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(Parroco Javier Hernández) El día 28 de noviembre habrá un encuentro de los Consejos Pastorales de las Parroquias del Arciprestazgo de Coín (Alhaurín de la Torre, Churriana, Coín, Alhaurín el Grande, Tolox y Alozaina) con el objetivo de acoplarlas a la ideas y deseos expuestos en la Exhortación del Papa Francisco «La Alegría del Evangelio». El Encuentro será en Alhaurín el Grande.
Y es que en todas las partes están haciendo lo mismo: están reflexionando todos los grupos de las parroquias sobre esa Exhortación porque es tan rica en ideas y en actitudes que todos quieren conformar su parroquia y su grupo a ellas. Y también su personal, porque si las personas no vivimos eso, es imposible vivirlo en grupo.
Bueno, pero ¿porqué es tan importante ese libro del Papa Francisco? Porque habla de la ALEGRÍA QUE TRASMITE EL EVANGELIO. Y ¿a quién no le gusta la alegría? La alegría profunda, claro. No la alegría bullanguera que es sólo ruido y superficialidad, espuma y hojarasca, pero escarbas un poco y no hay nada más que apariencia. En cuanto se pasa, deja una resaca y un vacío que no veas.
Entonces ¿de qué alegría se trata? Lo voy a poner resumido en algunos puntos.
La Alegría del encuentro personal con Jesucristo para los que se dejan liberar por él de la tristeza, del pecado, del vacío interior y del aislamiento. Él ha cargado y pagado ya con todo lo negativo de nuestra vida para la tengamos en abundancia. Lo que pasa que hay que optar voluntariamente por esa vida digna y plena. Nadie queda excluida de la alegría reportada por el Señor. Él perdona setenta veces siete y nos permite levantarnos otra vez y volver a empezar. Nos devuelve la dignidad, si la hemos perdido.
La Alegría que pronostica el profeta Sofonías: «Tu Dios está en medio de ti, poderoso salvador. Él exulta de gozo por ti, te renueva con su amor y baila por ti con gritos de júbilo». (3,17) Alegría contagiosa que nos muestra a un Dios como un centro luminoso de fiesta y de alegría que quiere comunicar a su pueblo.
La Alegría que se vive en medio de las pequeñas cosas de todos los días, como respuesta a una invitación afectuosa de nuestro Padre Dios: «Hijo, en la medida de tus posibilidades, trátate bien…No te prives de pasar un buen día» (Eclco 14,11.14) ¡Cuánta ternura paterna se intuye detrás de estas palabras!
Cuando el Ángel Gabriel se apareció a María, lo primero que le dijo fue: «Alégrate, llena de gracia» (Lc 1,28). O sea, «alégrate porque eres amada de Dios, llena del amor de Dios».
El mensaje de Jesús está llena de alegría: «Os he dicho estas cosas para mi alegría esté en vosotros y vuestra alegría llegue a su plenitud» (Jn 15,11) Nuestra alegría cristiana bebe de la fuente de su corazón rebosante.
Reconoce que la Alegría no se vive de la misma manera en todas las circunstancias de la vida, a veces muy duras. Pero poco a poco hay que permitir que la alegría de la fe, que te dice que eres amado incondicionalmente por Dios, comience a despertarse en ti como una fuerza secreta que revitaliza todo.
La sociedad tecnológica en que vivimos ha logrado multiplicar las ocasiones de placer, pero encuentra muy difícil engendrar la Alegría. El mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, engendra una tristeza individualista que brota de un corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de una conciencia que te aísla de los problemas de los demás.
La Alegría que reconforta cuando tú comunicas a los demás tu alegría, tu fe, porque la vida se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento y la comodidad. De hecho, los que más disfrutan de la vida son los que dejan la seguridad de la orilla y se apasionan en comunicar vida a los demás. Por eso, un cristiano, un catequista, un evangelizador no debería tener nunca cara de funeral, incluso cuando se siembra entre lágrimas, o que nadie te hace caso, o te parece inútil tu esfuerza y tu tarea de evangelizar.
Esta Alegría que que se vive y se comunica a los demás, no sólo es para el ámbito pequeño de cada uno, sino que influye en la familia, en el trabajo , en el deporte, en los medios de comunicación, en la política y en toda la sociedad. Porque Dios quiere reinar en el mundo y en la medida en que lo haga habrá justicia, paz, fraternidad y dignidad para todos, especialmente para los más desfavorecidos y despreciados por la sociedad.
En fin, estas son algunas perlas entresacadas de la Exhortación del Papa Francisco sobre la Alegría que trae el Evangelio. Aconsejo a todos a leerla.