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Creo que nunca he escrito un artículo sobre Semana Santa, me parece una realidad tan compleja y tan simple. Y, desde niño ésta ha pasado ya por tantas fases, que no sé si hacerlo.
Me he encontrado con una columna del maestro del articulismo Francisco Umbral, titulada simplemente: Semana Santa, publicada en El Mundo, el 23 de marzo del 2005, dos años y cuatro meses antes de su tránsito. Porque al final, la Semana Santa tiene mucho que ver con la vida y con la no-vida, con la vida de todo y con la muerte de todo, pero sobretodo con la muerte propia. Como casi todo lo que hace el ser humano, siempre hay una realidad externa, más o menos objetiva, y, otra realidad interna, más o menos subjetiva.
Tengan en cuenta ustedes, que de niño, todavía recuerdo, el día del Viernes Santo, por multitud de razones, en mi ciudad, no había cines, es decir, existiendo cines se cerraban las proyecciones. La sociedad en cierto modo, no era solo un día de fiesta, aunque los mercados si estaban abiertos, si mi memoria no me falla, hay que continuar comiendo, pero se restringía todo, para que el ser humano reflexionase, orase, meditase, pensase. Aquella vida, que yo ya llegué en sus últimos estertores, aquella vida era otra vida a la actual. No sé, cuántos ciudadanos jóvenes de hoy, menos de tres décadas en años, saben los orígenes de la Pascua o Semana Santa cristiana en relación a la del Antiguo Testamento…
Según el adagio de siglos, Dios es como una tarta, y cada uno coge o toma o degusta lo que quiere o lo que puede. Esto pasa con todo lo religioso. Debo confesar que nunca me han gustado mucho las procesiones, pero también debo indicar que no he estado en contra de ellas. Creo que surja en el espacio público algo de lo sagrado es bueno para el equilibrio personal e individual y colectivo de los grupos y de los pueblos y de las sociedades y de los individuos y de las familias.
Al final, sabemos que existían procesiones en el mundo Antiguo Egipto, en Grecia, en Roma, y, posiblemente en todas las miles de ciudades Estados del mundo antiguo, y, posiblemente en todos los imperios que surgieron en Oriente Medio al mismo tiempo que el Antiguo Egipto. Tenemos que aprender a pensar, que no somos solo de Grecia y Roma, sino también de Cartago, herederos de cientos o miles de ciudades-comarca-Estado repartidas durante siglos y milenios antes que esos imperios. Y, desde luego biznietos de los imperios mesopotámicos, del antiguo Egipto, del Oriente Medio…
Muchos niegan el valor de la Semana Santa, de las procesiones incluidas, por algunas razones, pero no son conscientes, que la Semana Santa, es mucho más, que las procesiones, más que los días de descanso, más que los ritos religiosos. La Semana Santa es algo que nos une, no solo a Atenas y Roma y Cartago, sino también a Jerusalén… y, éstas estaban unidas a sistemas sociopolíticos, son herederas en parte de los imperios antiguos… Se han encontrado un sarcófago en el Antiguo Egipto, que están enterrados y momificados unas docenas de toros, toros sagrados. Se celebraban fiestas en su honor, procesiones, y, ritos. El ser humano necesita los ritos, ritos seculares, que todavía asistimos a su realidad, ritos religiosos, ritos mitad religiosos y mitad seculares…
Creo que si Europa mirase más al mundo antiguo, no solo Roma, Cartago, Grecia, Jerusalén, pueblos celtas y germanos, no solo a esa época y sus imperios y sus ciudades-Estados o tribus federadas, a cientos repartidas por Europa y el Mediterráneo, sino antes de ellas, entenderían y entenderíamos mejor el mundo presente. Si de verdad mirasen hacia el pasado, el pasado más allá del pasado, si mirasen los cuatro y cinco último milenios antes de nosotros –no olviden que las Pirámides, las Grandes se montaron hace cuatro mil quinientos años-, para realizar esos monumentos ya tendría que haber Estados organizados. Y, un Estado está montado cuándo dispone de Poderes ejecutivos-legislativos-judiciales, militares, religiosos, culturales, etc.
Si esta Semana Santa –no sé cuándo se hará realidad pública este artículo, si mirasen más esta realidad de Semana Santa-, y mirasen más seriamente los cinco últimos milenios aquí en la cuenca del Mediterráneo, entiendo Mediterráneo, toda Europa actual, toda la cuenca del Mediterráneo, las dos orillas de este trozo de Océanos Atlántico que es el Mare Nostrum, y, el Oriente Medio y Próximo, se darían cuenta, mirando cuatro o cinco milenios de evolución, que Europa necesita hacerse un Estado, un Único Estado lo antes posible, y, que España no se debe dividir. Porque siempre el futuro, el futuro a medio plazo, no ya solo el lejano no se sabe lo que sucederá. Jamás, los humanos no prevén el futuro. Y, juntos como diría en la película de Gladiator, «juntos y unidos, que ya somos pocos estando juntos, pero juntos podemos hacer frente a los que nos venga del futuro o al menos hacerlo mejor…».
Cuándo, vea usted una procesión por su pueblo o aldea o barrio o por la televisión, o por el lugar donde se ha ido de vacaciones. No se ría por dentro, no caiga en el error de darle poca importancia. Porque la procesión que usted está viendo, es la evolución cultural, de milenios, al menos de cuatro o cinco, posiblemente de más.
Y, por otro lado, esa procesión es un símbolo de lo que somos, de la unidad que somos, de la esencia metafísica de la que somos y aspiramos. La metafísica es el pilar de la civilización, y, no es lo mismo tener una metafísica de fondo cristiana, que budista o védica o confuciana o… No lo olvide. No lo olvide, si de verdad se quiere a usted mismo, y, quiere a sus potenciales biznietos. No lo olvide sea ateo o agnóstico o… Paz y bien.
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Fin artículo 4.809º: «La Semana Santa y tú».