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Si la alergia alimentaria plantea en muchas ocasiones un reto para nosotros los alergólogos, para los pacientes se puede convertir en una auténtica odisea.Y es que la medicina no es una ciencia exacta en la que 2 + 2 son 4. A veces la historia clínica de reacciones de tipo cutáneo (erupciones, ronchas, picores, urticaria…), que habitualmente se tildan en Urgencias o por nuestros compañeros de Atención Primaria con el juicio clínico de «Reacción Alérgica», no son tales.
Habones típicos de la Urticaria
Lo fundamental para nosotros es intentar asociarlo con algún «factor desencadenante». Generalmente, en un episodio aislado, es difícil encontrar un culpable, y la pista nos la dais vosotros mismos cuando señaláis un determinado alimento como motivo principal.
Cuando ya tenemos al sospechoso y realizamos todo el proceso diagnóstico habitual, con nuestras pruebas cutáneas («los pricks»), analíticas en busca del anticuerpo (la inmunoglobulina E específica frente a ese alimento), y en ocasiones, realizando provocaciones controladas con el alimento conflictivo, el problema no concluye ahí, con el juicio clínico de «alergia o hipersensibilidad al alimento x». Tenemos una baza importante al saber cuál es el origen de nuestra alergia, pero las recomendaciones de evitación plantean dudas al paciente.
Hace unos años había una única línea de actuación: «si eres alérgico al alimento x, tienes que evitarlo a toda costa, sus derivados, los productos que lo tengan en sus ingredientes y los que contengan trazas de los mismos». Pero esta estructura rígida se ha modificado en los últimos tiempos, y actualmente se podrían adoptar dos o tres líneas de recomendaciones:
– Cuando las alergias alimentarias se presentan en pacientes adultos, habitualmente suelen llegar para quedarse, hablándose por tanto de «alergias alimentarias persistentes». La recomendación suele ser la de evitarlo todo (producto, derivados, elaborados y trazas).
– Cuando estos problemas alimentarios se presentan en niños, la historia es bien distinta, ya que las dos alergias alimentarias más habituales, a la leche y al huevo, se suelen superar hasta en un 85% de los casos, de manera natural, antes de los 5 años (son además las más conocidas y estudiadas). Con otros grupos de alimentos como pescado, frutas, frutos secos, marisco o legumbres, el porcentaje de superación suele ser mucho menor. Para estos casos (leche y/o huevo), en aquellos pacientes en los que no haya existido una reacción importante, habría que determinar un «punto o umbral de tolerancia» frente a ese alimento, es decir, saber qué cantidad tolera sin que le genere reacción, ya que ese contacto repetido a lo largo del tiempo va a ayudar a la consecución de la tolerancia de modo más precoz. A este grupo no habría que eliminar de su dieta las trazas, ya que ese contacto repetido con pequeñas cantidades puede convertirse en su mejor aliado para alcanzar la tolerancia espontánea de forma más temprana.
Las alergias alimentarias más comunes son por leche y huevo
– En el caso de niños con reacciones importantes (que impliquen clínica respiratoria, hipotensión, o el desarrollo de anafilaxia…), no se puede hacer la misma recomendación y habría que tomar la misma actitud que en el primer grupo y evitarlo todo (producto, derivados, elaborados y trazas).
Hasta aquí todo podría parecer bastante sencillo, pero la problemática no termina en la consulta, sino que empieza en el día a día, tanto para adultos como para los más pequeños y sus padres, a la hora de leer los etiquetados de los productos que consumimos.
Es importante la lectura del etiquetado de los alimentos y productos
La primera pregunta sería ¿qué son las trazas? El elemento traza en química analítica es aquel que se encuentra en concentración menor de 100 microgramos por gramo, o visto de otra forma, representaría 1 gramo por cada 10 kg de producto, algo casi insignificante, de no ser porque nuestro sistema inmunitario tiene una capacidad extraordinaria para detectar cantidades incluso menores.
Hay varios Reales Decretos y Reglamentos que regulan el etiquetado de alimentos en los últimos años (Real Decreto 1334/1999, modificado en Real Decreto 2220/2004, ampliado posteriormente en Real Decreto 1245/2008 y finalmente regulado en el Reglamento UE 1169/2011, para el que quiera profundizar).
Los alérgenos tienen que estar en una letra destacable respecto al resto
Si viviéramos en un mundo ideal, donde todo fuese perfecto, cada producto comercializado en el mercado pondría en su etiqueta los alérgenos de declaración obligatoria en la proporción que presentase o con el enunciado «contiene trazas de…», lo que facilitaría la evitación por parte del paciente, y ahorraría muchos sustos.
Pero esto se complica con los condicionales, cuando en la etiqueta se pone de forma excesiva y preventiva, «puede contener trazas de…», o se usan nomenclaturas distintas, que hacen referencia al mismo producto, pero que el paciente no tiene porqué conocer.
En la mayoría de los casos, estos «puede contener», no contienen realmente, siendo un uso preventivo que se ha generalizado en la industria alimentaria, para justificar contaminaciones accidentales, ya sea por error humano o porque en la misma cadena de producción puedan quedar restos de estos alérgenos, procedentes de una producción anterior que si pudiese contenerlos en su composición. Sea cual sea el origen del problema, dado que no se puede garantizar al 100% que esos productos no puedan tener algún vestigio, los pacientes con reacciones serias deberán evitar estos también.
Como podéis ver, el tema de las trazas tiene mucha «miga», hay todavía muchas dudas en el aire, y es complicado realizar recomendaciones formales extensibles a gran número de pacientes, por lo que lo prioritario es sentarse con los mismos, e informar de forma individualizada sobre la actitud a seguir.
Por último os dejo algunas páginas de interés de asociaciones de pacientes alérgicos como AEPNAA , Inmunitas Vera y Elikalte, en las que podéis encontrar más información y apoyo, así como consultar alertas de alérgenos no declarados en el etiquetado de un alimento u ocultos que se recogen en la Red de Alerta Alimentaria de la AESAN (Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición.
Dr. Jaime García Campos
Médico Especialista en Alergología.
Grupo AlergoMálaga.