversas maneras de entender y vivir la sexualidad, sin embargo la vida sexual de las personas mayores sigue estando bastante oscurecida y muchas veces relegada por una sociedad que sin manifestarlo de manera abierta, todavía está muy lejos de normalizar algo que, a partir de cierta edad, se tiende a encasillar en lo caduco, incluso en lo inconveniente.
Asistimos a diario a penalización social de la vida sexual en los mayores. A menudo, son tachados de «viejos verdes» o «viejas locas» en una sociedad tan permisiva en otros apartados y que aún parece no dar demasiadas licencias a una vida sexual activa (adaptada a la edad) a partir de los 60.
Según la presidenta honoraria de las Federaciones Españolas de Sociedades de Sexualidad (FEES) la generación de los que ahora tienen seis décadas, ha vivido muchos cambios políticos y culturales: la libertad sexual, la píldora, el feminismo, el divorcio, la universidad llena de mujeres, en un ambiente de renovación y de clara voluntad reivindicativa. En gran medida gozan de buena salud y su perspectiva vital va mucho más allá que la visión de una vida hipotecada y dedicada exclusivamente al cuidado de los nietos. Necesitan de una vida sexual mantenida a lo largo de la vida, adaptada a sus posibilidades y en consonancia con los cambios físicos y mentales de cada persona.
Hemos normalizado que en las consultas médicas no se pregunte por la vida íntima a los pacientes más mayores, quizás dando por hecho que no existe, incluso sabiendo que ciertas disfunciones pueden ser indicadores de problemas de salud importantes. En los últimos años se viene hablando mucho de menopausia, pero escasamente de los cambios que sufren los hombres con la edad, sencillamente no tienen servicios especializados, más allá de los específicos de urología, donde los pilares son pene y próstata, pocos van más allá. Con la jubilación el hombre también experimenta un gran cambio de rol social, incluso muchos de ellos sufren de baja autoestima y se convierten en personas vulnerables, dependientes y muy susceptibles. Una especie de seres de segunda clase con una escasa relevancia a nivel socio-económico. Les cuesta habitualmente expresar sus sentimientos y si tienen problemas sexuales la situación empeora porque temen no estar a la altura, donde el miedo a perder la erección es el principal caballo de batalla.
Cada persona es un mundo, pero generalmente a nivel sexual y con la edad, la mujer tiende a ganar en seguridad, al contrario que el hombre. Esas mujeres mayores, que hace años no se planteaban ni tan siquiera hablar de su intimidad, hoy hablan abiertamente se sus necesidades eróticas y se niegan a poner fin a su vida sexual a golpe de calendario. Según algunos estudios científicos existe una clara relación entre mantener cierta actividad sexual en edades avanzadas con el mantenimiento de la salud mental y física de los individuos.
Los nuevos mayores mantienen que la actividad sexual no debe tener fecha de cierre, reivindican una manera distinta de envejecer, un proceso lleno de posibilidades, no son ni deben ser personas en cómodos aparcamientos que esperan lo inevitable, meros asumidores de su propia decadencia.
Este profundo e inaplazable cambio se está produciendo ya en muchos dormitorios, de una manera silenciosa pero efectiva, dejando de lado la oposición de algunas «residencias» y el recelo de hijos o nietos, que aún miran con recelo a los ligues del abuel@.
Diferentes sexólogos comparten la opinión e incluso existe un gran consenso al afirmar, ante diferentes problemas en el apartado sexual, que «el deseo lo cura todo». Siendo la mezcla de experiencia, serenidad, amor y sensibilidad un brillante aval en este importante apartado, casi la promesa de espléndidos y estimulantes resultados.
Según la ginecóloga Francisca Molero el inicio de la vejez se podría situar, en la actualidad, en torno a los 80 años, por tanto, a las personas que están ahora alrededor de los 60, no se la puede considerar ancianas.
Debemos reivindicar una nueva manera de envejecer, más dinámica y adecuada, una vejez que aún no existe donde el mayor tenga oportuna presencia a todos los niveles, siempre que se lo permitan sus capacidades, y se les considere un activo importante, no algo baladí e incluso una carga en muchos aspectos. Debemos ser partícipes de la NECESARIA REVOLUCIÓN donde la sexualidad, entre otros apartados, pueda tener un importante papel.