Tiempo de lectura aprox: 1 minutos, 5 segundos
(Anna Cano/ Estudiante de Periodismo) Es común oír en el mundo laboral el dicho una manzana podrida contagia a las demás, haciendo referencia a supuestos compañeros tóxicos, que tienden a sembrar la negatividad y el caos en un grupo de trabajo supuestamente ‘perfecto’ (porque si no lo fuera, no se les echarían las culpas a personas concretas).
Parece una metáfora poco acertada, pues las manzanas se pudren debido a una hormona que las hace madurar con rapidez una vez caídas del árbol y ser así más sabrosas para sus comensales (quienes se encargarán de esparcir las semillas). Es, por tanto, solo una cuestión de tiempo que todas las piezas del frutero se echen a perder, haya una que acelere el proceso a través de la emisión de gases, o no.
Otro aspecto que no se tiene en cuenta es que tendemos a señalar a los demás sin mirar en el espejo: todos somos tóxicos en algún momento. De nuevo volvemos al modelo de los cuentos de hadas donde solo existen los malos y los buenos, pero lo cierto es que cada individuo es un mundo, pasando por momentos mejores o peores: nadie es perfecto.
Si el clima es sano, es difícil que una sola persona sea la que envenene a las demás. Por otra parte, parece ser el líder el que tiene mayor influencia en los equipos y clima de trabajo.
Sea como sea, la clave se encuentra en la comunicación: si esta es fluida, hay menos cabida para los rumores, malos entendidos y competencia entre los trabajadores que intentan imponerse unos sobre otros.
Es importante que cada integrante se sienta realizado cumpliendo el rol que corresponde, sin sentirse menospreciado y teniendo una idea clara de la meta que se persigue; en lugar de intentar llevar la voz cantante sobre los demás.
El problema no es la manzana podrida: el problema son las ansias de poder, la falta de comunicación, empatía y asertividad.