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Quisiera charlar conmigo misma de otra cosa que no sea este maldito virus.
Pero la situación que tenemos no es muy halagadora; solo hay que escuchar las noticias para ver la magnitud de la pandemia.
Tengo el corazón encogido. No soporto ver cómo los ancianos somos los más perjudicados. Pero a la vez me doy cuenta de la grandeza del ser humano, que en la adversidad se crece y se vuelve solidaria cien por cien.
Me emocionan los aplausos a esos héroes mudos, silenciosos, que luchan cuerpo a cuerpo contra el virus, dispuesto a darlo todo a cambio de nada.
Eso es el pueblo llano de mi querida España.
No pienso lo mismo de nuestros políticos y gobernantes; solo
se dedican a descalificarse unos a otros y no hacen un frente común para vencer al enemigo invisible que nos está aniquilando (sobre todo a la tercera edad). Deberían tener un poco de misericordia y olvidarse del maldito poder y el dinero.
Ya lo dijo Quevedo:
Poderoso caballero
es don Dinero.
Vosotros que tenéis el poder
y decidís a quién podéis ayudar,
mirad más por este pueblo llano
que es al que tenéis que salvar.
Dejaos de rencillas y rencores,
olvidad las siglas y banderas.
No es hora de dimes y diretes;
es hora de salvar a España entera.