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La Cañeta, invitada espontánea de honor, que bailó unos compases y acompañó a Remedios Amaya, que también celebró en el festival el cumpleaños de su hermana
(Comunicación Ayuntamiento de Ojén) El 45 aniversario de Castillo del Cante no defraudó. Calor, aromas del campo, taconeo, aplausos y el mejor cante hondo llenó la noche del pasado sábado en Ojén.
A las 22:00 ya comenzaba la gente a ocupar sus asientos en el patio del colegio. Mucho aficionado y entendido que no quería perderse un cartel que guardaba sorpresas.
Abrió el festival Israel Fernández que con su juventud y fuerza fue calentando el ambiente. Remedios Amaya tomó el relevo charlando con su público como si de su familia se tratara. Mucha cara conocida en el patio hasta el punto de encontrarse toda una leyenda, La Cañeta de Málaga que, a sus 83 años, no ignoró la invitación de Remedios a subirse al escenario, demostrando que quien tiene duende lo tiene hasta la tumba. Y se marcó unos cantes y bailes aplaudidos por todos. Remedios, como en su casa, felicitó en público a su hermana que cumplía unos maravillosos 50 años, y sobre las tablas nos deleitó con su arte que nada tenía que envidiarse a su hermana.
La Lupi actuó poco antes de la pausa y levantó al público de su asiento con esa forma peculiar de moverse, de levantar los volantes y de taconear. Se comía el escenario y los aplausos le llovieron.
María Terremoto hizo honor a su nombre, haciendo temblar las tablas con su actuación. Tal chorro de voz, tal potencia, no podía ser casualidad y es que lo lleva en los genes y lo ha mamado desde la cuna, pues es hija y nieta de cantaor que igualmente han pasado por el Castillo del Cante.
Cerró Pedro El Granaíno. Y el público bien supo esperar hasta casi las 3 de la madrugada que empezó su actuación. Seguidillas y fandangos y lo que le pedía la gente que estuvo a gusto y conectó con él incluso antes de comenzar a cantar.