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(Luis Galán) No fui consciente de que la sonrisa se iba desdibujando de mi cara. Que el ajetreo cotidiano que había en casa se iba transformando en silencio, que poco a poco iba cambiando mi vida.
Mi vida se entristeció a la par que la de mi mujer. Maestra, iba contenta cada día a su trabajo a enseñar a los pequeños de su clase, con sus jolgorios, travesuras, aquel que necesita un poco mas de ayuda, o ese otro, listo como el hambre pero no le gusta trabajar.
Esa era la vida que me rodeaba, placentera, tranquila, feliz. Siempre he sido un hombre tranquilo, sosegado, viendo como pasaban los días en lo que podía ser una vida, relativamente feliz. Porque la felicidad es un tópico. Hay momentos felices, pero la felicidad no dura una vida.
Y la mía se fue escapando.
Cuando me di cuenta del por qué creo que ya era demasiado tarde. Mi mujer estaba siendo víctima de acoso laboral. Si como lo oyen, sus compañeros de trabajo, maestros y maestras la estaban rechazando, ignorando, haciendo el vacío, excluyéndola, igual que el bullying, pero a mala leche, e incluso utilizando el abuso de poder por parte de quien lo poseía.
Eso va calando en tu vida y hoy te quita una sonrisa, mañana te agrega una duda, al día siguiente la certeza de lo que ya es irreversible.
Estamos inmersos en un sufrimiento innecesario, cruel y al azar. Le tocó a mi mujer como le podía haber tocado a otra o a otro.
Me rebelé, me sumí en un profundo estado de melancolía y nada podía hacer por ayudar a mi mujer.
Llegamos a discutir más de lo habitual y tal vez, más de la cuenta.
Mis acciones por remediar lo irremediable no llevaban ni llegaban a ningún sitio.
El sistema es aún más cruel que los propios acosadores.
Escrito y redactado, ¿para qué?, defender al acosado. Mentira.
Los inspectores emitirán el informe, transparente y veraz de lo sucedido. Mentira.
El corporativismo es el fruto y resultado de ese protocolo que costó un dineral y no sirve para nada.
La administración jamás va a proteger al acosado. Jamás. ¿Cómo se va a enfrentar a 10-15-20 personas?, lo mejor es que se vaya la acosada e intente ser feliz o vivir más tranquila en otro destino. Eso es lo que hace la administración. Perder el tiempo y gastar recursos.
¿Qué debería hacer?, ser honesta y decirle a mi mujer. Vete. No tienes nada que hacer. Ni nada vamos a hacer. Eres la parte débil y por lo débil se rompe la vara.
Hubiese ganado tiempo y evitado sin sabores. ¿Te rebelas? claro. Pero ahora después del tiempo pasado, me pregunto ¿para qué? era una batalla perdida.
Quiero que esto se sepa para intentar ayudar a otras personas en la misma situación que la mía y la de mi mujer. Que sepan que no tienen nada que hacer, que nadie las va a ayudar, la calificarán de todo y a su marido o su mujer le arrebatarán la sonrisa, poco a poco, día a día, hasta que te das cuenta de que eres y estás triste, siempre.
Volveré a sonreír. Sí o no en la medida que mi mujer supere, o ignore a esos despreciables que, simplemente, nos amargaron la vida.