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Creo, Esperanza, que ya hablamos de ella alguna vez.
Pero hoy también quiero recordar la fina línea que nos separa de la muerte.
Este año pasado no ha sido nada agradable y positivo, pero me ha enseñado que entre la vida y la muerte solo hay un paso muy delgado, tan fino, que ni lo vemos, y vivimos como si nos quedara una eternidad.
Hay que estar dos meses en un hospital (como yo) solo esperando que un médico te diga si la persona que más quieres vive o muere.
En estos momentos de la pandemia que nos está engullendo como si fuera un tsunami, he visto llorar de impotencia a enfermeras y médicos. Y ante tanta irresponsabilidad yo me pregunto: ¿Cómo el ser humano es tan prepotente y tonto?
No me cabe en la cabeza; será que soy demasiado mayor y no entiendo.
Bueno, lo que quiero decir es, que hay que vivir la vida día a día, y saborearla como si fuera un buen vino. Amar con todo el corazón, y decir a los seres queridos cuánto se les quiere, porque después de muertos ya no importa nada.
Espero y deseo que así sea.