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(Juan Luis Cervera/ Estudiante de Periodismo en la UMA)El 12 de diciembre de 2015 se celebró la Conferencia de París sobre el Clima (COP21) en la que 195 países firmaron un tratado mundial con la pretensión de reducir el efecto invernadero y los niveles de CO2 emitidos a la atmósfera. Se estableció como objetivo a largo plazo restar 2ºC a la temperatura media del planeta. Sin embargo, ya en 2017 Trump rechazó el acuerdo debido a los intereses comerciales y económicos de EE. UU.
Según un estudio realizado por 250 investigadores de distintas nacionalidades sobre Katmandú (Nepal), tres cuartas partes de los glaciares del Himalaya se transformarán en agua corriente, lo que pondrá en peligro la vida de millones de personas. La NASA ha comunicado que son ocho los centímetros que ha crecido el nivel del mar en los últimos 23 años y Naciones Unidas prevé que, a finales de siglo, esta cifra crecerá un metro más.
Esta realidad es cada vez más palpable y cercana. En noviembre de 2018 el oleaje obligó a desalojar un edificio en Tenerife que se vio golpeado por la fuerza del mar. Los rayos UVA y UVB penetran la atmósfera con mayor facilidad, pues el agujero de la capa de ozono va cada vez a más. El Polo Norte se derrite. Como consecuencia, los animales que de él dependen están sufriendo graves perjuicios sobre sus condiciones de vida.
Foto de AFP. La nueva economía del plástico es un estudio presentado en el Foro Económico Mundial que determina que en 2050 habrá más plástico en los mares que peces. Cada minuto se arrojan 15 toneladas de plástico al mar.
El pasado cinco de marzo un grupo de osos polares buscaron alimento entre los deshechos de una aldea rusa. El deshielo ha provocado que muchos animales tengan que migrar en busca de mejores condiciones. El biólogo Anatoly Kochnev constata que “la creciente presencia humana en el Ártico chocará con la vida de los osos polares que están perdiendo su ecosistema”.
La alteración del ecosistema ha provocado que ciertas especies como las hormigas hayan tenido que adaptar su forma de vida para sobrevivir. La barroa (ácaro), los pesticidas, los fitosanitarios y los insecticidas son productos tóxicos que están matando a las abejas, dejando a la polinización a expensas de las esporas que viajan por el aire. De esta forma, la cadena alimentaria se rompe por los insectos, lo que repercute en las plantas, en las cosechas y en los seres humanos.
La contaminación atmosférica causa la muerte a millones de personas al año en todo el mundo. Según ha indicado David Body, portavoz de Derechos Humanos y Medio Ambiente de Naciones Unidas, son 60.000 niños los que fallecen como consecuencia de ella, y es que los altos índices de contaminación se traducen en enfermedades cardiovasculares y respiratorias. En total, se calcula que el 30% de la mortalidad infantil tiene que ver con los factores medioambientales. Este porcentaje crece si se aplica a países en vías de desarrollo.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) alerta sobre los peligros que puede provocar la contaminación en nuestra salud y relaciona al cáncer, el asma y la alergia con este problema. El número de muertes provocadas por la contaminación es seis veces más elevado que las causadas por la malaria y cuatro veces mayor que por el VIH (SIDA). En Europa son 430 mil muertes prematuras las que causa la contaminación atmosférica y otras 27 mil en España.
La calidad del aire de las grandes ciudades deja mucho que desear. “Actuar sobre la velocidad contribuye a reducir la polución, pero no es la solución final. Se necesitan medidas estructurales”, afirma Xavier Querol, científico del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua. Por un lado, esta regulación temporal disminuye las emisiones de CO2 emitidas por los vehículos móviles y, por otro lado, amortigua el efecto acordeón que causan los coches cuando se acercan a un semáforo.
La solución a este mal pasa por alternativas como restringir el tráfico urbano, fomentar el transporte público y remplazar los motores diésel por híbridos y eléctricos. Francisco Segura, coordinador de Ecologistas en Acción, recrimina que “sólo siete de las grandes ciudades españolas cuentan con un protocolo de actuación para combatirla”.
Las temperaturas máximas registradas a finales de febrero de 2019 han superado los 25ºC en comunidades como el País Vasco o Cantabria; una situación atípica donde las haya. Con el calor, la ropa de invierno se ve relegada por la manga corta, pero no nos equivoquemos. El hecho de que los termómetros se disparen en pleno invierno significa que la Tierra sufre un trastorno atmosférico y medioambiental. La lluvia y la nieve no cae cuando ha de hacerlo y el sol anuncia la llegada de las estaciones más calurosas cuando, según el calendario, no corresponde.
Los cerezos y los almendros florecen con antelación. La temporada de cosecha se adelanta, pero una helada podría acabar con la maduración del fruto. Otros agricultores recriminan que, sin agua, el fruto no rinde. «Necesitamos agua generalizada, abundante y con urgencia», expresa el presidente de ASAFA de Castilla y León. Muchos agricultores temen perder todo lo cosechado.
El anticiclón y las altas presiones atmosféricas han propiciado la aparición de grandes boinas de humo y 26 ciudades españolas están en alerta por la polución. China Daily informa de que las autoridades de Jiangsu han cerrado desde 2016 unas 3.000 fábricas nocivas para proteger el río más largo del país. Lo mismo ha ocurrido en Tailandia, donde primer ministro, Prayut Chan-Ocha, ordenó el cierre temporal de al menos 600 edificadoras ubicadas cerca de la capital para reducir las emisiones ante la creciente preocupación por la contaminación del aire. México vivió en 2016 uno de los peores momentos medioambientales de los últimos 14 años. En 2017 volvió a ocurrir, por lo que en 2018 se impuso una norma federal que puso un límite a esta situación.
El mundo es una fábrica que va a explotar. El activista y artista Bibby McLeod piensa que “para sanarnos a nosotros mismos debemos sanar a nuestro planeta, y para sanar a nuestro planeta deberíamos sanarnos a nosotros mismos”.