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(Mar Bassa/Estudiante de Periodismo en la UMA) Pablo Alborán es gay. Sí, ¿y qué? Al igual que millones de personas. Puede que hayas pensado que no te importa y que por eso no vayas a seguir leyendo. Es tu opinión, pero por desgracia, hay muchas otras millones de personas que no piensan como tú ni como yo porque ya le ven con otros ojos: los de la homofobia y la intolerancia.
Estamos en el 2020, año atípico, pero lo que aún pesa y arrastra la sociedad en el mundo es su pensamiento retrógrado, lleno de odio y de discursos irrespetuosos y violentos. Existe el racismo, la xenofobia, el machismo, transfobia y la homofobia, como es el caso.
“Estoy aquí para contaros que soy homosexual, y no pasa nada, la vida sigue igual», así ha sido la confesión del malagueño a través de un vídeo en su perfil de Instagram. “Pues muy bien por él», han pensado muchos. “¿Y a mí qué me importa?”, se preguntan otros.
Pues eso nos deberíamos preguntar todos. Porque es algo normal. No te hace ni más ni menos, ni mejor o peor que nadie. Sigues siendo tú mismo, la misma persona, el mismo carácter. ¿Por qué se tiene que salir del armario y mostrar su sexualidad de forma pública? ¿Acaso los heterosexuales lo hacen? ¿Deberían hacerlo?
Evidentemente, la respuesta es negativa. ¿Entonces?
Por el odio que sigue existiendo. Tristemente se tienen que hacer estas declaraciones públicas. Pablo Alborán tiene un altavoz muy grande, le siguen muchas personas. Es una forma de visibilizar, normalizar y dar voz al colectivo LGTBI.
Visibilizar y normalizar. Suena muy duro tener que insistir en esto en el siglo XXI porque aún hay gente que piensa que no es normal, que es una enfermedad que se debe tratar y curar, como el que tiene una gripe. O que es algo pasajero y ya se le pasará.
No, no lo es. De hecho, siempre ha existido. Es indignante que se tenga que comunicar esto para “sentirse más libre y ser uno mismo». Alborán dice que “necesita ser un poquito más feliz de lo que ya era», imaginaos tener que asegurar eso. Sin duda, la gran frase es: “Espero que este mensaje le haga el camino más fácil a alguien».
No todas las personas lo tienen fácil, ni se las acepta tal y como son. Se les discrimina e incluso se les castiga. Hay países que hasta se les condenan. Hay muchos casos de violencia contra homosexuales. Palizas en la calle, gritos, insultos, burlas. “Ay, no seas maricón», “aparta, marica». ¿Cuántas veces hemos escuchado esto? Y con desprecio.
Muchas personas han sido rechazadas por amigos y por familia. Solo por ser como son. Se han visto sin “apoyo». Se les ha echado de casa. Se les ha negado todo. ¿Por qué? ¿Por ser diferentes? No son diferentes. Siguen siendo los mismos que eran. Siguen siendo personas, siguen teniendo sentimientos.
Debemos de dejar esas ideas de lado y denunciar a quien discrimine. Es una desgracia que sigan sucediendo crímenes de este tipo a estas alturas de la vida, aunque por suerte, las nuevas generaciones lo tienen más normalizado.
Bravo por Pablo, por aceptarse y liberarse. Porque sí, tiene miedo de ser rechazado, al igual que millones de personas, por ser homosexual. Lo que es verdad es que mucha gente le apoya y le sigue por su música y por cómo es él. ¿Qué más da su sexualidad? Al igual que la de tus vecinos. La persona no cambia, pero muchas mentes le ven distinto cuando no debería ser así.
Ojalá no hiciera falta que personajes públicos, hoy Pablo Alborán, ayer fue otro, mañana otro, tengan que salir a hacer pública su orientación sexual con un comunicado para sentirse más libres y para ayudar a otras personas, para visibilizarlo, para que se normalice en la sociedad. Por un mundo más libre y pacífico.
Ojalá nunca nadie tuviera que pasar por situaciones desagradables. Ojalá no tuviera que ‘normalizarse” esto. Porque son personas como tú y como yo. Y nada cambia, todo sigue igual. Nos queda mucho por hacer, nos queda mucho por luchar. No dejemos que la intolerancia gane. ¡Viva la libertad!