Tiempo de lectura aprox: 2 minutos, 32 segundos
“Isidro no abría pozo del que no manase abundante caudal, aun tratándose de tierras secas.” Códice de Juan Diácono, anónimo, 1275.
Era para el día 15 de mayo, San Isidro Labrador (1082-1172) en el santoral, pero en estos veloces tiempos convulsos, con el cónclave de los 133 cardenales arrancando el 7 de mayo, con sus deliberaciones arrítmicamente urgentes, para elegir sucesor de Francisco, y su crucial consecuencia mundial, apostamos por la anomalía espaciotemporal.
Que la hojarasca no cubra las raíces profundas de nuestra vida, individualmente social, para sentir que alguien tan antiguo como san Isidro Labrador -sean cuales sean nuestras creencias y nuestra ideología- nos habla, todavía hoy, de las necesidades de la gente trabajadora del campo, de la lucha contra la sequía, y de los principios que practicamos día a día.
Las benditas anomalías
Si hay algo que caracteriza a Ysidorus Agrícola -o Isidro Labrador- son sus preciosas anomalías, sus luminosos mestizajes. Un santo muy tardíamente santificado por la jerarquía religiosa, en 1622, con existencia ya documentada desde 1275, un siglo después de su fallecimiento y larga vida, transmitida por tradición oral.
En esa época, los santos cristianos eran eclesiásticos con poder u hombres de familia noble, y sus milagros estaban unidos a una práctica social privilegiada y contemplativa. En cambio, Isidro, de origen bereber, procedía de la clase trabajadora y sus milagros estaban vinculados íntimamente a su trabajo campesino.
En contra de lo dominante en la esfera cristiana Isidro era laico y estaba casado, era pocero además de agricultor, y su santidad eran sus milagros agrícolas y acuíferos; y sus orígenes y su vida parece más la de un santón musulmán, con su matrimonio con la que posteriormente sería Santa María de la Cabeza en el santoral cristiano, su hijo Illán, y su esforzado trabajo, que derrotó, en el imaginario popular y en sus derroteros por la historia, a los pudientes santos de entonces y de después.
Ciertamente es una anomalía en el santoral la existencia de un santo, producto del mestizaje religioso y cultural, musulmán y cristiano, en aquellos tiempos. Quizás Isidro fue en realidad un santón musulmán de origen berebere de un Mayrit -nombre musulmán de Madrid- asumido por la religión cristiana de los nuevos dueños de Madrid.
Una anomalía de clase social -frente al aplastante origen social de los santos de sectores eclesiásticos y de familias nobles-, un sabio campesino y zahorí -aquel que tiene la facultad de descubrir manantiales subterráneos- y una anomalía religiosa -que integra en su santidad elementos de ambas creencias- pero que, destacadamente, expresa con su vida y su trabajo, unos valores antagónicos a los dominantes en los santos de entonces.
Necesidad social e individual de la religión
La conciencia social humana ha creado a los dioses para explicar el mundo material y sus fenómenos, y para justificar o denunciar el poder de las clases dominantes de las distintas sociedades. Por lo que hay dos posiciones antagónicas, apoyar a los opresores contra los oprimidos o apoyar a los oprimidos contra los opresores, en esto último coinciden, 835 años los unen (de 1172 a 2025), San Isidro y Francisco.
La conciencia individual humana alimenta la creencia personal en dios para aceptar íntimamente que a uno le han traído a este mundo -así como todo lo que le acontece mientras vive- y va a morirse inexorablemente, pero que su alma viajará a un lugar eterno donde se encontrará con sus seres queridos. Mientras haya humanos habrá dioses.
San Isidro Labrador, amigo de los trabajadores
Sólo desde la humilde sabiduría popular de Isidro -que la tradición nos transmite- se puede entender su expansión imparable, y a contracorriente en el universo hispano, como patrono de todos las poblaciones agrícolas y ganaderas donde el agua va unida íntimamente a la vida y la supervivencia. Es inacabable la lista de pueblos y ciudades, de las que es patrono, porque recorre toda la geografía española e hispanoamericana.
Desde el Madroñal de Madrí hasta la Mar de Llanera hay una popular riqueza geográfica que empieza en nuestro entrañable Madrí y llega a Filipinas, pasando por Canarias, Andalucía, Extremadura, Castilla-La Mancha, Murcia, Comunidad Valenciana, Cataluña, Aragón, Navarra, Cantabria, Castilla y León, Galicia, y Argentina (de Tucumán a Córdoba), Chile, Perú, Paraguay, Uruguay, Colombia, Panamá, Venezuela, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, México hasta Quezón (Filipinas), y acaba en Llanera (Asturias).
“Ay, Mar de Coruño/ Garzón de Lavapiés/ siempre hay un punto/ ay, todo del revés”. Eduardo Madroñal-Jiménez Pedraza-Garzón
15 de mayo de 2025